No resulta extraño que cada vez haya menos personas que deseen optar por la profesión del sector náutico pesquero. El futuro, para la mayoría de los jóvenes, ya no es el mundo del mar. El trabajo excesivo, el elevado número de horas y días de faena, así como los meses que tienen que pasar lejos de sus familias, sin olvidarse de los siniestros mortales que se producen, los alejan de esta profesión.
Cuando sales para cogerte el vuelo correspondiente que te llevará por medio mundo en busca del puerto base de la embarcación pesquera en la que vas a faenar, la ilusión y la esperanza son las sensaciones más fuertes. Luego te encuentras con los antiguos compañeros de profesión, con total alegría, y sales a faenar, pero nunca piensas que puede ser tu última marea. Que incluso puedes perder la vida o vivir momentos de auténtico infierno en mares violentos, aguas gélidas y con centenares de millas de distancia desde la tierra más cercana.
La embarcación se puede llegar a hundir en medio del océano. Las balsas salvavidas se abren y saltan todos los tripulantes, con los trajes de supervivencia. Hay un fuerte temporal y los marinos están más de veinte horas en las balsas salvavidas. Golpe tras golpe de mar, les llega la desesperación y nadie les recata, a pesar de escuchar el zumbido de las hélices de varios helicópteros. Al final un buque los encuentra con vida y otros compañeros ya habían fallecido o desaparecido. Para estos últimos, ha sido su última marea. No podemos por menos que lanzar un recuerdo muy especial y nuestra solidaridad para todas las familias de los fallecidos.
JOSÉ MANUEL PENA