Un vecino de Ortigueira, a punto de morir por picaduras de velutina: «Me salvó que no estaba solo»
GANADERÍA

Antonio estaba cortando leña en Devesos, donde vive, cuando le picaron las avispas que habían anidado en un neumático
20 jun 2025 . Actualizado a las 10:18 h.«Esta vez zafaste, pero si te vuelve a pasar te mueres», le advirtió una doctora a Antonio, vecino de Devesos. Ferrolano de 62 años, lleva 40 viviendo en esta parroquia de Ortigueira, donde gestiona una explotación ganadera de carne junto a su pareja. El lunes, al caer la tarde, se acercó con un primo a un prado, a unos 500 metros de su casa, para trocear un árbol que se había caído y estorbaba para colocar las rotopacas de silo.
«Mientras cortamos por un lado, nada, pero cuando cortamos por el otro, el humo de la motosierra iba hacia unos neumáticos (que se usan para nivelar las bolas de silo) y se ve que excita y mosquea mucho a las velutinas, que salieron y me atacaron», relata. Las picaduras del meñique de la mano derecha y de ese brazo aún le duelen. En seguida se subió al coche: «Le dije a mi primo: ‘Vámonos', y ya me quedé ciego».
El pariente llamó a su mujer, que avisó al 112. La alerta llegó al Grupo de Emerxencias Supramunicipal (GES) de Ortigueira, que pidió que se movilizara el helicóptero del 061. «Eso fue determinante; si no, lo mismo no llegaba a tiempo, porque aquí no hay ambulancia medicalizada, tienes que ir en la básica y hacer un transbordo de camino», explica. La memoria es borrosa. «Cuando lo estás viviendo, no te enteras. Es como estar dopado a la bestia, con algún momento de lucidez», relata.
«Estaba aturdido, no coordinaba, no decía palabra, oía cuando oía». Recuerda la sensación de boca seca y que le dieron agua mientras esperaba en el prado. No sabe cuánto tiempo transcurrió, quizás media hora. Es alérgico a las abejas y desde el primer momento tuvo claro que «era un envenenamiento por las velutinas», que nunca antes le habían picado. «La avispa de aquí, sí, y lo noto, pero sin más».
Sí es consciente del momento en que despegó el helicóptero —«hacía mucho ruido»—, de que mucha gente le ayudó a subir y de las voces del personal sanitario que le acompañó. Siete minutos después aterrizaron en el Hospital Naval, en Ferrol, y ya había una ambulancia esperando para conducirle al Arquitecto Marcide.
«El tratamiento fue bestial, un montón de tubos, tremendo, ya en el helicóptero, y luego en la residencia». Desde que se despertó le mantuvieron en observación en urgencias «porque podía haber reacciones tardías», y doce horas después de ingresar le dieron el alta. Explica que los sanitarios elogiaron la respuesta de su pareja, «que mantuvo la serenidad pese al susto tan potente».
«Me salvó de morir que no estaba solo», repite Antonio. A partir de ahora extremará las precauciones y siempre llevará encima un autoinyector de adrenalina, indicada en caso de anafilaxis (reacción alérgica severa). Los efectos aún le duran, y al día siguiente de volver del hospital tuvo que acudir al PAC de Ortigueira: «Me salieron sarpullidos en la espalda [...]. No sé en cuántos sitios me picaron ni cuántas eran».
Antonio, que compagina el trabajo en la granja con la música (toca la percusión tradicional en Os Debotos), da las gracias al GES por la rápida reacción y a la Guardia Civil, que colaboró «activamente», y a todos los sanitarios que le atendieron, «que son geniales». «Es fastidiado el tema de la velutina, gente que trabaja en la madera en el monte, en zonas de difícil acceso —alerta—. Nosotros estábamos en un prado y el helicóptero pudo aterrizar a 25 metros».
Cree que la Administración debería realizar campañas de trampeo para capturar reinas y evitar la proliferación de nidos, en vez de dejarlo en manos de los vecinos. La Asociación Recursos de Aldea (Ortegal) también avisa del peligro de la avispa asiática, pide más trampeo, «coidado cos desbroces no monte e nunca ir un só».