«Con la biblioteca llena, me encontré una nota en el único hueco libre de mesa que ponía: 'Ocupado, vuelvo después de comer'»

C.N. SANTIAGO / LA VOZ

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Imagen de la biblioteca Concepción Arenal, en Santiago.
Imagen de la biblioteca Concepción Arenal, en Santiago. Sandra Alonso

En época de exámenes, los universitarios demuestran que conseguir sitio en las aulas de estudio de la USC parece una competición en la que gana el más rápido y avispado

10 ene 2025 . Actualizado a las 16:22 h.

Ni el temporal vacía las aulas de estudio de la USC en el inicio del período de exámenes. Con la sala de Dereito operando las veinticuatro horas del día y la Conchi siendo el gran punto de encuentro universitario durante la cuesta de enero, el campus sur es un hervidero de estudiantes que, sin clases, acuden religiosamente a sus facultades para preparar de la mejor forma posible los finales. Algunos prefieren hincar los codos desde primera hora de la mañana y otros son de trasnochar, exprimiendo la madrugada, momento en el que las las aulas están más vacías y tranquilas. Independientemente del momento del día, conseguir un asiento libre parece una yincana en la que gana el más rápido y avispado. 

Hasta el 19 de enero, que es cuando termina el período intensivo de exámenes, las aulas de estudio de Económicas, las de Bioloxía, las de la Concepción Arenal —conocida popularmente como Conchi— y las de la biblioteca Xeral abren a las ocho y media de la mañana. Algunas reúnen a estudiantes en sus puertas desde minutos antes, porque, como dice Sara Rivadulla, que cursa Comunicación Audiovisual, «mais aló das nove xa non queda sitio ningún». Llegar de los primeros es la única forma de garantizarse un hueco en el que permanecer hasta el cierre, aunque en los momentos de ausencia se guarde con unos apuntes y unos bolígrafos desperdigados encima de la mesa. «Eu creo que a clave está en deixar todo como se estiveras alí de verdade, como se estiveras facendo cousas e marcharas ao baño un segundo con todo como o deixaches», cuenta Andrea Barcia, de primer curso, que prepara por primera vez una temporada de exámenes en las aulas de Santiago. 

En la puerta, ella y sus dos compañeros de Medicina, Rubén y Mario, esperan a entrar después de la pausa para comer. Cuentan que esa misma mañana le cogieron el sitio a una cuarta amiga, Lorena, que se retrasó «hasta un poco más de las nueve» porque se le pegaron las sábanas más de la cuenta. «No es estar reservando el sitio durante tres horas, eso sí que me parece mal para los demás», reflexiona Rubén, que asegura encontrarse diariamente con huecos en las mesas cubiertos con folios que no se llegan a cubrir en toda la tarde. «Me tiene pasado de llegar a las diez y media o a las once e ir bajando las plantas de la Conchi sin que haya huecos, ni en la primera, ni en la segunda ni en la tercera. Luego, te paras a mirar y te das cuenta de que hay sitios con unos apuntes cerrados y un boli encima en los que claramente no hay nadie, que son de alguien que los está guardando», explica sobre los trucos. 

Imagen de la segunda planta de la biblioteca Concepción Arenal al mediodía, cuando los estudiantes descansan para comer guardando sus sitios con apuntes y material.
Imagen de la segunda planta de la biblioteca Concepción Arenal al mediodía, cuando los estudiantes descansan para comer guardando sus sitios con apuntes y material.

Ellos llegaron a primera hora y se fueron a comer a las dos. Vuelven a las tres y media con la seguridad de que no se van a tener que pelear por un sitio. Como hacen cada jornada, dejaron todo el material allí, ordenador incluido. «Non me da medo porque todos deixan as súas cousas aquí para volver cando rematen de comer. Estamos todos igual», explica Gabriela Tejes, estudiante de último curso de Comunicación Audiovisual. A las tres de la tarde, las tres plantas de la Conchi parecen un desierto. En la primera y en la segunda, aunque las personas se hayan marchado, no hay hueco. Para indicar que en ese silla se ha sentado alguien durante la mañana que va a volver, estuches, archivadores, folios y demás material de papelería actúan como candado. En la tercera quedan algunos lugares para los que estudian por las tardes en vez de por las mañanas. 

«Con la biblioteca llena, me encontré con un post-it en el único hueco libre de mesa que ponía: 'Ocupado, vuelvo después de comer'. Estaba pegado encima de un cuadernillo de apuntes sin abrir, para que diera más el pego», cuenta Diego, estudiante de Química, sobre el que piensa que es el momento más «surrealista» que ha vivido buscando sitio en las aulas de estudio. Nunca se ha atrevido a quitar los folios que ve sueltos, «no vaya a ser», aunque asegura conocer a personas que lo hacen sin reparo. «También a compañeros míos que se fueron a comer, dejaron unas hojas, tardaron algo más de la cuenta en volver y, cuando llegaron, ya no tenían sitio», explica el joven. «Si dejas apuntes y rotuladores esparcidos, piensas que puede venir cuando sea la persona que estaba ahí sentada. Si ves un folio en blanco, piensas que se ríen de ti y lo apartas», continúa. 

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Pasar el día en la biblioteca 

Gabriela, de Comunicación Audiovisual, asegura estar yendo a las aulas de estudio todos los días para preparar los finales. Como no tienen clases, llega a las ocho y media, «porque se non é case imposible atopar sitio». A las once baja para hacer un descanso de media hora, sube a las once y media y estudia hasta las dos, cuando se va a comer a casa. Vuelve a las cuatro, trabaja hasta las seis y, a esa hora, baja otros treinta minutos para ventilarse. Después, dependiendo del tiempo que tenga pensado quedarse, estudia el resto de la tarde del tirón o baja quince minutos a eso de las nueve, un parón que le da fuerzas para quedarse hasta el cierre de la Concepción Arenal, a las doce de la noche. «Se vou ben de tempo, fago un ou dous temas por dia e vou repasando. Se non, como é o caso destes días, canto mais temas dea memorizado, mellor», explica sobre su método. 

Ella, como Sara Rivadulla, prefiere estudiar en la biblioteca antes de hacerlo en casa. «Moitas veces fágoo en casa e o feito de poder recitar o tema en alto axúdame un montón, pero ao mesmo tempo teño todas as distracións do mundo. Podo concentrarme ben durante unha hora, pero igual nas tres seguntes non dou feito nada. Nunha biblioteca non podes coller e levantarte, ir de aquí para alá, pasear ou bailar. Tes que estar sentada si ou si», reflexiona. Ambas apelan también a que, estando con más gente en su misma situación, se sienten más acompañadas. En la entrada y en el interior de las aulas de estudio de la USC la teoría se refuerza: ya puestos a estudiar, mejor con gente. Así es como desaparecen los sitios libres.