Estas dos profesoras de Santiago residieron en el pueblo del filme del Día de la Marmota y reviven la fiesta: «Cada 2 de febrero volvemos a ver la película»
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VIVIR SANTIAGO
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Ambas imparten clase en el barrio compostelano de Fontiñas, en un colegio y un instituto. Con ilusión recuerdan su paso por Woodstock, donde este domingo se pronostica si habrá o no primavera adelantada: «Mi marido y yo éramos los únicos que queríamos seguir viendo nieve»
01 feb 2025 . Actualizado a las 18:41 h.Será este domingo cuando la profesora coruñesa Irene Raña, que imparte clases en el CEIP das Fontiñas, en Santiago, reviva, desde su domicilio compostelano, la fiesta del Día de la Marmota en la que se inició hace una década en Estados Unidos, cuando, por un programa del Ministerio de Educación para profesores visitantes en EE.UU. y Canadá, impartió clase en la escuela Dean Street Elementary de Woodstock. «Este domingo, 2 de febrero, toda la familia nos ponemos las camisetas del festejo, jugamos al puzzle conmemorativo y, sobre todo, volvemos a ver la peli Atrapado en el tiempo, de Bill Murray, al igual que se hace allí. En Woodstock, los vecinos se concentran en el cine, uno de los escenarios reales que también sale en esa película y donde esta se vuelve a proyectar», evoca con cierta añoranza Irene, compartiendo cómo se vive en ese pueblo del estado de Illinois la conocida celebración con la que se pronostica si habrá o no primavera adelantada.
En realidad, es en la localidad de Punxsutawney, en Pensilvania, donde se concentra el acto principal de los festejos. Allí, la marmota más famosa del mundo, sale cada 2 de febrero en una popular fiesta que se remonta a 130 años. A primera hora del día se saca al pequeño animal de su madriguera para ver si ve o no su sombra. La fiabilidad del método consiste en que si el día está nublado, la marmota, al salir, no verá su sombra y se quedará fuera, mientras que si se trata de un día soleado, la ve y regresa a la misma. Si no ve la sombra se supone, de acuerdo con la tradición estadounidense, que el invierno terminará pronto y la primavera llegará adelantada, y al contrario.
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«Cuando se rodó en los años 90 la película Atrapado en el tiempo se buscó un enclave que tuviese unas localizaciones concretas, así como una plaza central que diese juego para recrear las escenas de la película. Ese fue uno de los motivos que llevó a que el filme se rodase, en vez de en Punxsutawney, en Woodstock», aclara Irene, aludiendo a la popular producción en la que un arrogante meteorólogo televisivo -Bill Murray- cubre el evento anual del Día de la Marmota en Punxsutawney, Pensilvania, quedando atrapado en un bucle temporal, lo que le obliga a repetir el mismo día una y otra vez. «Fue un éxito de taquilla que cambió y marcó la vida de Woodstock. Casi todos los vecinos conocen a alguien o tienen a un familiar que actuó de extra. Es increíble ver cómo se vive todo el festejo durante esos días. Muchos habitantes recrean escenas o momentos de la película, como un brindis, por la paz, que se realiza en la cárcel, o un desayuno, con baile, en una cafetería. Varios de ellos tienen lugar, además, en los propios escenarios de la película», explica. «Desde que se estrenó el filme, y a pesar de que los actos centrales siguen siendo en Punxsutawney, Woodstock ha organizado también sus propios festivales del Día de la Marmota, así como recorridos a pie por los lugares del rodaje. Se colocaron así mismo placas en los lugares clave del filme», prosigue Irene, explicando que a la marmota de Woodstock se la conoce como Willy. «Phil es la de Pensilvania; el nombre suele coincidir con la primera letra del enclave», señala.
