La granja se sitúa en una plataforma de tres pisos en el puerto de Róterdam
21 oct 2019 . Actualizado a las 17:07 h.Una veintena de ganaderos holandeses mima cada detalle de la comida e higiene de las 35 vacas embarcadas en la primera granja flotante del mundo, que apuesta por la producción sostenible de leche en Róterdam, aprovechando el espacio acuático, que representa el 70 % del planeta.
Cada una de las vacas tiene una foto de carné en la que posa mirando a cámara, sabiéndose parte de un proyecto único. Las fotos están todas en una lista colgada en la oficina, donde aparece su nombre y su número de DNI: Jacoba I (6992), María (7213), Rebekoe (7230), Diva (7081), Edgar (7219) o Annabel (7155).
Las cuatro palabras clave de este proyecto son el bienestar (del animal), la circularidad, la sostenibilidad y la innovación, todas tareas concentradas en una granja que produce alimentos saludables y cerca del consumidor; o sea, dentro de la ciudad, recuerda Peter Van Wingerden, desarrollador de la Floating Farm (granja flotante, en inglés).
No faltan razones para recurrir a la construcción en el agua: la escasez de tierra, el cambio climático, el rápido crecimiento de la población concentrada en las grandes ciudades y las largas distancias entre la producción y los consumidores, lo que conduce a un mayor uso del transporte y por ende a una mayor contaminación.
La idea nació en 2012, cuando Van Wingerden se encontraba en Nueva York y se dio cuenta de la fuerza que tuvo un huracán como Sandy para arrasar una ciudad y dejarla sin suministros: el centro logístico se hunde, las estanterías de los supermercados se vacían y los residentes no tienen acceso a ningún alimento dos días después del desastre.
«Lo que más me sorprendió fue ver lo vulnerable que eran a un fuerte temporal. La comida en Nueva York viene de lejos. Los proveedores no fueron capaces de acceder durante días porque las carreteras estaban inundadas», recuerda sobre aquellos días trágicos para la ciudad más poblada de Estados Unidos.
La granja está en el complejo de Merwedehaven, en la periferia del puerto de Rotterdam. Rodeada de embarcaciones marítimas, recintos portuarios y vías acuáticas, las 35 vacas rojas y blancas flotan en esta plataforma de 1.300 metros cuadrados.
Son tres pisos: uno de diferentes usos sumergido en el agua, en el segundo hay una fábrica de lácteos donde se elabora el yogur y se trata la leche, y en la planta superior, se encuentra el ganado, alimentándose al aire libre.
Además de usar el espacio acuático, la innovación que representa esta granja es el uso de la tecnología verde. El techo recoge el agua de la lluvia, que se reutiliza y, a un lado de la granja, decenas de paneles solares flotan en el agua suministrando la energía que necesitan los sistemas que forman la Floating Farm.
Las vacas se alimentan de desechos orgánicos de empresas locales, y el estiércol se procesa y separa de la orina gracias al piso de membrana, lo que para Van Wingerden «representa un ciclo de producción cerrado y perfecto».
Además, hay un jardín verde en tierra firme, donde las vacas pueden deambular libremente durante horas y donde también se cuida y alimenta a los recién nacidos, que aún no están preparados para «salir a flote».
El escrutinio que ha superado este proyecto de «agricultura urbana» antes de lograr el visto bueno del municipio ha durado años. Primero fueron los defensores de los animales, que denunciaron el posible efecto del oleaje en las vacas, pero una investigación de la Universidad de Utrecht confirmó que el ganado no se mareaba.