Del esparadrapo a la comida, pasando por las espinilleras: remedios contra el mal fario del Dépor
TORRE DE MARATHÓN
![José Ángel y Barcia con sendas cintas de esparadrapo en las muñecas](https://img.lavdg.com/sc/jDX8AR0ZqrKvE0OEYWnU-dURB2k=/480x/2024/01/13/00121705178641772449647/Foto/i_20231210_182625000.jpg)
La repetición exacta de rituales para atraer la suerte cala en el vestuario blanquiazul, donde los más veteranos admiten estar cargados de manías y se tiran botas tras una lesión
14 ene 2024 . Actualizado a las 16:07 h.«Los futbolistas somos unos enfermos». La conclusión es de Pablo Martínez y cierra el repaso a unas supersticiones propias en la que suma referencias a manías comunes en el vestuario blanquiazul. Pocos acumulan tantas como el central francés, pero no es ni mucho menos el único que experimenta con rituales de todo tipo para espantar el siempre presunto mal fario que parece perseguir desde hace varias temporadas al conjunto coruñés.
Curiosamente, la edad no elimina estos asideros mentales para deportistas, como demuestra el más veterano en el plantel del Dépor. «Lo mío es preparación personal en casa; sobre todo, en cuanto a los horarios», confiesa Salva Sevilla. «Si las cosas han salido bien, lo calco todo. Si la semana anterior he comido a las 2, tengo que volver a comer a las 2 en punto; la misma comida y todo», profundiza. La experiencia solo le ha servido para afianzar esta manera de proceder: «Llevo mucho tiempo en esto y me ha ido bien. Me encuentro más cómodo y me siento más seguro. Te convences de que si te ha ido bien en la anterior ocasión, volverá a suceder».
Hay sin embargo, quien no está satisfecho cuando siente que la superchería afecta a su profesión. «Entro al campo mentalizado de que quiero cambiar las cosas; pero no», lamenta el mencionado Pablo Martínez, que maneja un extenso ritual: «Llego a la misma hora al vestuario y repito una serie de cosas; un montón. Al saltar al césped doy un par de pasos y me voy hacia el fondo, donde doy otros dos; da igual si jugamos fuera o en Riazor. No sabría explicar el porqué. Pero es que si un día comí pescado con una patata e hice un buen partido, antes del siguiente voy a pedir lo mismo».
No se trata solo de repetir con el resultado a favor. El zaguero elimina aquello que siente que le pudo perjudicar: «Si me lesiono con unas botas, las tiro; da igual si son nuevas o no».
El veterano defensa comparte además amuleto con varios compañeros de vestuario. Lo explica Dani Barcia, dentro del relato sobre su propio ritual: «Al pasar la línea de entrada al campo, el primer pie que tengo que apoyar es el izquierdo, y dar otro saltito más con el mismo pie. Dos seguidos. Y desde juveniles llevo un esparadrapo pegado en la muñeca izquierda, me fue bien y lo sigo poniendo. Aunque eso lo llevamos varios: Pablo Martínez, José Ángel... Muchos».
El centrocampista al que alude acumula otros muchos gestos para aumentar la confianza. Casi todos, relacionados con la fe: «Me santiguo, beso el nombre de mi madre, que lo tengo tatuado; y el de mi hijo. Miro al cielo, porque desde allí me ayudan. Rezo un padrenuestro delante de mi taquilla, beso mis espinilleras antes de ponérmelas, que tienen una foto de mi pareja y mi crío y otra de mis padres y mi hermano; me pongo la bota izquierda antes que la derecha, salto al campo con la derecha...».
«Somos una familia muy religiosa y desde pequeño me he criado en eso. Yo creo», comenta el mediocentro andaluz al concluir el repaso a su proceder. Acciones que no se circunscriben solo a la caseta y el terreno de juego; trascendiendo al ámbito doméstico.
«Mi mujer ya está curada de espantos conmigo —sostiene Salva—. Soy muy ordenado y maniático, me gusta tener todo ordenado. En casa, cuando se pierde algo, ya dice: “Preguntadle a papá, que él sabe dónde está todo”. Aunque se haya guardado hace mese». No es la única pareja cómplice (y sufridora) de las manías del futbolista. «Mi mujer sabe qué voy a querer comer el día de partido y también el día anterior —explica Pablo Martínez—, llevamos quince años juntos, me conoce perfectamente».
Otros, como Mikel Balenziaga, han rebajado su necesidad de control. «Solo hay algo sagrado para mí —detalla el lateral—, mis ejercicios de activación. Si no los hago, no se me van de la cabeza».
Molesto zumbido que, tras colgar las botas, logró silenciar su entrenador. Porque Imanol Idiakez también confiesa haber sido «muy maniático, muy supersticioso». Brinda incluso un ejemplo de cuánto llegó a afectarle esta necesidad de llamar a la suerte antes de jugar: «En mi etapa de futbolista, tenía que poner siempre primero la derecha al hacer cualquier cosa, y he llegado a estar desayunando y volver a meterme en la cama al darme cuenta de que había pisado antes con la izquierda. Cosas que te vas quitando al darte cuenta de que no te hacen ganar o perder». Quizá sea el momento de volver a prestar atención al echar el pie.