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Imagen de archivo de cuando estaba prohibido lanzar las cañas en los muelles de Portos
Imagen de archivo de cuando estaba prohibido lanzar las cañas en los muelles de Portos Jose Manuel Casal

13 oct 2021 . Actualizado a las 07:26 h.

Hace unos días fui a Laxe a dar una vuelta. A desconectar. Al llegar al puerto lo primero que me encontré fue a un padre con su hijo pequeño disfrutando de una soleada jornada de pesca. Además de compartir una afición, intercambiaban opiniones sobre fútbol y otros temas banales. A pocos metros se encontraba un jubilado. También probaba suerte. Una sana forma de combatir la nueva realidad marcada por el covid. Unas escenas que no se corresponden con otras que se ven, y se vislumbran, en algún que otro puerto de la Costa da Morte, como Malpica, donde los roces son habituales en este particular ecosistema social. Un muelle al que, por otra parte, algunos aficionados admiten con la boca pequeña que prefieren no ir por temor a que a una jornada de asueto acabe como el rosario de la aurora.

La pesca recreativa es una actividad saludable y hasta necesaria en estos tiempos de pandemia. Pero pretender hacer negocio bajo cuerda es otra cosa. «Por culpa de cuatro a los demás nos echaron de los puertos», comentó recientemente un carballés sobre el sentir generalizado del sector. Ver en un puerto una autocaravana equipada con varias neveras para hacer acopio de calamares que, posteriormente, se venden al mejor postor fuera de los canales reglamentarios y haciendo la competencia desleal a los que sí tienen que alimentar cada día a sus familias tiene poco de recreativo y sí mucho de lucrativo. Sobre todo cuando un restaurante ofrece a su clientela calamar de potera a 20 euros sin ningún tipo de garantía sanitaria. Son una minoría, sí, pero no por ello menos denunciable. Aunque ya se sabe, lo mejor en estos casos es siempre disparar al mensajero. Y si es con insultos y amenazas a través de las redes sociales, mejor.