Sandra Merino: «Tengo 31 años, pero empecé a sentirme adulta hace muy poco»
VIVIR SANTIAGO

En «El bosque», su nuevo trabajo, el grupo Merino explora el viaje que supone crecer y madurar. Las primeras canciones están dedicadas a la niña que fue Sandra y, las siguientes, a perderse y a volver a encontrarse
14 jun 2025 . Actualizado a las 15:56 h.Sandra Merino resume veinticinco años en un trabajo de treinta y seis minutos. En El árbol, el último disco del grupo que forma con Álex Gallego, Merino, narra el viaje que ha supuesto para ella llegar a la edad adulta. El título de las canciones que lo forman va acompañado del año en el que sucedió cada historia, trazando una cronología que empieza en la infancia y termina con la llegada de los treinta. Le canta a la niña que fue en los dosmiles, cuando el mundo se le volvía gigante, y a la que tuvo que hacerle frente, sin saber cómo, a la pérdida de su hermano. «La idea surge en terapia», resume ella, que se acaba de bajar del escenario de O Son do Camiño y reposa un concierto «de muchas emociones». Poco más de un mes llevan presentando el álbum, que salió esta primavera y que se compuso, en la consulta de su psicóloga, en menos de un año.
«Me imaginaba mi infancia, dura, en comparación con la de otras personas de mi edad que han tenido unos escenarios distintos al mío. Ellos son de una manera muy distinta a lo que soy yo. Reflexionaba: '¿Por qué me falta a mí esto?, ¿Por qué me cuesta hablar tanto de esto otro? ¿Por qué repito estos patrones?'», explica Sandra. Cuenta que en la consulta de su terapeuta le vino la imagen de un bosque. Era frondoso y tenía muchos árboles con los que darse cobijo, un lugar perfecto para echar raíces. «La infancia de la que hablo es una época hostil, con árboles que son más terroríficos que otra cosa y bajo los que no puedes resguardarte. El proceso y los años que vienen después son los de la búsqueda de ese bosque que le da título al álbum», resume la compositora.
A Sandra no le falla la memoria. En La niña, la canción que abre el disco, le canta a la pequeña que fue en el año 2000 y le dice, en tono cariñoso, que ella estará ahí cuando no encuentre a nadie que la vaya «a salvar». En El árbol menciona explícitamente esos árboles sin ramas y en El laberinto se acuerda de cuando el amor era todavía un idioma extranjero. En La brújula habla del proceso al que se tuvo que enfrentar para poder cantar ahora La habitación de enfrente, canción en la que recuerda por primera vez a su hermano, que ya no está. Sumando hasta Los 30 plantea esas cosas que uno se replantea con el cambio de década. «Nadie nos enseña a hacernos adultos. Yo tengo 31 años, pero empecé a sentirme adulta hace muy poco», indica la compositora. Todo termina con El bosque, un tema de melodía luminosa con el que se ve la claridad. «Es el paso de encontrar tu sitio y de estar feliz con lo que te rodea, con la profesión que eliges y con lo que te rodea», explica.
«Es un disco tan especial que en el equipo había una prioridad, que era la de preservar y mantener la emoción de las canciones», explica Álex Gallego, batería de la banda. Cuenta que las canciones las llevan desnudas al estudio, únicamente con guitarra y voz, y que ahí les buscan «el vestido perfecto». Trabajan junto a Santos y a Fluren, sus dos productores, con los que han formado dos bandos en cuanto a exigencias. «Está el mío con Fluren y luego el de Santa con Santos», explica Álex. De esa pulsión salen los patrones rítmicos, los arreglos y las melodías con las que terminan cada tema.
Se definen como personas exigentes en lo que hacen y, a veces, les cuesta dar su brazo a torcer. Por ese motivo se inventaron unas reglas en el estudio. Cada uno dispone de tres comodines, que puede utilizar cuando estén muy convencidos de algo que el resto del grupo no termina de ver. «Invalidaban la decisión del resto. Podías usarlo, por ejemplo, si te gustaba una trompeta en determinado sitio, pero nadie lo ve. Usabas tu comodín y esa trompeta se quedaba en el disco», explica Álex. Ponen como ejemplo la canción de La brújula. En ella, Sandra nombraba a la luna, pero a ella no le terminaba de convencer la figura. «Cambié algunas cosas y encontramos un punto medio. En dos de los tres estribillos mencionamos a la luna y en el tercero lo cambiamos por 'mi propia figura', que era lo que a mí me gustaba más», explica.
Al escenario se subieron junto al resto de la banda. Les gustaría, en un futuro, poder juntar a más músicos en el directo, algo que ahora ven inviable económicamente. Piensan que lo que les pasó en el concierto de O Son do Camiño era impensable para ellos hace unos meses. Vieron a la gente cantando sus canciones, algo que les hace «mucha ilusión». Sobre todo, saber que unos temas que fueron compuestos a raíz de unas vivencias tan personales pasan a lo popular: «Mola, porque ves como las hacen suyas. Es un disco tan personal y tan de abrirse que es doblemente bonito por eso. Hay canciones en las que ya no pensamos en la historia real. Te cuenta alguien la suya y cobra otra vida».