Así es la «generación desconectada»: jóvenes que huyen de las redes sociales ante la avalancha de estímulos

Adrián García Seoane REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Miguel García y Ariadna Mato abandonaron las redes, saturados por las notificaciones.
Miguel García y Ariadna Mato abandonaron las redes, saturados por las notificaciones. ANGEL MANSO

Cada vez más nativos digitales abandonan estas plataformas para disfrutar de la vida real. «Las redes te dejan vacío y sin energía», señalan.

22 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Son jóvenes, pero han abandonado las redes sociales en una época en la que el número de usuarios en estas plataformas crece año a año. Desde pequeños se criaron con internet en casa, pero han decidido dejar de comunicarse a través de las pantallas para hacerlo cara a cara. Alguna vez tuvieron cuentas en Instagram, Facebook o X, pero el algoritmo, diseñado para generar dopamina en un bucle infinito, les acabó saturando y renunciaron a ellas. Son, en definitiva, el primer germen de la «generación desconectada», aquella que ha resuelto vivir al margen de la redes para disfrutar de la vida real. La Voz ha contactado con algunos de estos jóvenes para conocer los motivos por los que no usan redes sociales.

«Empecé a utilizarlas cuado tenía 13 o 14 años, más que nada por presión social, y hubo una época en la que usé bastante Instagram y Facebook», cuenta Benjamín Sandívar (29 años), quien se apartó de las redes hace cuatro años. «Al principio, cuando Instagram todavía no tenía muchos usuarios, te salían fotos de tus amigos y cosas que eran de interés para ti, pero después cambió el algoritmo y ya solo me salían influencers y un montón de anuncios que ni siquiera me importaban. Además, constantemente te están mandando notificaciones a las que tienes que prestar atención, aunque solo sea un segundo. Acabé tan harto de estar todo el tiempo conectado que me salí», explica este joven.

Xoán Maya prefiere leer o pasear antes que usar redes sociales.
Xoán Maya prefiere leer o pasear antes que usar redes sociales. ANGEL MANSO

Algo similar le ocurrió a Xoán Maya (25 años), quien en un principio accedió a las redes por curiosidad, ya que se define como un «entusiasta tecnolóxico». Sin embargo, pronto se dio cuenta del tiempo que le consumían. «A pregunta que me fixen foi: que estou deixando de facer por ver todas estas pequeneces? Non se trata de ser alarmistas, pero si creo que temos que ser coñecedores de como gastamos o noso tempo. Eu prefiro dedicalo a pasear, quedar cun amigo ou ler unha novela», indica.

Un mismo sentir expresa Miguel García (27 años). Él reconoce que nunca se sintió demasiado atraído hacia las redes, aunque acabó creándose un perfil en Instagram porque «cada vez que coñecía a unha persoa, me preguntaba cal era a miña conta». Sin embargo, pronto las abandonó al notar que «pasaba un montón de tempo nelas e perdía capacidade de concentración». Poco tiempo después, su pareja, Ariadna Mato (26 años), siguió sus pasos. Ella apunta como motivo para dejarlas «la avalancha constante de estímulos». «Para mí, te dejan vacío, sin energía y sin un espacio para ejercer la creatividad», señala la joven.

«Teño a sensación de que as redes vólvente medio parvo»

Adrián García Seoane

Además del tiempo que consumen les redes sociales a diario —de media pasamos en ellas casi dos horas y media al día, según recoge un informe de la agencia We Are Social— otro de los motivos que esgrimen estos jóvenes para no utilizarlas es su impacto sobre la salud mental y la capacidad cognitiva, algo que confirman diversos estudios que apuntan a que el uso excesivo de las redes incide negativamente sobre estos aspectos. «Teño a sensación de que as redes vólvente medio parvo. É un pouco o equivalente á televisión cos nosos pais, que prendían o televisor, apagaban o cerebro e quedaban aí momificados durante tres horas», opina Miguel. Por su parte, Ariadna subraya el efecto perjudicial que han tenido sobre su salud mental: «Las redes están diseñadas para que todo te llegue a un ritmo frenético y sin pausa. Si eres una persona deprimida o ansiosa, este tipo de aplicaciones solo hacen que tu problema se agrande. Yo, por ejemplo, llegué a usarlas durante cinco o seis horas seguidas en los momentos en los que me encontraba más deprimida», señala.

Otra razón para no emplearlas, según estos jóvenes, son las barreras comunicativas que acaban creando en la vida real. «Lo veo sobre todo en gente un poco más joven que yo: chavales que están en una misma habitación, todos mirando el móvil y en silencio la mayor parte del tiempo, salvo para enseñarse un vídeo entre ellos. Visto desde fuera es algo ridículo», relata Benjamín. Una impresión que también comparte Miguel: «Teño algún amigo que parece que o perdín nas redes sociais. Hai veces que quedo con eles e a conversa que me dan só é sobre os memes que ven en Tiktok», se lamenta.

A esta burbuja social hay que sumarle la informativa, ya que muchas veces el algoritmo solo muestra publicaciones que coinciden con las convicciones ideológicas del usuario. A este respecto, Ariadna cree que las redes «buscan solo mostrarte contenidos que te gusten, que no te aburran, que no se salgan de lo que piensas. Son un continuo chute de dopamina. Si, por ejemplo, lees un periódico, vas a encontrarte artículos que se saldrán de tu zona de confort, pero que quizá te interesen», expresa. Xoán Maya coincide y añade que las redes poseen «unha inercia a confirmar o que xa sabemos». «Por iso prefiro informarme a través de boletíns informativos, pódcast ou xornais», apunta.