La psicosis de los pinchazos y la falsa sumisión química corre por Galicia

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Personal de seguridad y emergencias durante el concierto de Cambados
Personal de seguridad y emergencias durante el concierto de Cambados Martina Miser

Dos jóvenes en A Coruña y una en Nigrán han presentado denuncias

05 ago 2022 . Actualizado a las 10:58 h.

El fenómeno de los pinchazos a mujeres jóvenes en ambientes de ocio nocturno y la idea —falsa según todos los expertos consultados— de que pueden servir para inyectarles alguna sustancia que anule su voluntad y así violarlas corren por toda España y acaba de llegar a Galicia. Ahora con casos de denuncias concretas.

Los servicios sanitarios están alerta, la policía investiga, las noticias proliferan en los medios, los bulos inundan las redes y, como dice el catedrático de Toxicología de la USC, Manuel López-Rivadulla, «el daño ya está hecho». Se ha creado un clima «de psicosis, de terror, entre las chicas», según apunta Claudio Vidal, director de Energy Control. De hecho, se están empezando a ver los efectos.

El concierto del miércoles de Morad y Beny Jr en la Festa do Albariño en Cambados es el mejor ejemplo. Tres adolescentes llegaron alteradas y llorando junto al adulto que las acompañaba para explicarle que se habían enterado de que estaban pinchando a las niñas con drogas. «Lo hemos visto con nuestros ojos. Primero una niña que estaba perfecta se cayó redonda a nuestro lado. Y después otra», afirmaban. A partir de ahí, la Guardia Civil empezó a peinar el recinto, los servicios de emergencias sacaron a una joven vomitando y la bola siguió engordando con ataques de ansiedad, nuevas evacuaciones y parte del público abandonando Fefiñáns presa del pánico. Al final no se detectó pinchazo alguno y se descartó la presencia de droga en el organismo de una trasladada al Hospital do Salnés. Lo que sí detectaron los sanitarios es que algunas de las adolescentes llevaban desde las doce de la mañana haciendo cola apelotonadas, con el calor que hacía, sin comer ni beber.

En A Coruña se investigan dos casos: el de una joven que se desmayó a la salida de una discoteca y luego en el hospital encontró una marca en un tobillo de lo que podría ser un pinchazo que en ningún momento sintió, y el de otra chica que puso la denuncia en Santiago, pero que refiere haber notado el pinchazo en la cola de un local coruñés el 17 de junio.

En Pontevedra la Guardia Civil también está siguiendo uno de estos episodios, el de una joven de Nigrán que declaró el miércoles haber tenido «la sensación» de que la pinchaban durante la fiesta de Praia América el martes por la noche. Dijo que «se encontraba mal y se mareó un poco». Como en la práctica totalidad de las decenas de casos reseñados en España y los miles que se han comunicado en Europa, no tenía en su cuerpo sustancia alguna que pueda apuntar a un intento de sumisión química. De ahí que el comisario provincial de Pontevedra, Juan José Díaz Jiménez, haga un llamamiento a la «rigorosidade» para dejar de alimentar bulos.

Al margen de que se inyecte alguna sustancia, el pinchazo en sí ya es una agresión e incluso podría constituir un delito contra la salud pública. Además, muchas de las guías que se están distribuyendo, incluso por parte de organismos oficiales, se centran en cómo ha de protegerse la víctima, no se sabe muy bien de qué, en lugar de poner el foco en dar con quien agrede, por gamberrismo o por sembrar miedo, para acabar con el fenómeno.

Por si fuese poco, este asunto se ha convertido también en munición de los debates políticos más incendiarios. El presidente de Vox, Santiago Abascal, publicó un tuit, con el que comparte noticias alarmistas o directamente falsas, y relaciona el fenómeno del que, según él, «nadie habla», con un supuesto incremento de las violaciones.

Las enfermeras advierten del riesgo, aunque sea muy bajo, de una infección 

El Consejo General de Enfermería (CGE) advirtió ayer que, al margen de que se estén o no utilizando sustancias, los materiales que se usan en los pinchazos fuera del ámbito sanitario —que muy posiblemente no estén desinfectados o incluso se han podido usar con otras personas— lo que hacen es exponer a las víctimas a infecciones como el VIH o la hepatitis. Un riesgo que, en cualquier caso, es extremadamente bajo. Exige un tipo de aguja hueca con un grosor determinado (no un alfiler, ni una chincheta ni nada parecido), clavarla a cierta profundidad, que proceda de alguien infectado... Una serie de condiciones que pueden tener lugar, pero con una probabilidad ínfima.

«Nos encontramos ante una situación que, como profesionales de la salud, nos produce absoluto terror. Es inconcebible que se estén dando este tipo de prácticas, ya sea para llevar a cabo un abuso posterior o simplemente para asustar a las mujeres», lamentó el presidente del Consejo General de Enfermería, Florentino Pérez Raya.

Así, urge a las Administraciones públicas a «trabajar con absoluta premura» para parar estas prácticas e implantar protocolos para ayudar a las víctimas y condenar a los atacantes, y emplazan al Gobierno a endurecer las penas para los agresores por real decreto y a crear acciones de vigilancia y prevención específicas contra estos delitos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

Información elaborada con la colaboración de Maruxa Alfonso, Martina Miser y T. Rivas