El barrio que dio a luz la Lisboa moderna

Brais Suárez
Brais Suárez LISBOA

SOCIEDAD

Praza do Comercio, en Lisboa
Praza do Comercio, en Lisboa BRAIS SUÁREZ

La Baixa Pombalina se recupera del abandono a costa de entregarse al turismo y las cadenas internacionales

09 jun 2025 . Actualizado a las 10:10 h.

A un lado, bajo el castillo de São Jorge, se escuchan los fados de la Alfama; al otro, los bares del Chiado; enfrente fluye el Tajo, y detrás la Avenida da Liberdade. Lisboa gira en torno a la Baixa Pombalina, pero no está claro si este barrio, el primero de la Lisboa moderna, es un eje que hace centrifugar a la capital portuguesa o un agujero negro que la engulle. Tiendas de suvenires, grandes cadenas, tuktuks, hoteles, pisos turísticos y restaurantes más típicos por sus fados enlatados que por la comida. Hoy parece un no lugar, un centro atropellado por el turismo, que le ha robado su personalidad, pero que también le ha permitido regenerarse después de décadas de abandono.

«Ha muerto de éxito», critican (y se manifiestan) cada vez más lisboetas. «La ciudad se sigue recuperando, ya no es peligrosa, la gente vuelve a querer vivir en el centro, aunque los portugueses no puedan permitírselo», defiende André Caiado, uno de los arquitectos que mejor conoce este barrio, tras reformar decenas de edificios históricos.

BRAIS SUÁREZ

Nos encontramos en su último trabajo, toda una manzana en la Praça do Rossio, que une siete portales y que ahora acoge uno de los mayores Zara del mundo. «Hemos respetado al máximo la originalidad del edificio y las partes que cambiaron con el tiempo; por eso Patrimonio aprobó la intervención», cuenta Caiado. Paseando por el interior se aprecian elementos decorativos de los últimos tres siglos, detalles de dormitorios, las lareiras de las cocinas, la escalera del antiguo hotel Fráncfort o el mostrador de una farmacia. «Desde el sótano se veía el cielo; estaba a punto de derrumbarse, como todo el barrio», recuerda el arquitecto, ya en la calle, de camino hasta otras de sus reformas: la antigua Nunes Correia.

Restauración

Todas las restauraciones se guían por el Cartulário Pombalino, los planos de reconstrucción de esta zona que quedó arrasada tras el terremoto y posterior incendio del 1 de noviembre de 1755. El Portugal moderno nació un Día de Difuntos, sobre las ruinas del viejo: «Probablemente, nos encontremos sobre los restos de un recinto para carreras de cuadrigas romanas y vestigios de la ciudad medieval, como un hospital. Lo poco que quedó en pie tras el terremoto fue destruido por orden del jefe de Gobierno, el marqués de Pombal, que quiso empezar desde cero», resume Caiado.

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Las obras fueron de la magnitud de la propia desgracia, que obligó a repensar la manera de construir, el armazón de los edificios, la infraestructura sanitaria o la planificación urbana. El diseño, encargado a ingenieros militares, priorizaba la eficiencia y se basó en el plano reticular de las ciudades coloniales, con perpendiculares al río que unen las plazas do Comércio y Rossio, sin más concesiones monumentales que el gran arco de la rúa Augusta. Los edificios, de corte neoclásico, son sobrios, de medidas idénticas y elementos producidos en serie, como los vanos de las ventanas y puertas. O como los azulejos, el recurso más eficiente para la decoración y aislamiento. En el suelo, la piedra lioz y la famosa calzada pombalina, de adoquines calcáreos y basálticos.

Pero lo más innovador está escondido entre los muros: la gaiola, una malla interior que el arquitecto Johann Friedrich Ludwig importó del norte de Europa hasta el Palácio de Mafra. Esta armazón permitió que su residencia, actualmente el Hotel Ludovice, quedara intacta tras el temblor, por lo que acabó empleándose en toda la ciudad como sistema antisísmico.

«Recuperamos hasta los forjados de madera y la piedra lioz en el suelo. Cada rehabilitación aproxima más la Baixa a cómo nació», insiste Caiado. Por algún motivo, cuanto más parecida a la original, menos auténtica parece.