«Por primera vez hay hombres»

SOCIEDAD

Xoan Carlos Gil

Este trabajo, como fue considerado el «pariente pobre» del sector de la pesca, se le asignó tradicionalmente a las mujeres. Pero hoy controlan todo el proceso y conocen sus derechos.

06 nov 2019 . Actualizado a las 11:26 h.

María del Carmen Paredes Portela tenía la escuela en casa. Viene de familia de mariscadores. Su abuela Balbina le enseñó a su padre, José, y a sus cinco tías: Balbina, Peregrina, María del Carmen, Canducha y Asunción. Así que se dejó llevar. Vivía pegada a la playa de A Xunqueira, en la localidad morracense de Moaña, y de pequeña el marisco formaba parte de su decorado infantil. Poco a poco se fue metiendo en el sector y la moañesa, que tiene 54 años, lleva ya 21 cotizados.

Lo cuenta con orgullo, porque cuando era niña las cosas eran muy distintas. Fueron sus tías las que le enseñaron. Y recuerda, por ejemplo, observar e intentar ayudar a una de ellas a escoger el marisco para clasificarlo, «cuando era libre, cuando se compraba al por mayor y en la playa se acumulaban montañas de marisco al que cualquiera podía acceder. Con mis tías me iba hasta arenales de Pontevedra, Redondela o incluso a Toralla, en Vigo».

La mariscadora calcula que hace unos 25 años que se ordenó el sector, al que ya ingresó profesionalmente ya normativizado, aunque reconoce que ella ya se buscaba la vida antes. «Cuando se abría la veda, en octubre, iba siempre 15 días a la playa y hacía mi dinerito. Iba todo el mundo, de Cangas y de los alrededores. No hacía falta carné de nada», comenta, aunque valora muy positivamente la regularización. «Cada vez se consiguen más cosas, aunque no tenemos derecho a paro», critica.

Xoán Carlos Gil

María del Carmen calcula que en la ría de Pontevedra hay cerca de cuatro mil mariscadores de a pie, sin contar los de la vara, «y dos mil y pico mujeres mariscadoras, aunque también hay hombres. En la playa de Moaña acaban de contratar personal, y por primera vez hay hombres. Tenemos dos compañeros varones», comenta la profesional. Y cuenta que, independientemente del género, «hay escasez de trabajadores. La Xunta está cogiendo y formando gente nueva, jóvenes y no tan jóvenes, y nosotras les ayudamos en lo que podemos. En la cofradía de Moaña hace unos años éramos más de 400 mariscadoras, y ahora menos de 70», argumenta.

Berberecho, almeja japónica, almeja fina y navaja son los frutos del mar que suelen terminar cada día en sus sacos. Pero, tal como explica, depende mucho de cómo vaya el mercado. Que suban o bajen los precios condiciona que recolecten más o menos en esos campos de arena y sal donde se siembran y crían los bivalvos que recogen con rastrillos y sachos.

También apunta a especies que están desapareciendo, como la cadela, que es una almeja autóctona. En la cofradía de Moaña tienen asignada una zona acotada para mariscar que va «desde la Illa dos Ratos, que está entre Cangas y Moaña, hasta el puente de Rande y debajo del mismo en una zona pequeñita».

Sus jornadas laborales dependen de las mareas, y no paran nunca, a no ser que haya alerta por marea roja o que las horas de mareas les coincidan mal. Cada dos semanas suele ser temprano. «A las 7 de la mañana ya estamos en la playa y nos quedamos unas tres horas», indica. María del Carmen asegura que, aunque el trabajo es duro y genera muchos problemas físicos, le gusta y lo disfruta.

21 años

Son los que lleva cotizados la mariscadora, de 54 años de edad.

De Moaña a Vigo

El marisco se elige y prepara en la lonja de Meira (Moaña) y se vende en la de Vigo.