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27 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Yago no estudió para ser granjero. Sus planes nunca habían sido quedarse con la explotación porcina que hasta ahora llevaba su madre. «Hice la carrera de Administración y Dirección de Empresas, y como al terminar no había trabajo de nada decidí meterme a esto», se justifica. A pesar de no ser lo que esperaba, él está contento: «Conozco esto desde que soy pequeño, ya sabía como funcionaba».
La granja del Valle Freire es una explotación porcina que está en Guitiriz y que se dedica a la cría y alimentación de cerdos que provienen de diferentes partes de España. «Nosotros nos encargamos de mantenerlos y cuidarlos. A los cuatro meses los llevamos al matadero y luego van a parar a empresas como Campofrío, El Pozo...», explica. Este joven lucense es uno de los beneficiarios de las ayudas a la incorporación de jóvenes a actividades agrarias. Él la solicitó en 2016 y, aunque aún no ha cobrado todavía ninguna parte de la subvención, sabe la cantidad de dinero que le corresponde: 120.000 euros para una ampliación de la nave principal.
«Conozco esto desde que soy pequeño, ya sabía como funcionaba»
Uno de los requisitos con los que se encontró a la hora de solicitar la ayuda es que una vez concedida debía de estar un mínimo de cinco años trabajando en la explotación. Al tratarse de una granja porcina que ya funcionaba y generaba beneficios, este requisito no le supuso ningún problema. No obstante, como Yago no tenía más formación que la adquirida por vivir la granja desde que era pequeño, tuvo que hacer un cursillo de formación agraria en el que le enseñaron lo básico en asistencia sanitaria y cuidado de los animales.
¿Y está volviendo gente joven al rural? No se piensa dos veces la respuesta: «Sí, hace años no se metía nadie y ahora yo veo que mucha gente de mi edad que lo hace se está dedicando a temas agrícolas».
