Patrocinado porPatrocinado por

Luis Conde: «El 59 % de las ventas que se hacen en el año se inician aquí, en el salón náutico»

E. Abuín BARCELONA / E. ESPECIAL

SOMOS MAR

cedida

El presidente del certamen de Barcelona señala que el evento es como el departamento de márketing de una empresa, que le permite tener sus productos cinco días en el escaparate

17 oct 2023 . Actualizado a las 04:45 h.

No hace mucho, Luis Conde viajó por negocios a A Coruña y el ocio le llevó a Sada, en busca de un lugar en el que comer un buen pescado Y como cazatalentos que es, captó en un barco del cerco todo su potencial para la náutica de recreo. El A Tenencia, que así se llama, lo encandiló. Lo atrajo por su similitud con el Black Night, una embarcación que hacía de árbitro en la Copa América hace 25 años y de la que Conde se enamoró. Por encima, le pareció el barco ideal para alguien con 18 nietos. «¡Ya habíamos llegado a un acuerdo de precio y todo!», dice. Pero cuando fue a pedir presupuesto para modificarlo, el sueño se escapaba de las manos. «¡Si llego a tener diez años menos!» Quizá estaría ahora paseando a sus 18 nietos por la ría de Ares, pero por ahora sigue con su velero, su lancha y su mallorquina por el Mediterráneo y desvelándose con el Salón Náutico de Barcelona, que este año ha ofrecido un aperitivo de la Copa América y con la que ahora trata de encajar en el calendario del año que viene.

—Se supone que el Salón Náutico mide la temperatura de cómo está el sector. ¿Qué marca?

—La náutica tuvo sus máximos en el 2007-2008. Después vino la crisis que fue horrible y cayó a la mitad en todo el mundo. Luego se fue más o menos recuperando y entonces llegó el 1-O, el procés, y bajó la participación. La gente no se atrevía a comprar, por si se quedaba sin un duro en el corralito, y el resto de España no vino al salón. Había amenazas, manifestaciones... Aquí no venía nadie. Ya en el 2017, 2018, 2019 empezó a recuperarse de nuevo y en el 2020 llegó el confinamiento. En cuanto nos dejaron salir hubo un bum, un cambio de hábitos en las vacaciones. El ciudadano ya no quería ir a un hotel con 5.000 personas y hacer cola para desayunar por miedo a contagiarse. Prefirió un apartamentito, un barquito… Pero entonces llegó todo el problema de escasez de producto. Con el confinamiento cerraron todas las fábricas, despidieron a gente y cuando remontó la demanda no se podían construir barcos porque no había mano de obra. Así es que te daban entonces un plazo de entrega de dos años o tres. Empezaron a venderse los barcos de segunda mano, de personas que lo habían pasado mal en la pandemia, que se habían muerto... Ahora, en el 2022-2023 hemos entrado en un período de cierta estabilidad, en los que crecimientos han sido del orden del 5 % y las matriculaciones están ya en volúmenes similares a los del 2019, con lo que la náutica ha vuelto a recuperar pulso. Y si lo que está ocurriendo en Ucrania e Israel no va a más, seguirá creciendo, porque la náutica va mucho con la economía.

—Han tenido que apretarse por los preparativos de la Copa América. ¿Ha restado eso participación?

—Ha restado espacio, pero el equipo ha sabido gestionarlo bien. Hemos metido los mismos barcos en menos espacios. Sí ha bajado el número de los que tenemos en el agua y se ha pasado de 180 a 160. Menos barcos, pero más grandes. Y 20 catamaranes, que es una muestra importante en el mundo... Otra cosa es el año que viene. El salón náutico coincide en el calendario con la Copa América y no va a poder ser. Si hay 240 expositores, y cada uno tiene que traer como mínimo a tres personas, que además son de fuera y tienen que alojarse en un hotel, ¿qué van a hacer, pagar 2.000 euros por una habitación? Eso si la hay. Es imposible.

—¿No se celebrará el salón?

—Sí, pero tenemos que ser lo suficientemente creativos para hacer algo diferente y abrir el salón cuando acabe la copa América, ya en noviembre. En eso estamos trabajando. Si lo logramos, la única cosa que puede pasar es que a esas alturas del año la temperatura será igual, pero los días son más cortos y habrá que ajustar el horario, buscar uno diferentes, quizá empezar antes.

