El restaurante El Turista cierra hoy tras 42 años en O Berbés

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vazquez

El propietario aprovecha la entrada en vigor la nueva ley de arrendamientos para echar a los inquilinos

24 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El bar restaurante El Turista era uno de los pocos supervivientes de la época dorada de O Berbés. A la fachada marinera ya le quedan pocos establecimientos que recuerdan épocas mejores que la actual. Aunque no es difícil acordarse de algo mejor que lo que se puede ver ahora: edificios apuntalados que se caen a pedazos mientras sus dueños o arrendatarios esperan a que las promesas de las Administraciones se hagan realidad antes de que el techo se les caiga en la cabeza.

A El Turista ya no le pasará eso, porque hoy será el ultimo día que abra sus puertas al público. Los responsables del local han decidido que la despedida coincidirá con el día de Nochebuena. Antonio Miguélez Alén, que abrió el establecimiento junto a su mujer, Carmen Castro Antón, hace ahora 42 años, cuenta que se marchan «porque el dueño del local no quiso negociar y entonces no nos queda otra que irnos. Pienso que lo que quiere es declararlo en ruina para poder tirarlo y edificar o lo que quieran hacer, que no lo sé», indica. Pero el hostelero no se muestra enfadado, sino al contrario. «Yo lo entiendo. Cada uno tiene que defender lo suyo y si me pasara a mí seguramente haría lo mismo», añade.

Lo que ocurre con el espacio que alberga la popular tasca marinera por la que según aclara, pagaban poco más de 400 euros al mes, es que la nueva ley de arrendamientos urbanos obliga a renegociar los contratos y en este caso, como una de las partes contratantes no desea continuar, no hay nada más que hablar.

Por otra parte, Miguélez cuenta que cumplirá 70 años el próximo mes de abril y ya va siendo hora de descansar aunque «aún podría tirar un par de añitos más».

Él y su mujer ya han trabajado lo suyo. «Yo empecé a los 17 años en un bar de la calle San Francisco», recuerda. Antonio sigue atendiendo la barra y haciendo alguna de las comidas a la plancha y Carmen se ocupa en la cocina de los platos que requieren más preparación y saber, como los guisos y ajadas vertidas sobre los pescados más frescos que salen del Puerto de Vigo y entran en este establecimiento con esencia marinera.

El que ahora se queda algo más desamparado es su único hijo, Moncho, que pasará a engrosar las filas del paro a la espera de encontrar una nueva ocupación, «aunque es difícil», aclara su padre, «porque está trasplantado del riñón y no puede realizar tareas que impliquen coger pesos y cosas así». Y también se queda sin trabajo Adelina, la empleada que quedaba en los últimos tiempos, ya que en otros de más movimiento contaban con más personal.

Pulpo y pescado

Para despedirse de su clientela, que ha sido avisada prácticamente una a una, han decidido elaborar un menú simple, a base de pulpo y pescado. Como muchos sabían que sería la última vez que se sentarían en esas mesas, ya ayer no se quisieron perder la cita. El local, a pesar del declive de la zona en los últimos años, seguía teniendo una clientela fiel, formada, sobre todo, por trabajadores y vecinos de la zona que disfrutaban de un menú del día con garantía de comida casera.

Antonio Miguélez, que el 1 de enero entregará las llaves del local a su propietario, forma parte de una saga de hosteleros, todos ellos procedentes de A Cañiza. La familia también fue responsable en el pasado de la panadería contigua. Y sus sobrinos, por ejemplo, regentan otro de los restaurantes míticos de Vigo, el Puerto, un bar que, además, el escritor Domingo Villar ha convertido en célebre tasca novelesca donde el detective Caldas se alimenta mientras piensa en casos por resolver. A punto de echar el cerrojo, recuerda Antonio que fue en 1972 cuando él y sus tres hermanos se hicieron con el traspaso de El Turista, pero que el local ya había acogido el mismo tipo de negocio desde 1919. «La primera licencia de apertura es de ese año», asegura. «Por lo que yo sé el señor Edelmiro lo tuvo a partir de 1945 y luego montó una mercería aquí cerca, que cerró hace poco más de un año. Después lo cogieron José y Clemente, y a ellos los relevamos nosotros», cuenta.

El Turista deja, con su marcha, un poco más desolada la plaza de O Berbés, que tristemente ha pasado de ser uno de los rincones más pintorescos de Vigo a convertirse en un área devastada.