El plan para alcanzar en el 2040 un mundo con cero emisiones

Alfonso Torices MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

El gurú económico Jeremy rifkin aconseja que la prohibición de la venta de vehículos con carburante fósil no se demore más del 2030

27 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los científicos lo han puesto negro sobre blanco. Quedan once años para frenar el peor escenario del cambio climático. Si para 2030 el mundo no ha dado un giro radical y recortado al menos un 45 % sus emisiones de CO2 el calentamiento de la Tierra superará el grado y medio y se rebasará el punto de retorno. Devastadoras sequías, huracanes, inundaciones e incendios darán paso a la extinción del 50 % de las especies en 80 años. «No es un debate académico sino una cuestión de supervivencia», defiende el gurú económico Jeremy Rifkin. Este asesor durante dos décadas de la UE y China para la transición energética propone un pacto verde mundial, una hoja de ruta para afrontar el cambio climático, transformar la economía y enterrar la cultura de los combustibles fósiles en 20 años. «El 2050 es demasiado tarde, la economía con cero emisiones debe ser una realidad en el 2040, y es posible», asegura este activista, que desarrolla su plan en el libro El Green New Deal Global.

La tercera revolución industrial, «que ya está en marcha», está basada en la universalización de las energías limpias y las tecnologías digitales. Su base es la creación de una nueva infraestructura inteligente, digital y verde que conecte el mundo entero en banda ancha y que permita el paso a una economía sostenible, cooperativa y basada en la proximidad, tanto en la producción como en la toma de decisiones.

Esta infraestructura -que en su fase básica debe estar terminada en 2030, y en plena madurez diez años después- la forma un internet de comunicaciones digitales compartidas (un ejemplo, Wikipedia) que converge con un internet digitalizado de la energía renovable (una red solar y eólica de productores de todos los tamaños) y con un internet de la movilidad y la logística (transportes autónomos de energía verde), y todo conectado al internet de las cosas, que con sensores e inteligencia artificial automatizará y dará eficiencia al sistema y a edificios residenciales, comerciales e industrias.

El modelo está basado en una economía compartida, en el que la propiedad es sustituida por el acceso (estilo Cabify), que produce un abaratamiento del uso de los productos y servicios, que además se utilizan alimentando una economía circular (basada en el consumo responsable y la reutilización), que precisa de poca materia prima y reduce drásticamente las emisiones de CO2.

Entre las medidas urgentes, Rifkin propone impuestos progresivos que compensen a los damnificados y financien los proyectos, la creación de una red eléctrica inteligente 100% renovable en 2040 y la universalización de la banda ancha y el internet de las cosas, el fin de subvenciones a combustibles fósiles, la prohibición de venta de vehículos con carburante fósil en 2030, ayudas al coche eléctrico y una red de recarga, más inversión en I+D+i, una educación que forme para la nueva economía, o la implantación de procesos circulares en toda la cadena de suministros e industria en 2030.

El colapso

Los fondos al rescate Rifkin defiende que no solo es el camino sino que hoy es más posible que nunca -«si todo el mundo se pone manos a la obra»- porque las energías renovables ya son más baratas que las contaminantes, porque hay fondos para hacer la transición, y porque el modelo actual, basado en las multinacionales y los combustibles fósiles, está tan en declive que colapsará en el 2028.

El colapso de economía sucia está próximo porque los principales gigantes económicos -comunicaciones, eléctricas, movilidad y construcción- se están desvinculando de la industria de los combustibles fósiles y pasándose a la solar y eólica y porque los grandes inversores también se han olido la llegada de la «burbuja del carbono» y hay un potente fuga de inversiones hacia las renovables. Esto, anuncia, provocará la ruina de petroleras, carbón y gas a medio plazo, que quedarán con unos activos de 11 billones de dólares obsoletos y sin valor (pozos, oleoductos, plantas, refinerías, etc). Pero de las cenizas del sistema vetusto, añade, surge la oportunidad más clara de financiación del Green New Deal, a través de unos fondos de pensiones con 41 billones de dólares que ya buscan oportunidades con futuro donde rentabilizar sus inversiones. Anima a todos los gobiernos a crear «bancos verdes», que emitan bonos que puedan comprar estos fondos, y que sirvan para que estados, autonomías y municipios pongan en pie la nueva infraestructura inteligente y verde.