—Pero no suspenderlo...

—Con la Copa América, imposible. No puedes suspenderlo, pero será diferente.

—Si España es de barquito chiquitito, ¿quién se lleva los catamaranes que se exhiben?

—El tamaño va con la economía de la zona, Hay 150.000 barcos de recreo en España y el 90 % tienen menos de 8 metros, con lo cual tenemos un certamen acorde con lo que tenemos. El salón náutico más importante es el de Düsseldorf porque es donde está el dinero. Después viene Génova, que es donde está el diseño. La tercera es Cannes, porque los franceses tiene una afición a la vela espectacular. Después ya está el de Barcelona, con barcos de 4-5 metros hasta 20, porque nuestra costa es muy de calitas y no para barcos muy grandes. Digo la costa del Mediterráneo; la de Galicia es otra cosa.. Es precioso, pero hay que ser muy valiente para navegar por allá. Se ven barcos pequeños porque es lo que hay. Es lo que va con nuestra economía, con nuestra orografía y con nuestra forma de vida.

—Entonces, ¿quién se lleva los catamaranes?

—Hay un mercado increscendo que es el del chárter. Crece y además a dos dígitos.. Las personas o empresas que más gastan en el salón náutico o los salones náuticos son las que se dedican a chartear barcos. Babaria, Beneteau… Todos estos compran 15 o 20 barcos en cada salón y es para alquilarlos. Este verano ha sido espectacular la cantidad de barcos de la lista sexta (de chárter) que se han visto navegando. Los catamaranes casi siempre son para alquiler. No tienes para uso privativo un catamarán, que necesita dos amarres. Además, muchos de los que lo compran a nivel particular también lo hacen para alquilar parte del año. Dentro de muy poco se va a permitir que los barcos de la séptima lista también se puedan chartear. Hasta ahora solo podía hacerse con los barcos de la sexta lista; es decir, tenía que ser una empresa, declarar como tal y deducir los gastos del barco, etcétera.

—¿Eso favorecerá las ventas?

—En España, la utilización media de un barco de recreo es de siete días al año...

—¿Solo?

—Sí. Tienes tres semanas de vacaciones en verano, una se te escapa; la segunda, un día llueve, otro tengo fiesta, el otro el santo de la suegra; la tercera... Al final, solo 7 días. Y como hay poca utilización, la gente opta por alquilarlo. No sé cómo se va a articular. Habrá que declarar por esos ingresos, un registro de quien alquila y quien la tiene... Pero ahora para la Copa América quizá mucha gente quiera alquilar su barco.

—¿Viene el público al salón atraída por la Copa América?

—No, viene porque quiere pasearse con los niños el fin de semana; darse un paseo maravilloso por el puerto viendo unos barcazos. Cuando éramos pequeños era lo que nos gustaba hacer. Me acuerdo que mi padre nos traída aquí, al salón náutico y lo que queríamos era subir a los barcos, claro. Y vienen los que tienen barco a comprarse algo. El que quiere cambiar el plóter porque se le ha estropeado, que quiere cambiar la teca porque... Aquí lo tiene todo. Encuentras pinturas, cascos, tecas, palos... Es como cuando vas al súper, que vas comprando y ‘¡ay qué almendritas!' Vas picando. En el salón igual, se te ocurren cosas, ‘ay, un cenicero para el barco', o una lamparita para cuando estemos cenando a bordo... El salón náutico es el departamento de márketing de una empresa puntera, donde tiene la oportunidad de tener su escaparate al público durante 5 días. Y el 59 % de las ventas que se hacen al año se inician aquí.

—¿Cómo lleva la náutica de recreo el reto de la descarbonización?

—La náutica va mucho más atrasada en ese sentido. La tecnología existe, pero por ahora la autonomía es muy limitada. Tiene que haber puntos de carga para empezar, y lo que tienes que lograr es que las baterías tengan una vida más larga de utilización. No hay ningún barco eléctrico que te permita ir de aquí a Mallorca, que es la travesía ideal para hacer en un barco. Pero bueno, tampoco hay un coche eléctrico que te permita ir de aquí a A Coruña. Lo habrá, seguro. Y el barco, también. Pero si del coche hablamos del año 2035 o 2040, en la náutica el horizonte está más allá.

