¿Quién dice que de unos trapos viejos no se puede sacar una camisa?: «Ver como algo que iba a la basura se convierte en tu prenda favorita es lo más»
VIVIR SANTIAGO
La Mapache, escuela de patronaje, corte y confección en Santiago, triunfa en redes con sus «reels» haciendo «upcycling», un proceso que consiste en transformar telas antiguas en ropa completamente nueva
14 ago 2024 . Actualizado a las 21:32 h.¿Quién no guarda en el fondo de su armario una colección de sábanas viejas que, en la próxima limpieza general, tirará a la basura? ¿Y quién no ha comprado alguna vez una blusa rebajada que, por tener otras tantas iguales, ha terminado usando dos veces contadas? Antes de mandar estos útiles directos al contenedor, Zeltia Mosquera invita a repensar su utilidad: «Es lo más ver cómo algo que se iba a usar como trapo de limpieza se termina convirtiendo en tu prenda favorita», reflexiona. Junto a Hadrián Gómez dirige La Mapache, escuela de patronaje, corte y confección en Santiago que, desde hace unos meses, causa sensación en las redes. Sin una estrategia marcada más que la de probar suerte, decidieron subir a su cuenta de Instagram una serie de reels enseñando el proceso que más disfrutan de su trabajo, el upcycling. De repente, los vídeos en los que convertían los elementos más pintorescos en prendas de ropa —por ejemplo, llegaron a hacer una chaqueta a partir de una piscina de plástico hinchable—, sorprendían a una comunidad de seguidores que no para de crecer.
«Es una cosa que llevamos haciendo desde siempre. Yo empecé a coser mientras estudiaba, cuando no tenía dinero para comprar tejidos. Por eso, aprovechaba todas las cosas que veía en casa de mi abuela. Decía: ‘Ay, si ella no usa estas cortinas, las puedo coger yo para hacerme un pantalón'», recuerda Zeltia. Como ella misma admite, sus trabajos son «la cultura del aprovechamiento». No duda en definirse como defensora del slow-fashion, de un modelo de industria que reduzca la producción y, por ende, la contaminación. Lo que ellos practican es el upcycling, término en tendencia que nace de mezclar las palabras upgrade, que significa actualizar, y recycle, que es reciclar. En resumen, transformar de forma creativa aquello que ya no se quiere para darle una nueva vida. Como ejemplo, en sus vídeos cosen trapos de limpieza para convertirlos en camisas. También juntan bolsas de tela estilo tote para convertirlas en una prenda, transforman sábanas en vestidos con volantes y fundas de cojines antiguas en viseras para el verano.
Motivada por su hermana Lúa, —«yo odio las redes y se me dan horrible»—, admite Zeltia—, decidieron darle una vuelta al negocio. «Ella nos dijo que hacíamos cosas demasiado guais que no estábamos enseñando», recuerda. En el primer upcycling que colgaron, transformaban un pijama que le había quedado pequeño a su hijo en una gorra para el verano. Funcionó y, a partir de ahí, llegó el resto. La estructura que siguen es sencilla: «Zel, mira qué cortinas nos regaló mi madre», dice Hadri en uno de sus vídeos más populares. Ella las coge, graba en diferentes tomas el proceso de corte y confección y, después, enseña el resultado final: una camisa. «A mi me gusta el contraste de hacer con una cosa muy vieja otra espectacular», reflexiona. No son pocos los negocios de corte tradicional que, gracias a las redes, viven una efervescencia. El más llamativo puede que sea el de la mercería La Crisálida, en A Coruña, que suma millones de reproducciones en sus vídeos buscando botones.
En el caso de La Mapache, según explica Zeltia, hay gente que se acerca al local gracias a su contenido para ofrecerles retales antes de llevarlos a la basura. «Tenemos una vecina que, a raíz de esto, nos trajo un montón de sábanas y de manteles que no usaba por si los podíamos aprovechar. Hicimos un montón de cosas guais con ellos», continúa. Lo mismo sucede con sus alumnas, que cada vez están más interesadas en el upcycling. «Cuando renuevan el armario o se dan cuenta de que tienen algo para tirar, traen una bolsita con sus tres o cuatro prendas para ver qué se puede hacer. A veces, dos piezas se convierten en una o una camisa pasa a ser un pantalón corto», continúa. Explica que esta temporada salieron muchas blusas y tops convertidos en gorros de playa estilo bucket. Ahora, mira con ganas al invierno: «El año pasado no se aprovechó porque empezamos con esto en primavera, pero creo que de abrigos pueden salir maravillas».
Eso sí, los más «raros» en cuanto a ideas son ellos. Cuenta Zeltia que su último trabajo es una chaqueta hecha con las fundas de plástico en las que los coleccionistas guardan los cromos de fútbol, de manera que, aunque el ‘tejido' sea transparente, se pueda guardar una estampa en cada espacio. El otro proyecto que ocupa su tiempo es el vestido de novia de su hermana, Lúa Mosquetera. Lleva el mismo que su madre, pero, según explica Zeltia, la confección de las piezas «no tiene nada que ver». Lo deshizo entero y, a partir de ahí, construyó un patrón nuevo. «Queríamos tenerla presente en la boda, pero era imposible utilizar el mismo diseño. Lo único que no tocamos fueron las mangas, de los ochenta y espectaculares», destripa su hermana. Para ella, lo más complicado del upcycling es que la idea entre en el tejido del que se dispone: «Se trata de deshacer la prenda y ver para lo que da. Te sirve para aprender a aprovechar bien el tejido», explica. Para el vestido de novia tuvieron que comprar un añadido de tela. Admite que fue la parte más complicada, «porque igualar un blanco es imposible».
Ropa con memoria
«Yo se que hay gente que no le da importancia a la ropa, pero para mi eso es lo más», reflexiona Zeltia. Habla del contraste entre lo viejo y lo nuevo y también de la memoria de las prendas. «Para nosotros es importante darle una vuelta a esa pieza que tú usas para que tenga más valor. Por ejemplo, transformar una manta de cuando eras pequeña en una chaqueta», continúa. Dice que la historia es lo que más le cautiva de la moda vintage. En el caso del upcycling, el valor añadido también es personal. Cuenta que, para la boda de Lúa, Hadri compró por Wallapop un traje antiguo de hace unos sesenta años. Él está cortando la americana para que sea una torera. «A mi eso me encanta, pensar que ese señor se puso ese traje un día para una boda y que ahora se lleva en otra con un rollo totalmente renovado», reflexiona Zeltia. Para ella, su profesión también consiste en crear recuerdos.