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Pescadores del Cantábrico, un oficio marcado por la pasión

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

PESCA Y MARISQUEO

Se hacen a la mar o buscan entre las rocas percebes y, este año, oricios, movidos por un trabajo que es también una afición y un modo de concebir la vida. «Antes había costeras muy buenas. Ibas a la caballa y había un mes muy bueno, y hace ya unos cuantos años que no hay nada; y el pulpo cada vez va a menos», rememoran

17 feb 2025 . Actualizado a las 21:59 h.

Para ser pescador hay que estar hecho de una pasta distinta. Así lo atestiguan Diego Fernández García, de Puerto de Vega, e Ignacio Gayol Pérez, de Andés (Navia). Ambos son pescadores porque la vida de la mar los ha arrastrado a pesar de la dureza del oficio y, también, de la merma de muchas especies que está poniendo en peligro la profesión.

El caso de Diego Fernández se da muy poco hoy en día. Tiene 24 años y se dedica profesionalmente a la pesca desde que tenía 18. «Mi padre y mi abuelo eran pescadores. Siempre me encantó. Aunque sea un oficio duro para mi no lo es tanto porque lo vivo y me encanta. Para mi es como si fuera una afición», explica.

Diego Fernández en Las Pantorgas
Diego Fernández en Las Pantorgas Teresa Esra

Y eso que el trabajo no tiene una compensación acorde al esfuerzo. «No se gana lo que se debería ganar, porque todo está muy escaso y hay poca cantidad; en ciertas campañas se gana pero hay muchísimo tiempo entre campañas que estás sin ganar un duro». Entre otras razones, por el mal tiempo que hace que no se pueda echar a la mar, o porque no hay suficiente pesca. La xarda, por ejemplo, ha ido a menos año tras año. Y esta temporada ha fallado el pulpo. «Preparas el barco y todo para la campaña y si no se da, es dinero que perdiste; cuando sales no sabes a ciencia cierta si lo va a haber; en la mar siempre es así, tu echas las redes y no sabes si van a entrar o no».

Ignacio Gayol está en la misma tesitura. Si se dedica a la pesca es por pasión. Tiene 45 años y lleva unos 13 o 14 dedicándose profesionalmente al oficio. «Siempre me gustó la pesca; siempre tuve lanchas de recreo y como me gustaba el oficio decidí sacar todos los títulos y comprar un barco para dedicarme a ello», relata. Tiene claro que «esto si no te gusta, no te puedes dedicar a ello porque hay días muy malos, días con mal tiempo en los que tienes que salir igual o días en los que no ganas nada».

«Cada uno arriesga lo que cree conveniente; y con el tiempo sabes dónde puedes estar, según el día, cómo trabaja el mar en cada piedra y dónde es más peligroso

Entonces, queda el amor por la propia actividad. «Tiene algo que te gusta, vivir del mar, el trabajo», dice Gayol, pero advierte de que todo tiene un límite, porque en el momento en el que no sea viable, es difícil que nadie se dedique a ello.

Otra cuestión es la peligrosidad. Ambos son conscientes de que es una actividad arriesgada pero también dicen que, aunque el mar siempre te dar un susto con el que no cuentas, la pericia y la prudencia son factores muy importantes. «Cada uno arriesga lo que cree conveniente; y con el tiempo sabes dónde puedes estar, según el día, cómo trabaja el mar en cada piedra y dónde es más peligroso», sostiene Ignacio, y Diego dice que «hay veces que pasas miedo, pero es importante la experiencia; sobre todo cuando vas al percebe tienes que tener mucho ojo y estar con todos los sentidos; aunque esté el mar bueno no puedes estar despistado porque es muy traicionero».

Ignacio Gayol, en Salgueiro
Ignacio Gayol, en Salgueiro Teresa Esra

El pescador de Puerto de Vega confiesa que pasó «algún apuro, aunque sustos fuertes no», y el de Andés, que tiene más años de faena a sus espaldas, pasó lo suyo: «Tuve muchos incidentes pero nada grave, gracias a Dios; que el mar te lleve a rastras por las piedras y que te tire, cosas así, pero por suerte sin mayores consecuencias». Además, «con los años cada vez vas arriesgando menos».

