«Es como el mercadillo, pero con sobres sorpresa»: una tienda que vende lo que Amazon y Aliexpress no quieren causa furor en Santiago

CARMEN NOVO SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

Las personas que compran lo hacen a ciegas: los paquetes no llevan en el exterior ninguna pista de lo que pueden contener. Si son pequeños y ligeros, valdrán cinco euros. Si son grandes y pesados, diez

17 jul 2024 . Actualizado a las 10:43 h.

«Aquí, en estas cajas, puedes dar tanto con algo que valga ocho euros como con un artículo que supere los ochocientos», dice Miguel Ángel Cebreiro, responsable de la tienda Remate's.es, mientras señala los diferentes contenedores que estructuran el interior. Son de escasa profundidad y, pegados a las paredes, recorren el largo y el ancho del bajo comercial que ocupan en la Rúa Nova de Abaixo. Albergan paquetes de diferentes formas y tamaños, todos perfectamente precintados y sin detalles en el exterior del lugar de procedencia. No tienen impresiones de marcas ni de empresas, ninguna pista sobre lo que pueden contener. La gente que entra, movida por la curiosidad de descubrir un establecimiento que nunca antes hubo en Santiago, se los lleva como si fueran sobres sorpresa, como un paquete de cromos en los que puede haber cartas repetidas y otras que no gustan. Esa es la gracia: «Ves un grupo de chavales a las cinco de la tarde, a uno le toca un vestido de comunión y a otro un disfraz de león. Cada uno sale con una cosa más ridícula que la anterior, pero el 90 % son risas». 

La mercancía son devoluciones que Amazon y AliExpress prefieren liquidar antes de tener que costear el traslado hasta la fábrica. Sí, entre los cientos de bultos que hay en los contenedores de la tienda, le puede tocar a uno el que pidió y no quiso la semana pasada. Cambia la forma de comprar, a ciegas, y también el precio, que se establece en función de dos parámetros fijos. Si es pequeño y ligero, valdrá cinco euros. Si es grande y pesado, diez. Así, unas gafas de sol de ciento veinte euros podrán costar ahí lo mismo que un filtro de la lavadora que no pasa de los nueve. «Han salido varios móviles y varias tabletas», dice Cebreiro, que recuerda específicamente una caja en la que había un reloj de la colección de Omega por Swatch, valorado en unos cuatrocientos euros. «Smartwatches salen cuatro o cinco todos los días. No son la panacea, pero bien te pueden costar unos ochenta euros», continúa el encargado.

Él diferencia entre dos tipos de clientela, los que llegan por la experiencia, «para probar suerte y pasárselo bien», y los que buscan revender el producto en las plataformas de segunda mano. «Algunos vienen como a la tómbola, a gastar los cinco euros y hacer la gracia. Otros, pensando en elegir lo correcto y ganar algo más de dinero», explica. Mientras, en la tienda, los clientes remueven entre los contenedores para dar con el paquete adecuado. Los cogen y los agitan para escuchar un sonido que diferencie materiales y formas. También los tocan y estrujan, buscando huecos y prominencias que dejen asociar una forma: «Por eso no hay problema. Lo único que no se puede hacer es abrirlos». No obstante, no todo es lo que parece: «Vienen chavales con la idea de que les toque un iPhone. Buscan la caja que se pueda corresponder en dimensiones y peso, pero luego lo abren y tienen la cosa más rara que existe», reflexionan.

En el mostrador, grupos de personas rompen con un cúter el cartón que envuelve los paquetes que han comprado. Algunos de ellos, con sorpresa, no saben qué acaban de desenvolver. Inés Torres abre las cajas que ha elegido, primero la más grande y luego la más pequeña. De uno de los plásticos saca una visera azul y amarilla. «¡Yo no me pongo gorras nunca!», dice, mientras corta rápidamente el celo que protege el otro paquete. «Este me da más confianza», comenta. Su amiga, optimista, piensa que puede ser un dron, a lo que la empleada tras el mostrador le responde que ya ha salido en alguna que otra ocasión. Termina de desprecintar la caja y, con una expresión de desconcierto, coge la figura en la mano, pequeña y de color naranja: «Pero, ¿esto qué es?».

Celia Antón abre uno de los paquetes que compró en la tienda de Santiago.
Celia Antón abre uno de los paquetes que compró en la tienda de Santiago.

