El Dépor cierra el fortín de Riazor

TORRE DE MARATHÓN

Dos goles al arranque de cada período zanjó un partido espeso y sin muchas ocasiones

27 oct 2018 . Actualizado a las 21:42 h.

El Deportivo comienza a revestir sus partidos en casa de aire funcionarial. El control del mediocampo y la calidad de sus futbolistas se encargan del resto. Bajo el aguacero sumó tres puntos más frente a un Reus que nunca se rindió, pero que acabó cayendo víctima de las abismales diferencias entre una y otra plantilla. Carlos Fernández y Pedro, dos de los más destacados sobre el verde, brindaron un triunfo que nadie recordará en quince días, pero cuyo valor estriba en mantener esa velocidad de crucero hacia el objetivo único de la temporada: el ascenso.

Al término del partido, los coruñeses ocupaban provisionalmente el liderato, pero sobre todo marca el ritmo de los de arriba, que amenazan con desmarcarse de sus inmediatos perseguidores. No hay quien tosa al conjunto blanquiazul en casa, donde apenas ha dejado escapar un empate frente al líder. Natxo González, que siguió el partido desde el palco, removió el caldo de su alineación con hasta cuatro novedades respecto a la anterior jornada. En el mediocampo solo se mantuvieron Bergantiños y Vicente Gómez, esta vez acompañados por Expósito y Pedro, mientras Caballo envió al banquillo a Saúl y Somma sustituyó al sancionado Marí.

El partido se decantó en el saque de centro del Dépor. Domingos Duarte arrancó hacia el ataque con zancada poderosa rematada con dos espectaculares paredes, la primera entre Expósito y Quique, y la segunda del pichichi con Carlos Fernández para que el sevillano, en boca de gol y mientras pugnaba con Ángel Bastos, marcase el primero de la tarde, el quinto de su cuenta como blanquiazul. Apenas llevaba el balón 40 segundos en juego, los que al Deportivo le costó marcar. La acción resultó tan sencilla como engañosa.

Bien sea por una mal entendida superioridad sobre el adversario, que llevó a cierta relajación, o bien por esa fama de visitante valiente de que el Reus presume, el caso es que los catalanes se pasaron los casi 45 minutos siguientes mientras escarbaban en esa otra identidad que el Dépor necesita cuando no dispone del dominio del balón. Y, al contrario que en Córdoba, los coruñeses no sufrieron. Más precisos en los pases, al tiempo que más juntos en la presión, el rival rojinegro apenas alcanzó los dominios de Giménez, que se marchó al descanso sin hacer ni una sola parada. Claro que Badía tampoco vivió mucho más estresado. Al margen del gol, solo una clara llegada inmediatamente posterior de Quique, cuyo remate cruzado lamió el palo, y, ya a la media hora, un contragolpe que Expósito remató desviado desde la frontal.

La segunda parte comenzó como la primera, con la sonrisa en la boca. Otra vez el Dépor salió enchufado al césped y no tardó en ampliar la renta con el segundo gol. Es cierto que debió ser anulado, porque Pedro, quien solo tuvo que controlar y fusilar, estaba más adelantado que la línea defensiva del Reus cuando Vicente Gómez le sirvió el centro, pero la diana no hizo más que premiar su control del partido y el interés que puso de principio a fin por llegar a la portería contraria.

Otra vez el fútbol control y las pizarras se impusieron con el paso de los minutos al talento, y el partido derivó luego en un Dépor dispuesto a rizar el rizo en cada jugada de ataque y con solo la tercera marcha en el motor. Solo entonces creció el Reus, pero después de que Carlos Fernández rematase al palo un centro de Quique a los 72 minutos. Carbonell y el exdeportivista Juan Domínguez cabecearon desviados desde el punto de penalti sendos centros que pudieron animar el cotarro, Alfred chutó de rosca cerca de la escuadra y Ortiz obligó a Dani Giménez a hacer la primera parada de la tarde para hasta ser jaleado por la grada. Porque los puntos ya se guardaban en Riazor.