—¿En el 2050, quizás?

—Veremos barcos volar. En la Copa América ya van los barcos volando (los veleros de la clase AC75). Y los auxiliares van con hidrógeno, volando. Nadie se piensa en comprarse un barco eléctrico para hacer travesías largas. Lo piensa uno que busca un barco pequeño, para ir a una cala, a la de al lado, a otra… Desde luego, es mucho más limpio, no tienes gasolina, no tienes olores, ni ruido, navegas a velocidad normal. Porque ir a toda velocidad con dos motores de 300, no hay eléctrico que valga, claro. Pero llegará.

—El lema de este año es «el mar es el cielo». ¿Por eso de volar?

—El mar es el cielo. No hay nada mejor. La mejor situación en mi vida es el momento en el que estoy en el barco, de noche, con luna o sin ella, con estrellas, fumando un puro y bebiendo un poquito de ron... No puedo estar mejor. Y la gente que le gusta el mar dice lo mismo. El mar es el cielo, pero en la situación que he descrito o en el medio de una tormenta navegando como un loco y esforzándote.

—Después de tantos salones, ¿hay algo que le haya sorprendido en este?

—Sí, en la exposición American Cup Experience, que explica la historia de la competición, han instalado un simulador de un barco de la Copa América. Te sientas, te ponen un casco y unas gafas y se empieza a mover como si estuvieras participando. No está todavía abierto al público, pero va a estar todo el año. A mí me impresionó.

—¿Ha conseguido la náutica de recreo quitarse la etiqueta de elitista?

—No lo ha logrado. Lo que pasa es que lo que trasciende es lo atípico: el barco de Naomi Campbell o de Cristiano Ronaldo, que han alquilado por una semana por 11.000 euros y salen en las revistas del corazón en bañador y espléndidos. Esa es la imagen que se tiene de la náutica de recreo. Pero aquí ¿quién accede a eso? Nadie. Ya he dicho que hay 150.000 barcos y el 90 % tienen menos de 8 metros. El españolito de a pie se puede comprar un barquito o alquilar un barquito, ya no me atrevo a decir que por cuatro duros, porque hay gente que no puede meter esos cuatro duros, pero muchos sí pueden. Y aprender a llevarlo, todos, de tanto que han avanzado las nuevas tecnologías en la náutica. La Copa América tiene que hacer un esfuerzo para demostrar a la población, por lo menos a la de Barcelona, que no es elitista. Todavía no lo está logrando. La gente tiene un freno entre ellos y la Copa América. La Fórmula 1 no es elitista, elitista es comprar un Porche, pero también hay muchos Golf. Tenemos que intentar todos demostrar que no es elitista. Yo tengo un puerto que se llama Port Marina Palamós. Mi obsesión es acercar el pueblo al puerto y ahora empiezo a lograrlo, pero ¿cómo? Pues poniendo un árbol de 25 metros en Navidad, organizando un concurso de habaneras el día de no se qué, una cremat el día de no se cuánto, una regata el día de la Virgen del Carmen... Y al final, 5 o 6 años después, parece que se va consiguiendo. Este año estoy haciendo un ascensor que va del pueblo al puerto para que la gente no tenga que bajar unas escaleras. Eso es acercar el puerto al pueblo. Si no, la gente llega al puerto y dice ‘esto es de ricos' y encima me van a hacer pagar por aparcar. Y en Barcelona es lo mismo. Barcelona no vive el mar, está de frente al mar. Antes era peor, porque estaba de espaldas al mar. Ahora está de frente, pero no vive el mar. Tiene que entrar en el mar y vivir el mar porque el mar es fantástico, pero de momento, no lo veo.

—Decía antes que el 1-0 afectó al salón. Ahora que de lo que se habla es de amnistía, referéndum y ecos del procés, ¿han percibido alguna aprensión por parte del público?

—Es que el 1 de octubre del 2017 había contenedores quemados, manifestaciones y bloqueos por todas partes. Estuvimos a punto de cancelar el salón.

—Pero ahora también hay tensiones.

—No porque la gente da por hecho que está ya pactado. Yo no lo creo, pero bueno, la gente lo da por supuesto. No está preocupada. No están más preocupados los catalanes que el resto de España. Le da igual.