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Del Índico a las rías: así se convierten las redes de los atuneros en cuerdas de batea

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

SOMOS MAR

Recinet Salnés gestiona cada año unas 800 toneladas de aparejos desechados que transforma en productos que van mucho más allá del sector del mar

19 mar 2024 . Actualizado a las 19:38 h.

En las islas Seychelles acaban, varadas en tierra, las redes de los grandes barcos que se dedican a la pesca del atún en el Índico. Fabricadas en nylon, «son resistentes, fuertes, estables». Así las describe Gregorio Lorenzo, de Recinet Salnés, una empresa que cada año trae hasta la orilla de la ría de Arousa entre setecientas y ochocientas toneladas de esos aparejos desechados con un único objetivo: darles una nueva vida. Buena parte de ellas acabarán de nuevo en el mar, convertidas en las cuerdas a las que se aferra el mejillón gallego, un auténtico tesoro de las rías.

Fue el padre de Gregorio quien, en la Cordelería Rial, comenzó a fabricar cuerdas para el sector del mejillón «con redes de bacaladeros y barcos del banco canario-sahariano». Pero con el paso del tiempo, descubrió que las de los atuneros ofrecían más garantías. Gregorio, que aprendió el oficio desde niño con su padre, decidió aplicar todo lo aprendido en su propia empresa, en la que sigue trabajando con largas mallas de red de las que «se aprovecha todo»: las partes que no sirven para hacer cuerdas de mejillón pueden transformarse en camas para ganado, parques de vuelo para perdices, pantallas para otras artes de pesca e incluso cierres para campos de fútbol. Lo poco que pueda quedar se descarta: la empresa es también gestora de residuos. «Esto es economía circular», dice Gregorio, mientras enseña los plomos que se retiran de las redes y que se venden para que puedan ser reutilizados. O las grandes cadenas de hierro, de varias toneladas de peso, que se reciclarán en las Rías Baixas para mantener las bateas sujetas a sus muertos.

Las enormes se guardan rodeadas por las gigantescas montañas que forman las redes de los atuneros. Poco a poco, estas van siendo trasladadas al lugar en el que un equipo integrado por seis personas les dará una nueva vida. Primero, se extienden; luego se doblan y se cortan creando largas tiras con las que se dará forma a las cuerdas de batea. A partir de ahí, entran en juego las máquinas a las que Gregorio ha aplicado su ingenio para hacerlas más eficaces, más útiles, más rápidas: primero, se colocan cuatro tiras y se les da una primera torsión. Luego, esos cuatro cabos se trenzan: un artilugio les da forma e incorpora, además, los palillos. «Tienen que ir justo en su sitio», dice Gregorio, quien también explica el porqué de que en las cuerdas de Recinet Salnés el último palillo sea de color rojo: «El rojo se coloca a un metro del final de la cuerda. Lo hacemos así para facilitarle las cosas a los bateeiros», que cuando las levantan tienen que estar pendientes del fin de cada uno de esos cabos cargados de mejillón. Según explican desde la empresa, en la época de cría y desdoble, que es cuando más demanda hay, se llegan a fabricar 500 cuerdas cada semana.

En una planta como la de Recinet, en la que todo parece tener unas dimensiones extraordinarias, hay aún espacio para la sorpresa. Apartado de la sala principal, donde se trabaja a lo grande, se encuentra un segundo taller, un telar en el que se producen las redes que los bateeiros utilizarán durante el proceso de cultivo del mejillón, tanto cuando cuelgan la semilla de las cuerdas, como cuando realizan los trabajos de desdoble.

En el telar, varias máquinas se mueven a un ritmo vertiginoso. Explica Gregorio que son máquinas muy similares a las que se emplean para fabricar todo tipo de gasas médicas, pero convenientemente modificadas. También aquí manda el principio circular que caracteriza a esta empresa: los hilos de poliéster que se utilizan para algunas de las redes son elaborados con bovinas desechadas por otros sectores, de ahí que produzcan unas redes de colores variados. Luego están las redes que se utilizarán en las cuerdas de mejillón, fabricadas con algodón procedente de Turquía, una fibra natural que se pudre y desaparece semanas después de su inmersión, tal y como necesita el sector mejillonero. Además, el algodón es orgánico y producido con bajo consumo de agua para que sea válido para aquellos productores que quieren que su mejillón luzca la etiqueta de ecológico.

El manejo de todos estos telares exige experiencia, y el personal de Recinet la tiene. Tanto es así, que la encargada de esta zona de trabajo no necesita mirar para saber qué máquina se ha parado: las reconoce por el sonido. Ese dato es significativo, porque demuestra que la experiencia acumulada durante años de labor ayuda, y mucho, al buen funcionamiento de procesos que, como este, siguen teniendo un importante componente artesanal.

También ayuda, en una empresa como esta, estar pendientes de las necesidades de su principal cliente, el sector mejillonero. Precisamente por saber cómo trabajan los bateeiros, por ser conscientes de los peligros que supone moverse sobre en enrejado de las bateas, el equipo de Recinet se empeñó en diseñar un producto que proteja la madera del agua y, al mismo tiempo, que minimice los riesgos de resbalones de quienes se mueven sobre la batea. Así surgió BateBlack, un producto que está teniendo una gran acogida y cuyo característico color granate ya empieza a verse en nuestras rías. 

El sector que más recicla

Gregorio Lorenzo trabaja codo con codo con el sector mejillonero y no duda en romper una lanza a favor de un colectivo que, dice, recibe más críticas de las que merece. «El sector del mejillón tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo, es un sector que recicla, ya lo estáis viendo», señala. Además, dice, «son un sector que tira de muchos otros; no solo de empresas como Recinet», señala. «Generan economía antes del cultivo, durante el cultivo y después, en los cocederos, las conserveras...».

Por eso, en Recinet siempre están pendientes de las necesidades que les plantean quienes son sus principales clientes, a fin de adaptar sus productos a ellas. Reconocen desde la empresa que con el paso del tiempo llegan nuevas exigencias y se plantean nuevas demandas a las que, explican la firma ubicada en Ribadumia, no queda más remedio que adaptarse. Y seguir adelante.