Esta es una irrefutable prueba más de cuáles son las prioridades de la Comisión Europea, de la que depende la Agencia Europea de Seguridad Marítima (EMSA), a la que en numerosas ocasiones hemos solicitado su intervención en materia de control y seguridad marítima y cuya respuesta ha sido echar balones fuera manifestando que esa competencia es de la Organización Marítima Internacional (OMI), mientras siguen sin mover ficha para mitigar los siniestros marítimos y la gravísima pérdida de la vida de muchos pescadores
Esa obsesión con los peces y esa cruel despreocupación por las personas es una muestra elocuente del enfoque que utilizan en su gestión los miles de burócratas de la política pesquera, que resulta ruinosa en términos de empleo, desguace de flota, recorte de TACs y cuotas, pérdida de caladeros, y lo que es peor, de vidas humanas. En vez de un departamento de Pesca, parecen operarios de tanatorio.
Estamos de acuerdo, aunque ellos no se lo apliquen a sí mismos, en que todos debemos cumplir la Ley, aunque esta a veces sea muy discutible y se parezca más a una estrategia de acoso y derribo contra el sector pesquero.
De esta manera se consolida la sospecha que hace años tiene gran parte del sector, especialmente de las tripulaciones, que son las más vulnerables: se incide mucho más y se pone el foco en los recursos —algo que no debe ser incompatible— que en la defensa de la integridad física, la supervivencia, la mejora de los medios preventivos de seguridad y de la humanización de la vida de los pescadores.
¡Qué razón tenía el gran Manuel Rivas cuando escribió, allá por 2001, como título de una de sus magníficas crónicas: Hay vivos, muertos… y marineros: «La vida del marinero está menos valorada que una lubina al horno».