
Hubo un tiempo, no muy lejano, que la fiesta del Carmen en Celeiro y en Burela era el límite temporal entre las costeras del bocarte y el bonito. Los primeros días de junio los barcos varaban en las playas de ambas poblaciones para limpiar fondos y dar patente, la pintura marrón que iba bajo el agua y que cuidadosamente evitaba los reflejos del acero de hélice y timón que espantara a los túnidos.
Se desguarnían los barcos que habían pescado a red la afamada anchoa y se armaban con las varas de bonito que iban a reinar todo el verano, hasta casi Difuntos, de Azores a Irlanda y, por supuesto se pintaban y engalanaban porque el primer domingo de junio se asistía a la fiesta donde se entronizaba a la Virgen del Carmen en procesión marítima.
Durante muchos años la embarcación encargada de portar la santa salía de un sorteo que se llevaba a cabo en la cofradía entre todos los barcos del puerto, de cierto porte, que no habían sido agraciados años anteriores. Era un honor y un privilegio ser la nave capitana, o al menos ser uno de los dos barcos acompañantes.
Pero en la pesca, como dijo Sabina, la flota duró lo que dos cubitos de hielo en un whisky «on the rocks» y, desde los gloriosos noventa, asistimos a una caída en picado, las causas son variadas e incontables, de todo el abanico disponible hay para que cada uno pueda elegir; falta de personal, exceso de burocracia, maltrato normativo, incremento de gastos, precios de la pesca enclavados en los años setenta del siglo pasado, altibajos legislativos comunitarios sin rumbo determinado, falta de una política defensora a ultranza del mejor de los aportadores alimenticios en nuestra mesa, intromisión de una deriva mal llamada ecologista con demasiado poder en instituciones, imposición de una normativa estricta en grado sumo en aspectos que igualan a un barco con una empresa agrícola..., es decir, estamos gobernados por estamentos que no distinguen un timón de un volante … Podía seguir enumerando motivos, pero consumiría el artículo. Todo este conglomerado dio con unos puertos faltos de flota y con una estructura que mantener.
Tradición
Y he aquí que la fiesta patronal sigue en las mismas fechas sin suponer un cambio de arte y con unos barcos sin varas ni tanques para el bonito. Pero mantenemos la tradición, faltaría más, y aquel sorteo donde cada armador anhelaba salir elegido se ha convertido en una oferta por parte de la cofradía entre los pocos buques supervivientes en el puerto. ¿Y quién queda? Unos cuantos. ¿Y quién acepta? Solo los más devotos.
Por eso este año en Burela se da la circunstancia de que por primera vez se repite el barco porteador en una procesión marítima, el Cantiño, que ostentó tal honor por segunda vez. Es un superviviente en un mundo pesquero en recesión, con un armador al mando, José Ramón López, O Demo, que siendo parte de los órganos gubernamentales de Cofradía y ABSA jamás se plantearía la desaparición de una tradición como atestigua su presencia año tras año en ese acto festivo, a veces siendo el único barco de cierto porte en asistir. Pero al Demo hay que envidiarle además de su capacidad para mantener viva la historia, su convicción por ser capaz de involucrar a un hijo joven, Pablo, en un relevo generacional casi único, para envidia de muchos, entre los cuales me incluyo, que no supimos o no pudimos integrar a nuestros hijos en un negocio generacional y con futuro.
Celeiro el año pasado asistió a la repetición de un barco porteador de la virgen del Carmen por vez primera siendo del mismo armador, supongo que por ofrecimiento de su armador el patrón mayor, el Albelo Primero de Domingo Rey. Ya veremos como se soluciona la procesión del mar de este 2025 que cumplimos los 75 años de una herencia a mantener, en mínimos históricos de flota y asistencia a tal evento.