«Nosotros intentamos que la gente abra los paquetes antes de salir de la tienda. Primero, porque nos reímos con ellos. Segundo, porque si toca algo bueno queremos publicitarlo. Tercero, porque si hay alguna cosa rota o que ya esté usada, dejamos coger otra», explica Miguel Ángel Cebreiro. Lo de Inés resultó ser un cartucho para la impresora que ya había sido utilizado. «Venga, coge cualquier otro paquete de cinco euros», le dicen desde el mostrador. Después de revolver otro rato, se decanta por uno con forma diferente al del resto de seleccionados. En vez de en caja, estaba envuelto en plástico. El tacto, blando y mullido, decantaba la balanza por una prenda de ropa: efectivamente, era un vestido. En concreto, uno largo, de punto y en color beige. «Te lo cambio por la chaqueta», dice en ese momento la persona de al lado, señalando el traje blanco de comunión que había dentro de su caja. «No, que a este aún le puedo dar uso», responde ella. Si no, Vinted. 

Para un producto que no se quiera siempre queda la reventa. «El cliente sale ganando económicamente porque el contenido va a valer más de cinco euros, pero el problema viene cuando no le das la utilidad», explica Cebreiro. Pone como ejemplo un caso que él mismo presenció en la tienda: «En los paquetes pequeños vienen muchos componentes de ordenadores. El otro día le salieron a una señora cuatro tarjetas SSD de 4 terabytes cada una. Se llevó 1.200 euros en un paquete de cinco, pero no sabía ni lo que era», recuerda. «¿Te va a tocar algo que vale más de lo invertido? Probablemente, sí. ¿Te va a servir? Pues igual, no sabes ni lo que es», continúa. «El otro día vino un chico y le salió un panel solar pequeño. Me dice: ‘Está muy bien, pero yo vivo en un sótano'», cuenta el responsable como anécdota. 

La clientela que se acerca a la tienda es diversa. En la puerta, los que caminan por la Rúa Nova y todavía no habían reparado en su presencia, se paran frente al escaparate, se sorprenden de las características del interior y prueban a entrar. Otros de los presentes habían oído hablar de ella y venían a tiro fijo. En redes es ya un fenómeno viral y hay quien se acerca a Santiago únicamente para vivir la experiencia de los paquetes sorpresa. Cuentan desde Remate's.es el caso de un grupo de amigos que se desplazó desde Vilanova porque vieron la tienda en un vídeo de TikTok. Ese día, cada uno se gastó 40 euros

Es la segunda vez que Olga García se pasa por la tienda de devoluciones de Santiago. La primera se llevó una mochila y esta unas botas. «Todo me sirve, porque si no es para mi, es para regalar», dice.
Es la segunda vez que Olga García se pasa por la tienda de devoluciones de Santiago. La primera se llevó una mochila y esta unas botas. «Todo me sirve, porque si no es para mi, es para regalar», dice.

«Viene todo tipo de personas. Nuestra experiencia frente a este tipo de negocio nos hacía pensar que iba a haber gente joven, porque están más familiarizados con este tipo de plataformas, pero en Compostela la cosa es totalmente diferente. Llega a todo el mundo, hasta al grupo de señores que salen de comer de cualquier sitio de la zona y vienen para el chiste», explica Miguel Ángel Cebreiro. Es la segunda vez que Olga García compra algo en la tienda. «Repito porque cuando vine me llevé una mochila muy chula», dice. Esta vez, le tocaron unas botas de cordones. «Todo me sirve, porque si no es para mí, es para regalar. Se le da una segunda vida», continúa. Esa mañana, fue su día de suerte. Se llevó, además de lo comprado, un conjunto que otra clienta abrió en ese momento y no quiso. 

Veinte días han pasado desde la apertura y hacen un balance «muy positivo». «Las dos primeras semanas han sido de locos, había colas en la puerta. No podíamos atender a gente porque se quedaban fuera y teníamos que hacerles sitio poco a poco porque el local estaba lleno», recuerda Cebreiro. No obstante, es consciente de que el éxito, debido a la propia naturaleza del negocio, puede ser pasajero. «Ahora notamos que se está normalizando un poco más de lo que esperábamos. Las tardes son muy potentes, pero las mañanas están siendo tranquilas. Sabemos que ese punch de los primeros meses es algo temporal», reflexiona el propietario. Por eso, aunque lo de los sobre secretos sea cosa de una euforia momentánea, buscan maneras de tener un plan B. Por ejemplo, en las estanterías tienen artículos que son cambios de temporada de las tiendas o roturas de stock, como hacen los mercadillos. Por ahora, tienen pensado abrir una sucursal en Vigo y otra en A Coruña, donde están buscando local.