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El mapa infinito del Igafa

r.e. A ILLA / LA VOZ

ACUICULTURA

MARTINA MISER

Alumnos de toda España y de otros países se forman en el centro de A Illa

02 nov 2025 . Actualizado a las 20:10 h.

Con más de treinta años de historia, el Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa) se ha convertido en referencia nacional tanto en los ciclos que atañen a cultivos, como en el de buceo. En un rincón de A Illa, entre pinos y cons, el centro ha adquirido un prestigio capaz de atraer a estudiantes de los lugares más diversos. Si vemos sus pasaportes, descubriremos en Niño do Corvo a ciudadanos marroquíes, brasileños, peruanos, venezolanos, suizos, argentinos... La mayoría son gallegos nacidos fuera y retornados con sus familias hace ya tiempo. Otros, como Karim Ben Chettah, lleva en Galicia lo necesario para haber cursado el primer año del ciclo superior de Técnico en Acuicultura y para iniciar ahora el segundo. Es de Tetuán, y en su país ha trabajado en empresas vinculadas con la acuicultura. No tardó en darse cuenta de que este es un sector para el que su país tiene grandes planes, así que decidió que, para poder aprovechar oportunidades futuras, debía mejorar su formación. A través de su hermano, que trabaja en una empresa del sector en Vigo, conoció el Igafa, donde ha encontrado un centro en el que, dice, aprende a hacer de todo en lo que a acuicultura se refiere. Desde Niño do Corvo hace planes: antes de volver a casa —Marruecos es su destino final— quiere seguir formándose y ganando experiencia en empresas europeas.

Aquí también se quiere quedar la peruana Michelle Panduro, que estudió ingeniería de la acuicultura en su país. Ha venido a España interesada «en entender cómo funcionan las cosas aquí», y para eso se ha matriculado en el ciclo superior del Igafa. «Lo primero que he visto es que en Perú todo es mucho más rústico», señala una joven que tiene claro que «me quiero dedicar cien por cien al tema de la producción. Me encanta».

Quien pide tiempo es Ayrton Gallego, que al comienzo de este curso llegó desde Buenos Aires para cursar el ciclo superior de acuicultura. Su abuelo tuvo una planta de cultivo de tilapia que no funcionó, pero Ayrton heredó la curiosidad por la acuicultura, así que, tras dos años pensando qué rumbo darle a su vida, descubrió el Igafa y para acá se vino. «Me sorprendió mucho todo lo que encontré. Se recibe una formación muy amplia, desde acuariología a cultivo de moluscos, que a mí fue lo que más me sorprendió», comenta. Tiene dos años por delante para definir qué hacer, qué camino escoger entre los muchos que se abren al salir del Igafa. Como él, la mayor parte de quienes se han incorporado el ciclo superior este curso, y Maya Peño, nacida en Suiza, que estudia el medio. Todos comparten el amor «por los bichos y por el agua», han encontrado un buen sitio para explorarlo, y están dispuestos a tantear todas las opciones que se le presenten.

Agustín Cánepa, por ejemplo, llegó pensando en encontrar en A Illa un puente hacia Veterinaria, pero quizás la vocación de este joven nacido en Argentina esté mucho más cerca de lo que imaginaba al principio. Gracia Leal había barajado hacer Biología Marina o Ciencias del Mar, pero la joven llegada de León, aunque venezolana de nacimiento, finalmente acabó optando por cursar un ciclo superior y, de momento, «me está encantando todo lo que estamos haciendo». Dominika Pekum, por su parte, cursó Ciencias del Mar en Canarias, húngara aunque residente en las islas Afortunadas, pero aquella experiencia universitaria le causó una decepción enorme. Tras dar algunas vueltas descubrió el Igafa. «Es mucho más de lo que me esperaba. En instalaciones, en prácticas, en organización...», dice esta joven, que reconoce su predilección por el área de investigación. Aunque, ¿quién sabe? Esa misma pregunta retórica planea sobre las palabras de Maya Peño, que estudia el ciclo medio, y del joven con pasaporte suizo Andoni Lobato, que hace el superior. Ambos buscaban en el Igafa una formación que les permitiese vivir su pasión por el mar con más intensidad que la media de la población. Los dos están convencidos de no haber errado el tiro, aunque no van a apurar la toma de decisiones cuando tienen aún tanto tiempo para elegir camino.

Quien parece tener claro qué pasos va a dar tras acabar su formación en este rincón de A Illa de Arousa es el brasileño Luca Cheffer Pardo, que llegó a Niño do Corvo para incorporarse al ciclo medio y que este año afronta el último curso del superior. El que viene es probable que haya que buscarlo en Ferrol, ya que su intención es formarse en Ingeniería Naval. Ha descubierto, mientras aprendía a cultivar peces y moluscos, que diseñar acuarios, tanques y bombas, es lo suyo. Eso no quita que todos estos años en el Igafa le hayan dado lecciones que no va a olvidar. Como que la acuicultura, «que es como la ganadería», va a resultar fundamental para alimentar, en un futuro que ya es presente, de la humanidad.

Un sentido de pertenencia que nace «del trabajo en equipo» y de una isla que los recibe con los brazos abiertos

Luca tiene una sudadera en cuyo pecho está escrito Igafa. Sus compañeros de curso hicieron una tirada de estas prendas el año pasado. «Pues nosotros también tenemos que hacer», dicen quienes han comenzado este año el ciclo superior. Y es que, apenas comenzado el curso, parece detectarse entre el estudiantado una especie de sentimiento de pertenencia extraordinario. «Creo que eso tiene que ver con que las enseñanzas que se imparten aquí son muy especiales. Hay una responsabilidad individual, pero también una responsabilidad compartida y el trabajo en equipo es fundamental», dice el director del centro, Ventura Villar, que aclara que eso es así tanto en los ciclos de acuicultura como en el de buceo. Considera que el perfil del alumnado que llega hasta Niño do Corvo es también muy especial. «El nivel de abandono que tenemos es muy bajo», señala. En ello tiene que ver el tipo de enseñanzas, la forma en la que se imparten y en la gran cantidad de escenarios de empleabilidad que desbloquean: desde trabajar en acuarios, a hacerlo en investigación, en producción de una gran cantidad de especies comerciales...

El alumnado que acude al instituto de A Illa también dice sentirse muy bien acogido en el pueblo. Aquí, encontrar vivienda no supone un problema para los estudiantes: quienes tienen casas para alquilar suelen buscar a los «igafas», sean profesores o no, ya que dejan libres pisos y casas cuando llega el verano y, con él, los turistas. Por lo demás, la vida en la localidad es tranquila y la gente «a los pocos días ya te llama por tu nombre». Lo único malo son las comunicaciones: quien no tiene coche tiene que hacer malabares con los autobuses. Pero parecen tomárselo con una cierta filosofía. A fin de cuentas, en A Illa siempre se puede optar por «tomar un café o disfrutar del paisaje».