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España relaciona los varamientos de delfines en verano a la presencia de boniteros franceses e irlandeses en el caladero

Somos Mar REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

XOAN CARLOS GIL

Desde la irrupción de esas flotas llegan animales muertos en verano; antes, no

02 jun 2024 . Actualizado a las 13:15 h.

Rafael Centenera es un viejo conocido del sector pesquero. Para bien unas veces, y para mal otras tantas. Lo trataron durante años cuando gestionaba el Caladero Nacional y Aguas Comunitarias. Ahora han vuelto a topárselo de frente, aunque en otro ministerio, con el que, por cierto, han tenido varios roces: eólica marina, protección del marraxo y de la quenlla, áreas protegidas... Sí, el de Transición Ecológica. Pero esta vez los pescadores han encontrado en el que actualmente es jefe de área de Biodiversidad Terrestre y Marina a alguien que está de su parte. Al menos en cuanto a las aspiraciones que la Comisión Europea y los científicos del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES) tienen para mitigar la interacción entre la actividad pesquera y los cetáceos, y que se sustancian en la instauración de vedas e, incluso, la fijación de un PBR, un umbral de extracción biológica potencial para garantizar la supervivencia de especies como el delfín común, que haría difícil que sobreviviese la flota. Su posicionamiento lo dejó claro en la Jornada Cantábrica organizada en días pasados por Opescantábrico, en Santander. Y lo hizo con afirmaciones tan polémicas como tajantes.

Sin ocultar que Francia —con unos 1.500 varamientos al año— tiene un problema en el golfo de Vizcaya, destacó que no ocurre eso mismo ni en el Cantábrico, ni en Galicia, donde la población de delfines ha crecido un 14 % desde el 2016. Eso ya «podría explicar por qué hay más mortandad», dijo.

Pero es que, además, llama la atención que en la costa gallega los varamientos de delfines y otros mamíferos marinos solían producirse en invierno, con vientos del suroeste y el noroeste. Hasta el 2016, eso era así. Sin embargo, a partir de esa fecha, aparece un pico de arribadas en verano, sobre todo en julio, agosto y septiembre, «que antes no existían». Y si en 15 o 20 años no había variado la dinámica ni la forma de trabajar de la flota nacional y ahora sí lo ha hecho, ¿qué pudo haber sucedido? «Lo único que ha cambiado es que hasta el 2015 no había en el caladero arrastreros pelágicos franceses e irlandeses pescando bonito», apuntó Centenera. Desde el 2016 faenan frente a Estaca de Bares, y «con vientos del noroeste hacia el suroeste» que predominan en esos meses, «traen a Galicia todo lo que caiga en el Atlántico», sea hacia un lado o hacia otro de la Estaca. Eso que traen serían los delfines que captura de forma incidental esa flota. 

No es algo que esté contrastado. «Es una hipótesis», admitió el jefe de área de Biodiversidad Terrestre y Marina, pero es lo único que ha cambiado en todos estos años. Así que, «verde y con asas... No debería tener otro nombre».

Mismo rasero

Por eso que «no se puede emplear el mismo rasero» para toda el área atlántica, comentó, pues no son «ni las mismas artes, ni los mismos caladeros, ni las mismas formas de vivir de los cetáceos». En el golfo de Vizcaya se registra el 41 % de los varamientos de delfines; en el Cantábrico, el 25 %. El cerco portugués tiene un problema con la captura incidental de cetáceos —«en uno de cada diez lances captura uno o dos ejemplares»— que el de Galicia no tiene, como se ha constatado en las campañas de observación. Al contrario, los que tienen un problema son los 1.500 barcos que faenan con redes de enmalle en las rías gallegas, porque les «roban» lo que pescan y rompen las redes.

Y para eso también tenía Centenera una explicación que ayuda a entender por qué en España hay menos varamientos de delfín común (Delphinus delphis). Y es que esta es la especie predominante en Francia, en el Cantábrico y en Portugal, pero en Galicia reina el mular, el arroaz (Tursiops truncatus). Enemigos acérrimos, en una pelea siempre sale ganando el segundo. Y ese es el que tiene colonizado el interior de las rías gallegas y es el que «roba» al xeito y demás artes la sardina y el bocarte. El delfín común, por tanto, hace lo posible por no acercarse a la costa. Vuelve a pegarse a ella en cuanto pasa el río Miño, de forma que hay una gran concentración de delfín común en el norte de Portugal. Y está comprobado que «cualquier cosa que caiga ahí en invierno acaba en la costa gallega, como han reconocido los propios científicos de ICES». Centenera aludió al «dato macabro» de que cuando cayó un autobús cayó en el Duero los cadáveres y asientos del autocar llegaron a Muros y la Costa da Morte arrastrados por la corriente, pero podría haberse referido también a los restos de jacintos de agua o a los pélets del Toconao. En cualquier caso, el dato sirve para sustentar que «la mayor parte de los varamientos de Galicia vienen de Portugal», apuntó Centenera aludiendo a los trabajos del Bottlenose Dolphin Research Institute (BDRI). Y aún así, sacando el 2023, que fue excepcional, la media de varamientos está en 150-170 delfines al año, frente a los 1.500 del golfo de Vizcaya.

Por eso que «no todos somos iguales» y no se pueden aplicar las mismas medidas, subrayó Centenera, que también propinó un «collejón» a los científicos del ICES por el retraso en presentar los datos de las últimas campañas, y criticó a la Comisión por financiar campañas potentes como la que ha hecho Portugal, en la que se ha constatado que se les mueren más de 3.500 delfines comunes, 350 marsopas y 2.000 pardelas, y no actuar ni tenerla en cuenta.

El delfín cambia de dieta al llegar a Galicia

Que el delfín común tiene un comportamiento distinto en Francia y el Cantábrico al que muestra en Galicia lo atestiguan también los trabajos de la campaña Iberas, a los que se refirió el jefe de área de Biodiversidad Terrestre y Marina. De acuerdo con esos estudios, incluso tienen una dieta diferente. En primavera, la costa francesa está dominada por sardina y anchoa, al igual que la costa portuguesa, mientras que en Galicia la sardina está metida en las rías y fuera de ellas solo queda bacaladilla. Eso concuerda con los estudios de la alimentación del delfín común: cuando está en la costa francesa se alimenta en un 75 % de sardina y anchoa y, sin embargo, cuando llega a Galicia cambia de dieta y su principal sustento es la bacaladilla y algo de merluza. Es porque en esa área «no puede acceder físicamente a comer la sardina porque está en las rías protegida por su mayor enemigo», el arroaz. Pasada la esquina galaica, ya en la costa portuguesa «vuelve a tener acceso a las presas que más le gustan, que son la anchoa, la sardina y cabalón». Es parte de la explicación a por qué «Francia tiene un problema con todas las artes, Portugal tiene un problema con el cerco y nosotros tenemos un problemilla» con el arrastre a la pareja. Con todo, para Centenera, el principal temor es que la Comisión trate de aprovechar el vacío en el conocimiento para «meter por la puerta de atrás un límite de captura antropogénica». Ese PBR que, de aplicarse, supondría no superar los 600 delfines y eso «ni parando la flota todo un año» se conseguiría. Por la puerta de atrás quiere decir, saltándose al Consejo y al Parlamento. No sería, desde luego, el primer intento.