Una nueva técnica mejora el diagnóstico de la arritmia común para que no se repita

Lucía Blanco / R. R. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

David Filgueiras (el segundo por la izquierda) y Daniel Enríquez (quinto por la izquierda), junto a los investigadores del equipo.
David Filgueiras (el segundo por la izquierda) y Daniel Enríquez (quinto por la izquierda), junto a los investigadores del equipo. CEDIDA

Un investigador gallego en el CNIC lidera un avance que permite un manejo personalizado de los pacientes con fibrilación auricular, que sufren unas 700.000 personas en España

04 ago 2023 . Actualizado a las 11:14 h.

Más de 700.000 personas padecen fibrilación auricular en España. Hasta el momento, la clasificación de los que la sufren se determina en función del tiempo que ha estado con la arritmia. Ahora un trabajo multidisciplinar dirigido por el investigador gallego del CNIC David Filgueiras y en el que participa el Chuac de A Coruña, evalúa de manera simultánea la actividad eléctrica y mecánica de las aurículas, mejora su diagnóstico y permite conocer en qué grado se encuentra el paciente. Ofrece, además, una terapia personalizada al paciente.

«Es importante ver al principio en qué fase de la alteración eléctrica y mecánica está para saber si tu arritmia va progresando rápido y si te encuentras en un estadio más o menos avanzado», explica David Filgueiras Rama, investigador principal del estudio. Este diagnóstico es clave de cara a que el problema cardíaco no se repita. «Si identificamos la arritmia y vemos que la actividad eléctrica y mecánica van bien y juntas, quiere decir que a lo largo del tiempo, más allá de un año, la probabilidad de que si te quitamos la arritmia no vuelva es alta».

Este nuevo abordaje analiza la fibrilación auricular, un ritmo cardíaco irregular que se produce «cuando las aurículas dejan de tener una contracción eficiente, presentan una contracción muy débil y muy difícil de evaluar». Esta condición, que supera los 10 millones de pacientes diagnosticados en Europa, puede provocar coágulos de sangre en el corazón y que aumente el riesgo de accidente cerebrovascular o insuficiencia cardíaca y afecta «sobre todo a los mayores, es más habitual en las personas de más de 80 años», destaca.

A la hora de evaluar la actividad del corazón, tanto las aurículas como los ventrículos, «tenemos parámetros de estructura, de contracción y eléctricos, que se alteran con una arritmia, que afecta entre un 1,5 y un 2 % de la población general», argumenta Filgueiras. Este latido irregular altera las características del corazón de manera distinta en cada individuo. «Lo hace de manera progresiva y a un ritmo diferente en cada persona. Es como si un cáncer se extiende en un día o en un año».

Evalución completa para controlar la arritmia

Las alteraciones eléctricas y mecánicas son las más precoces, ocurren en los dos o tres primeros meses. «Si detectamos que existe disociación entre estas dos actividades, la probabilidad de que repita la arritmia y no la controlemos es alta». Un pronóstico que empeora cuando se produce más daño y se encuentran alteraciones estructurales evidentes, como alteraciones en las paredes. «En este caso es muy poco probable que podamos controlar la arritmia y devolver el ritmo normal», señala el investigador.

A nivel clínico, la detección de la disociación informa de un mayor avance de la enfermedad y permite «tomar decisiones más rápidas para devolver de forma eficaz y duradera el ritmo cardíaco normal a estos pacientes», destacan Daniel Enríquez Vázquez, del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña y miembro del CBERCV, junto a los otros dos primeros firmantes del trabajo, Jorge G. Quintanilla y Alba García Escolano, del CNIC.

Esta nueva aproximación diagnóstica permite una evaluación completa. «Hemos visto que si integramos la información eléctrica durante la arritmia con la información contráctil, detectamos cómo se dan esas alteraciones precoces y cómo cada actividad va a su ritmo, que llamamos disociación», dice Filgueiras. Lo que ha supuesto todo un reto a nivel tecnológico. «Los aparatos de ecografía te permiten obtener imagen doble para evaluar la actividad mecánica y también permiten obtener señal eléctrica, pero la integración de las dos no se hace. Lo que hemos desarrollado no está integrado en un aparato», indica.

Diez años de estudio

El estudio, publicado en la revista Nature Communications, comenzó hace diez años atrás y cuenta con un equipo multidisciplinar. «Nos juntamos ingenieros, físicos y clínicos para hacer pruebas y comprobar cómo podíamos ver esas contracciones en una arritmia, encontramos varias posibilidades y ahí empezó», subraya Filgueiras. Una tarea a la que luego se incorporaron investigadores del ámbito de la biología, biotecnología, bioquímica e ingeniería biomédica, así como cardiólogos que a través de estudios experimentales observaban «cómo los cambios ocurrían a medida que la arritmia progresaba en el tiempo».

El desarrollo de la técnica se ha vertebrado en tres períodos. «Una primera fase de diseño y desarrollo de herramientas más técnicas para poder evaluar y después una experimental, en la que se estudia cómo ocurre esto en modelos experimentales y los mecanismos que lo explican. Y por último la fase clínica, en la que se estudia qué valor tiene en los pacientes esta nueva herramienta», dice. En esta última etapa, se analizó la actividad de pacientes que sufren la arritmia de manera continuada, ya que «cuando se les quita, se les puede evaluar la actividad contráctil, el problema es aquella persona que la tiene y no se le quita, pues es cuando todos estos cambios precoces se aceleran y ocurren, en los tres primeros meses». 

El proyecto ha estado dirigido por Filgueiras, en colaboración con investigadores del Hospital Clínico de San Carlos, Hospital Universitario Central de Asturias, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña. Universidad Complutense de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid, Universidad Autónoma de Barcelona, Universidad de Connecticut y CIBERCV. Además, han contado con el apoyo del programa H2020 de la Unión Europea, el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Instituto de Salud Carlos III, la Fundación Interhospitalaria para la investigación Cardiovascular, el CIBERCV, la Fundación Salud 2000 y la Fundación La Caixa.