Una buena campaña del oricio

Más allá de los peligros, que consideran que son parte de su trabajo y se ven compensados por lo que les gusta la mar, el problema, cada vez más, es la merma de la pesca. Esta temporada, por suerte, se ha abierto la pesca del oricio, aunque con restricciones, y ellos dos han conseguido los permisos para extraerlo. Ambos operan en el entorno de Tapia de Casariego, donde al parecer hay muy buena calidad. Estos días están cumpliendo con el cupo de 15 kilogramos al día, y aseguran que los ejemplares son buenos, pesados, que se nota que tienen mucha carne.

Se están vendiendo bien, y sirven para intercalar con la campaña del percebe, a cuya pesca también se dedican. Con la pesca de oricios no solo complementan sus ingresos sino también dejan descansar al percebe y cuidar de que su presencia en las rocas no merme en exceso.

Los oricios estuvieron esquilmados en la costa asturiana, hasta el punto de que las autoridades se vieron obligadas a prohibir su pesca en 2016 ante el peligro de que pudieran desaparecer. La veda duró hasta el año pasado, en el que tuvo lugar una campaña experimental con unos pocos mariscadores, y este año se ha permitido la extracción con limitaciones en buena parte de la costa asturiana.

A juzgar por lo que dicen los propios mariscadores, la veda tuvo éxito y el estado de los pedreros da lugar al optimismo. «La zona a la que fuimos está bastante bien y lo bueno es que se ve mucho erizo pequeño, que se está reproduciendo y, si no da la medidapara cogerlo ahora quedará ahí para otros años», explica Diego.

«Hubo años de sacar entre 70 y 200 kilos, hasta con mal tiempo; el año pasado fue algo peor y este año está siendo nefasto; salen lanchas con tres marineros y vienen con solo 20 o 30 kilos»

Las limitaciones en la extracción también son buenas desde el punto de vista de las ventas. El hecho de que haya un cupo hace que no se sature el mercado y que haya buenos precios.

No obstante, Diego Gayol cree que deberían tomarse decisiones respecto a los lugares y las fechas de pesca del oricio. En primer lugar, considera que deberían permitir pescar en ericeras situadas un poco mar adentro, con gafas y tubo, como  sí se deja en Galicia. «Los hay de mucha calidad y además repueblan mucho más fácil; podrían darse más licencias y aun así permitiría que repoblasen mejor; creo que si dejaran bucear, habría más tamaño y calidad e iba a ser más sostenible».

Por otra parte, cree que sería bueno que se abriera la campaña en enero, entre otras cosas para que descanse más el percebe y mejore la repoblación. «Con unos días más al erizo se iba a notar una mejoría», opina.

Ahora, la mayoría de la pesca está de capa caída. «Antes había costeras muy buenas. Ibas a la caballa y había un mes muy bueno, y hace ya unos cuantos años que no hay nada; y el pulpo cada vez va a menos. «Hubo años de sacar entre 70 y 200 kilos, hasta con mal tiempo; el año pasado fue algo peor y este año está siendo nefasto; salen lanchas con tres marineros y vienen con solo 20 o 30 kilos», explica Gayol.

Aquí el problema afecta también, de forma indirecta, a otras campañas. Por ejemplo, el propio percebe. Mucha gente ve que no le sale rentable la pesca de otras especies y se pasa a la del percebe, que de momento sí lo es. Lo que ocurre es que si hay demasiados pescadores la población se podría resentir.

En cualquier caso, mientras les sea rentable, por mucho esfuerzo que requiera, estos dos pescadores seguirán saliendo a la mar, porque han decidido que esta es su vida, y no quieren cambiarla por otra. «Yo siempre lo tuve claro, desde mucho antes de los dieciocho; tenía una lancha recreativa y también iba con mi padre y mi abuelo en la lancha profesional, veía como trabajaban y los ayudaba; siempre fue una cosa que me encantó», relata Diego Fernández. Él sigue saliendo a la mar aunque en su entorno intentan, incluso, disuadirlo: «Mucha gente sigue diciéndome que cómo sigo en esto, porque es muy duro, pero a mí me encanta».

Por su parte, Gayol tiene dos barcos, uno en Ribadeo con tres tripulantes, y otro en el que él trabaja con dos o tres tripulantes. Con palangres, red o malla, la pesca es lo suyo, y no hay nada que iguale para él  la sensación de «sentirse en el mar».