«Ya desde días antes, en los colegios de Woodstock, se hacen actividades conmemorativas. En realidad, la tradición de la marmota procede de la celebración cristiana del Día de las Candelas, de la Candelaria, que tiene lugar el 2 de febrero, cuando los cristianos llevaban sus velas a la iglesia para su bendición, al considerar que sus hogares quedarían bendecidos para lo que quedara de invierno. Ya dando clase en Santiago, yo suelo hablarle a mis alumnos del origen de la tradición. Les explico todo lo de la marmota y lo de la candelaria. Me gusta que se conozcan las tradiciones, y su relación. Antes de llegar a Fontiñas, impartía clase en otro colegio gallego en el que salía más tarde. Me acuerdo que el final de la jornada escolar coincidía, por la diferencia horaria, con el inicio del evento en EE.UU., cuando se saca a Phil de su madriguera. Tengo puesto la imagen en directo en clase para que lo conozcan. Ahora, al salir más temprano del colegio, y mientras regreso a casa voy con los cascos puestos, para no perderme el evento. Este año, al coincidir en domingo, lo viviremos en familia», acentúa sonriendo, y admitiendo la impronta que les dejó la fiesta. «Es muy bonito haber visto todo el ambiente de esa celebración. En Woodstock el día 2 se programan multitud de actos, como un trivial popular sobre el conocimiento de la fiesta o una carrera popular que pasa por delante de las localizaciones de la película. Mucha gente se acerca al pueblo. También vi a europeos que querían conocer la localidad del filme e incluso a parejas que se piden ese día la mano o se casan allí», rememora Irene.
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«Todos los vecinos querían que Phil pronosticase que se adelantaba la primavera, salvo mi marido, que es inglés, y yo, que queríamos seguir viendo y disfrutando de la nieve», constata riendo.
Ya en clave gallega, rememora cómo en el 2015 parte de Galicia también sonó en Woodstock durante el Día de la Marmota. «Durante la celebración, la música tiene gran importancia, con bandas que tocan himnos de la zona. En mi caso yo formaba parte de un coro con el que cantamos el 2 de febrero en la histórica Casa de la Ópera, otro de los escenarios del filme. El concierto estaba pensado inicialmente como un recital de folk en inglés, pero, como se incluyeron temas en otras lenguas, yo propuse incluir en gallego O voso galo comadre, así que parte de Galicia ya sonó allí en ese festejo», pone en valor.
«Algo simpático es que en Woodstock supe de otra profesora coruñesa, que vivió también allí, y que ahora reside e imparte clases también en Fontiñas, en Santiago, en el IES Antón Fraguas», comenta divertida y cediendo el testigo a Olga Veiga, la profesora de música de ese instituto, también originaria de A Coruña y que, durante cinco años, residió en el cinematográfico pueblo de Illinois.
«Yo, desde que regresamos a Galicia, no estoy tan atenta a esa fiesta, pero sí que es cierto que descubrirla y vivirla allí, en Woodstock, es sorprendente. Todo lo que rodea al festejo, con sus rituales, es muy curioso, ya incluso por la hora a la que tiene lugar. Nosotros asistimos en dos ocasiones. Tenías que estar a las 05.45 horas, cuando empieza a salir el día, para poder contemplar lo del pronóstico de la marmota. Las autoridades locales se suben a un palco, en la plaza central. Es una ceremonia que merece la pena ver, a pesar del madrugón y del tiempo. No olvido que una de esas dos veces había fuera -15 grados, con sensación térmica de -25. Nos vestimos como si fuésemos a Los Alpes. Pero llegabas a la plaza y era asombroso verla llena. No faltaba ningún vecino», apunta, aclarando que, a pesar del renombre de la celebración, en Woodstock el conocido como día de la marmota no es festivo.
«Quien puede, tras ese acto, continúa con la celebración, yendo a una cafetería a hacer un desayuno especial o a ver la película en el cine. En mi caso siempre me coincidió que a continuación tenía que irme al colegio», señala, rememorando cómo a sus dos hijas, el evento les maravilló. «Es llamativo ver, sobre todo, la expectación con la que se espera a la marmota», resalta y aclara, que, en su caso, y mientras sí continúa viviendo de forma entusiasta otras fiestas propias de Estados Unidos, como Halloween o el Día de Acción de Gracias, la de la marmota ya lo tiene más olvidado. «Irene es mucho más entusiasta que yo», admite con cariño.
«Yo, antes de ir a Woodstock, contacté de forma aleatoria con ella en un foro de españoles para preguntar por información. Fue allí cuando supe que también era de A Coruña y profesora de música. Con el tiempo vimos que su hija se llama como la mía. Con los años, y ya de vuelta en Santiago, a las dos nos tocó dar clase en Fontiñas. Ya parecen vidas casi paralelas», acentúa sonriendo.