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«¿Estás seguro?», la pregunta que más veces tuvo que responder un joven gallego que se fue tres meses de prácticas a un pueblo de Soria

Efe MADRID

SOSTENIBILIDAD

OSCAR CELA

Tres participantes en el Campus Rural, una iniciativa para enfrentar el reto poblacional del Plan de Recuperación y Transformación, coinciden en el desconocimiento del rural que existe en las ciudades

01 jul 2024 . Actualizado a las 09:39 h.

El verano pasado Alejandro Antelo, un joven de 23 años de A Coruña que cursa en Sevilla el doble grado de Grado en Geografía y Gestión del Territorio e Historia, se fue de prácticas. Escogió la Mancomunidad Tierras Altas de Soria, donde participó durante tres meses en la elaboración del Plan de Ordenación del Territorio en uno de los ayuntamientos que forman la mancomunidad. Fue uno de los 400 jóvenes de 37 universidades públicas que participaron en la primera edición del Campus Rural, una iniciativa enmarcada dentro del Plan de Recuperación y Transformación, que incluye 130 medidas frente al reto demográfico, y que pretende mostrar a los jóvenes que a lo largo de toda la geografía española hay pequeños pueblos, con apenas un centenar de vecinos en algunos casos y con escasos servicios en líneas generales, que en contra de lo que pueda pensarse pueden ofrecerles un amplio abanico de oportunidades. Porque los que formaron parte de la primera edición de este campus rural les dio la oportunidad de conocer 280 municipios de menos de 5.000 habitantes.

«Hay que quitarse los prejuicios», aseguró este joven en declaraciones a Efeagro, para el que existe una «desconexión» entre el mundo urbano y el rural. Tras conocer el programa por una charla en la universidad, Antelo decidió mudarse hasta una zona en la que «apenas hay 1.000 habitantes en toda la comarca» y la densidad de población es «de dos habitantes por kilómetro cuadrado».

«¿Estás seguro?», es una de las preguntas que el joven gallego recuerda que más recibió al compartir con sus allegados la decisión de realizar estas prácticas; por ello, ha defendido que es necesario «quitar los prejuicios» que existen en torno al rural. 

Pero este verano son más jóvenes los que han seguido sus pasos. Un par de días es el tiempo que lleva Estela Roiz, de 22 años y natural de Muriedas (Santander), realizando estas prácticas en Noja, un pueblo cercano a su localidad. Roiz es estudiante de grado de Ingeniería Marina y grado en Ingeniería Marítima en la Universidad de Cantabria y aboga por «abrir la mente» de cara a realizar experiencias laborales como esta. 

«Empecé el pasado jueves, ha sido raro, de repente hay mucho trabajo, mucho papeleo, con auditorias internas y externas, pero tengo que reconocer que estoy contenta», ha señalado al comenzar la conversación la estudiante cántabra. Para la joven, estos tres meses de prácticas son una ventana para «darle otro enfoque» tanto al medio rural como a lo que está estudiando. En general, ha considerado que el Campus rural puede ser una llave que lleve a mejorar las condiciones de vida de estas zonas y luchar contra la despoblación. 

Es el caso también de la recién graduada en el máster en Dirección de Empresas en la Universitat Rovira i Virgili, Liha Díaz, de 24 años y procedente de Cuba. Lleva un mes realizando sus prácticas rurales en Margalef de Montsant, en la comarca catalana de El Priorato (Tarragona); una decisión que celebra haber tomado ya que la considera como «la oportunidad perfecta» para entrar en el mercado laboral.

Para esta última estudiante, «una cosa son los libros y otra la realidad», por ello, las prácticas rurales son una oportunidad de llevar al día a día lo aprendido en las clases, ha defendido.

Las barreras y las oportunidades

Los tres estudiantes han defendido que esta es una experiencia que, no solo les puede abrir muchas puertas, sino que les ayuda a llevar a la práctica desde otro punto de vista los conocimientos han adquirido en la universidad. Por supuesto, no son escenarios bucólicos y también hay obstáculos, en especial el transporte, una barrera que sólo se puede salvar con vehículo propio, que se suma a la escasez de servicios básicos, como los comercios o el médico. A pesar de las dificultades que puede conllevar vivir y trabajar en el rural, a la pregunta de cómo valoran esta experiencia responden inequívocamente: todos volverían a elegirla.