
El microbiólogo e investigador de la Universidad de Alicante Apunta que la tecnología CRISPR podrá retardar el envejecimiento, pero no logrará la inmortalidad
23 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El pistoletazo de salida de la carrera científica actual para curar enfermedades por medio de la edición del genoma la dio un científico español a los 30 años. Cuando hacía su tesis doctoral, Francis Mojica (Elche, 1963) encontró una repetición en el ADN de una bacteria de las salinas que bautizó como CRISPR y se empeñó en descubrir qué sentido tenía dentro de «ese cuerpecito tan pequeño de un procariota, con información genética muy limitada». Un esfuerzo que no dio resultados durante los primeros diez años de trabajo solitario, a veces clandestino. «En mi estancia postdoctoral hacía experimentos a escondidas para ver si CRISPR tenía algún efecto sobre la estructura del ADN», recuerda Mojica en Salamanca, donde fue elegido para clausurar el encuentro de 600 rectores de 26 países, reunidos en el encuentro de la red colaborativa Universia, organizada por el Banco Santander. Mojica persistió, empeñado en desentrañar los secretos de las secuencias que se agrupan por familias y que a su vez contienen fragmentos de ADN de los virus que habían atacado a estas bacterias quizás millones de años antes. «Somos muy pocos los que, cuando conseguimos encontrar algo tan grande como las CRISPR sin saber lo que iba a ser, tenemos la insensatez de buscar algo, fracaso tras fracaso, hasta que un buen día aparece la respuesta. Me decían: ‘Chaval, dedícate a otra cosa, porque probablemente estás perdiendo el tiempo. Y podían haber tenido razón’».
-¿Qué hubo de azar, intuición, pálpito, olfato?
-Un poquito de cada. Pero la cuestión es darle importancia a ese azar y seguir trabajando. Las primeras repeticiones no las encontré yo. Un grupo en Japón las reportó en 1987 en la e-coli, dos años después publicaron un segundo artículo y lo dejaron. La diferencia es que yo, siempre que tuve la oportunidad, seguí trabajando con ellas. Hice experimentos dirigidos a saber si estaban activas, qué función podían cumplir, en qué otros microorganismos estaban presentes. Si algo se mantiene en bacterias con una distancia evolutiva de miles de millones de años y en ambientes tan distintos, me dice que es muy importante y una característica ancestral. Tenía que ser relevante desde el punto de vista biológico. Y cuando vi que nadie le prestaba atención, todavía más.
-En el 2005 advirtió de que las CRISPR podían relacionarse con la inmunidad de los individuos, ¿saber cómo se protegieron las bacterias puede salvar vidas?
-Eso es lo que parece. Cuando uno conoce la existencia de un mecanismo tan peculiar, como el sistema de inmunidad adquirida de organismos como las bacterias procariotas, empieza a plantearse el potencial que puede tener dentro del campo de la microbiología. Si además se desarrollan unas herramientas fantásticas (las CRISPR-can, de investigadores como Charpentier y Doudna) derivadas de este sistema de defensa para diagnosticar y estudiar enfermedades y en un futuro curarlas, la atracción y la repercusión, tanto científicas como sociales, son tremendas. Hay expectativas que superan la realidad. Si se llegara a todo lo que se espera de las CRISPR, sería una verdadera barbaridad. Es demasiado. O, a lo mejor, no. Existen más de 8.000 enfermedades genéticas distintas, muchas enfermedades infecciosas, que podrían ser abordadas. Supongo que alguna se podrá curar.
-¿Cómo se siente cuando ve que estas posibilidades existen gracias a tu hallazgo?
-Más orgulloso no se puede estar. No me lo llego a creer. Sobre todo porque al principio, al descubrir que era un sistema de inmunidad en bacterias, nos dimos por muy satisfechos. Como microbiólogos, aquello era enorme. Pero no tuvo una gran repercusión hasta que pasaron diez años.
-¿Cómo será el futuro con las CRISPR?
-Habrá un cambio de mentalidad, por lo mucho que se puede llegar a conseguir con las CRISPR: generar seres humanos a la carta. No serán transgénicos, pero sí editados genéticamente, si se logra modificar un error genético con garantía absoluta de que no va a producir ninguna alteración no deseada. Eso quiere decir que se podrán evitar las enfermedades de los seres humanos antes del nacimiento. Ahora crear individuos con características mejoradas genera rechazo en mucha gente. Algún día llegará. Si no con las CRISPR, con alguna otra herramienta.
-¿El ser humano llegará a ser inmortal?
-Seguro que no. Inmortal no puede ser.
-¿Ni gracias a las CRISPR?
-Vivimos en presencia de oxígeno. Y el oxígeno, oxida. No puedes estar continuamente reparando los daños generados por la actividad. El envejecimiento es inevitable. Se podrá retardar, evitar que aparezcan enfermedades asociadas con la edad. Las bacterias son inmortales porque la célula se divide y da lugar a dos. ¿Ha muerto la anterior? No, va a seguir viviendo. Pero un organismo como el nuestro, pluricelular que no se divide por bipartición, no puede ser inmortal.