Aveces, llevados por un análisis de detalle en las negociaciones pesqueras, nos olvidamos de las razones importantes. Ahora que se avecina el período en que los Estados miembros de la UE fijan los totales admisibles de capturas (TAC) y cuotas que entrarán en vigor el 1 de enero, volvemos a ver con temor los tijeretazos que nos anuncian para los caladeros comunitarios habituales de la flota española. Vuelve a predominar el qué sobre el por qué.
Cada año, desde la entrada en la UE, volvemos a estar en manos del organismo que vela por los recursos pesqueros de los diferentes caladeros. Para ello, aplica el RMS (rendimiento máximo sostenible) para cada una de las especies comerciales, en las diferentes zonas pesqueras. Lo extraño no es el control en sí, sino la frecuencia anual de tal control. Imaginémonos un empresario que invierte un fuerte capital en una actividad industrial y que, cada año, se vea obligado a limitar su capacidad productiva por razones exógenas no imputables a su legal actividad. Sin duda, estaríamos ante una situación tan anómala como impensable. A nadie se le ocurre hacer una fuerte inversión empresarial sin tener la certeza de poder actuar con ciertas garantías al menos a medio plazo. ¿Se han parado a pensar en lo injusto de limitar o ajustar la actividad de una flota pesquera cada año por razones biológicas? Para quienes hemos mamado diferentes caladeros de pesca un año tras otro, nos resulta cuando menos llamativo que no sea posible extrapolar un RMS más allá de un año, como si los cardúmenes de las diferentes especies se moviesen o perviviesen en función del calendario gregoriano.
Si el análisis de los stocks se hiciese con mayor rigor, o se tomase más en consideración la situación de los caladeros en función de las descargas procedentes de la actividad comercial, no sería necesario un reajuste de TAC cada vez que nos toca comer el turrón. Con los medios de que hoy dispone la ciencia, no debería resultar difícil hacer una predicción de stocks, al menos por períodos de 4 o 5 años.
Y si las razones biológicas no fueran suficientes para evitar el tijeretazo que se pretende, al que habrá que sumar el más que probable recorte de caladeros a causa del brexit, que nadie se olvide que estamos padeciendo una terrible pandemia que nos puede abocar a una escasez general de recursos. Y en esta situación, por una simple cuestión de prioridad, si alguien tiene que sufrir, que lo hagan los inciertos stocks. Como decía un colega, «no se engrasan los fusiles en plena batalla».
En cualquier caso y para que nadie nos pueda acusar de falta de conciencia ecológica, estaría bien recordar las acertadas palabras del gran experto pesquero que fue Valentín Paz Andrade: «Las especies no desaparecen. Cuando algún recurso deja de ser comercialmente rentable, al no actuar».