
Técnicos de Energylab logran obtener del sargazo biometano que emplean ya algunos autobuses, pero comprueban que no sirve para fabricar pellets
23 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Las algas de arribazón, cuando llegan en la manera en que a veces lo hacen, en masa y en aluviones capaces de tejer una manta de color verde que asfixia a los bivalvos de tanto que los abriga, constituyen un serio problema para los mariscadores gallegos. Ya no se trata solo de la amenaza que suponen para almejas y berberechos, sino que, además, les obliga en esas ocasiones a extender su jornada laboral o directamente a cambiar los trabajos de extracción de marisco por los de retirada de sargazo.
Algunas de las soluciones tecnológicas para resolver este problema se han encaminado a mejorar el método de limpieza, mecanizando un proceso que es básicamente manual. Ahí está que las cofradías de la ría de Pontevedra están probando una especie de aspiradora para retirar las algas de los fondos marinos.
Sin embargo, no son tantos los proyectos de innovación que se han orientado al aprovechamiento del recurso. Anfaco, en su centro tecnológico Cecopesca, probó a obtener proteínas y fibras de esos desperdicios. Cetmar (Centro Tecnolóxico do Mar) también experimentó con el modo de aprovecharlas como abono dentro del proyecto Gestalgar, con el que buscaba, además, una gestión integral de esas invasiones de algas. Ahora, el centro tecnológico Energylab, apoyándose en resultados de ese Gestalgar, ha encontrado otro modo de convertir en recurso lo que ahora es tan solo un residuo: emplear el sargazo que llega a las playas en la obtención de combustibles. Líquidos o sólidos. Una alternativa muy en línea con esa querencia verde que ha imbuido a Europa en busca de fuentes de energías renovables que destierren en el 2050 por completo los combustibles fósiles.
En el marco del proyecto denominado Valoralgae, los técnicos del laboratorio probaron a reducir el impacto negativo de estas algas por dos vías: usándolas para obtener biogás y pellets. Claro que no se puede obtener combustible renovable con el sargazo así tal y como está en la playa. Antes, es preciso limpiar las arenas que trae adheridas y eliminar las sales, un proceso para el que ha sido de gran ayuda el innovador equipo de limpieza desarrollado en el proyecto Gestalgar: una especie de lavadora que deja las algas listas para el siguiente paso, ya sea este convertirlas en abono para tierras agrícolas, o emplearlas como materia prima para la producción de biogás.
Porque las investigaciones de Energylab sobre el potencial metanogénico de la Ulva lactuca, la Gracilaria spp, la Fucus spp y la Ulva intestinalis —que fueron las muestras que se recogieron en la playa de A Barra (Redondela) y la playa de Castelete-O Rego (Vilanova de Arousa) para hacer las pruebas— dieron buenos resultados. Así, «el biogás obtenido a partir de la digestión anaerobia de las algas se podría utilizar como combustible de vehículos siempre que se limpiase y purificase antes», explica Ángela Rodríguez Abalde, responsable del Área de Bioenergía de EnergyLab. Esto es, hay que eliminar «compuestos indeseables, como vapor de agua, ácido sulfhídrico (H2S), dinitrógeno (N2), y reducir al máximo el contenido en CO2 para convertirse en biometano apto para automoción».
No se ha probado en el centro tecnológico, pero sí ha contribuido «a través de la Unidad Mixta de Gas Renovable, a que en la EDAR de Bens (A Coruña), existan furgonetas e incluso un autobús que se mueven con biocombustible obtenido a partir del biogás». Aparte, el biometano, si cumple con las condiciones requeridas por normativa, también podría ser utilizado para su inyección a la red de gas natural existente en las ciudades, abunda Rodríguez.
Mal resultado en sólido
Menos éxito han tenido las pruebas para hacer pellets con las algas. El problema es su elevado contenido en cenizas, que no ha permitido crear un combustible sólido que cumpliese la normativa para emplearse en las calderas convencionales. Sería preciso usar esos pellets en equipos especialmente diseñados y ajustadas para ese combustible.
Tampoco el calor que daban era como para tirar cohetes. Un «poder calorífico moderado» lleno de nitrógeno, cloro y azufre que podrían corroer los equipos de trabajo y dar pie a que se formasen agentes contaminantes. Por eso, «su combustión directa no es una opción atractiva». Habría que crear equipos específicos para esos pellets de sargazo.