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Las mujeres de Entrimo que salvaron a unas vacas en peligro de extinción

SOMOS AGRO

Albertina Adán, de Olelas, con una vaca cachena
Albertina Adán, de Olelas, con una vaca cachena Santi M. Amil

En Olelas se recuperó la raza cachena, única en el mundo

25 jun 2023 . Actualizado a las 11:49 h.

Olelas es sitio distinto. Situado en el concello ourensano de Entrimo, en plena Serra do Xurés, sus treinta vecinos guardan un tesoro. La vaca cachena, raza única y propia de este pueblo limítrofe con Portugal, estuvo a punto de desaparecer a finales del pasado siglo. De la mano del Centro de Recursos Zoogenéticos de Galicia situado en Fontefiz (Coles), pero sobre todo gracias a la implicación de cuatro vecinos, hoy pervive y se puede ver en otras partes de España. De los primeros productores, artífices de la recuperación, solo quedan dos. Las cabeza de familia, Albertina y María Hortensia, presumen de haber conseguido el milagro, aunque dejan una dura y sacrificada herencia a sus hijos.

Olelas es fin de camino. Cuando restan pocos kilómetros para llegar el paisaje se llena de vacas cachenas, reconocibles por su tamaño y sus colosales cuernos. En un monte rocoso y ruin, afirman los vecinos, se mueven como las cabras, sueltas y subiendo peñascos para aprovechar todo el pasto.

Albertina Adán Domínguez lleva toda su vida en Olelas, menos dos años y medio que emigró a Francia, como muchos de sus convecinos. Tiene cuatro hijos y tres de ellos siguen viviendo de las vacas cachenas que ella y su marido, Nemesio, recuperaron. «Cachena houbo toda a vida aquí. Utilizábase máis para o traballo, porque son pequenas e máis duras que as outras vacas, son como cabras. Por iso, sempre había algunha nas casas», relata Albertina. Entre 1965 y finales de los años ochenta, la raza entró en peligro de extinción. No eran rentables y muchos vecinos cogieron las maletas para emigrar y buscar una vida mejor.

Vaca cachena en Olelas
Vaca cachena en Olelas Santi M. Amil

Todo cambió en los años noventa del pasado siglo. Empezaron a ofrecer subvenciones de la Xunta para recuperar la raza, de la mano del Centro de Recursos Zoogenéticos de Galicia. Y Albertina se sumó.

«A partir de aí, as crías xa non se vendían, gardábanse. E fomos tamén a mercar a Portugal. Cando me casei, hai 52 anos, meus sogros tiñan catro, agora temos unhas duascentas», resume. En la decisión hubo parte de subsistencia pero también de amor a la tierra. «Emigrariamos a Francia e a saber como nos iría...». Siente orgullo por la decisión. 

Ese sentimiento de pertenencia al pueblo también se traslada a las vacas, que tienen una media de vida de veinte años. Todas tiene nombre. Afirma que las conoce con solo verlas. «Agora falan delas polo número que teñen, pero eu púxenlle nome a todas. Sobre todo de cantores. Unha era Pantoja», explica. De su explotación han salido cachenas que ahora se crían en el País Vasco o Tenerife. Pero algunas nunca dejan Olelas. «Recordo que vendemos unha que se chamaba Adelia e que desgusto levei.... Ela estaba sempe ó lado do embalse, eu gritáballe o nome e ela miraba para min. Moitas deixei morrer por non vendelas», dice.

Albertina afirma que las ayudas que se dan hoy no son como las de hace tres décadas y que los jóvenes lo tienen más difícil: «É moi sacrificado e cada vez temos máis gastos. Agora vexo ós meus fillos e ten que gustarlle, se non non vale a pena».

María Hortensia, con los terneros de vaca cachena
María Hortensia, con los terneros de vaca cachena Santi M. Amil

María Hortensia Alonso es de la misma opinión. Ella también se sumó hace treinta años al proyecto de recuperación de la vaca cachena. Llegó a Olelas en 1977 cuando se casó con su marido, aunque ella también es natural de un pueblo de Entrimo.

En la fachada de su vivienda hay una cabeza de cachena. Es Lixeira. Una vaca muy querida por su suegra. «No ano 1993 viñeron os de Fontefiz a ofrecernos dez vacas. O meu marido non as quería, pero eu chamei ó señor e pedinllas, tirei para adiante. Foi a miña vida, fun feliz con elas. Cheguei a ter duascentas cabezas», explica. Hoy tiene treinta. Un accidente la dejó en el 2020 sin un pie y resulta difícil seguir el ritmo del ganado. Sin embargo, allí sigue: «Se non as tivera, hai días que non me levantaría da cama».

Hortensia afirma que la cachena es la seña de identidad del pueblo y que hay que cuidarla. Aunque no fue fácil al principio, dice, por lo menos hubo subvenciones. Ahora es diferente: «Acabarei vendendo todas, xa estou vella. Non hai xente que queira coller o relevo porque non hai axudas e é moi duro».

Albertina y Hortensia son la cabeza visible de la recuperación de la raza, aunque actualmente hay otros productores en la zona, y en el limítrofe Portugal, que dan salida a la cachena, cuya carne es cada vez más valorada en la restauración. Un producto gourmet que pervive por el amor a la tierra.

Vaca cachena en Olelas
Vaca cachena en Olelas Santi M. Amil

La raza cachena

Está considerada la raza bovina más pequeña del mundo. El área de origen la sitúa en el sudoeste ourensano, en las sierras de O Xurés, O Leboreiro y O Quinxo, pero al final quedó arrinconada prácticamente en el pueblo de Olelas. Está encaminada a la producción de carne de excelente calidad, tierna y de un sabor inigualable.

Además de su talla reducida, destaca la armonía corporal y el gran tamaño de la cornamenta. Su cabeza es pequeña, la frente tiene melena abundante, los labios son gruesos, el hocico arrugado y está rodeado de una aureola blanca. Sus ojos son oblicuos.

Su rendimiento es de alrededor del 50 %, con altos porcentajes de cuarto trasero, donde se encuentran las piezas de mayor valor comercial (lomo, solomillo, redondo, cadera y contra). Su grasa, sobre el 2 %, está muy bien distribuida e infiltrada, más que ninguna otra. Las características propias de la  raza, unida a la alimentación natural en extensivo, favorecen un nivel muy elevado de ácidos grasos insaturados (omega 6, omega 3 y CLA), todos ellos con propiedades cardiosaludables. 

Actualmente, gracias a la recuperación de la cachena por parte de los vecinos de Olelas, hay explotaciones por toda Galicia. En el año 1999 había 26 ganaderías de esta raza, veinte años después suman 155, con un 500 % de crecimiento. El censo en el año 2019 era de 30 en A Coruña, 56 en Lugo, 38 en Ourense y 18 en Pontevedra. A estas hay que sumar trece en otras localidades del resto de España.