«Influencers» tras el chantaje de Borja Escalona a un bar de Vigo: «Da vergüenza que se nos juzgue por esto»

Daniel Portela Otero VIGO / LA VOZ

VIGO

De izquierda a derecha: Tamara García, Tamara Alonso, Rebeca Stones (@lgilphotography) y Carlota Moon
De izquierda a derecha: Tamara García, Tamara Alonso, Rebeca Stones (@lgilphotography) y Carlota Moon

Creadoras digitales defienden su profesionalidad ante quien exigió comer gratis

28 ago 2022 . Actualizado a las 12:14 h.

Desde que Borja Escalona exigió una empanadilla gratis en el bar A Tapa do Barril, continúa en el centro de la mirada mediática. Además de la suspensión de su cuenta en YouTube, acumula denuncias por parte de los clubes de fútbol Valencia y Real Sociedad y, esta misma semana, su antiguo casero aseguró que había tenido problemas con él por impagos. Cuando se viralizó el asalto a la empleada del bar vigués, se abrió un debate: ¿Por qué los youtubers e influencers obtienen cosas gratis? ¿Se está pervirtiendo la crítica gastronómica?

Escalona amenazó a la trabajadora, cuando esta le pidió que abonara el precio del producto, con una factura de 2.500 euros. «En todas las profesiones hay alguien que hace un mal uso de su actividad», opina Tamara García (@grtamara), tiktoker mosense con casi 400.000 seguidores. Ella y otras creadoras digitales (youtubers, instagrammers y tiktokers) de Vigo y su área de influencia insisten en separar la actitud de Escalona de las prácticas habituales en lo que se puede considerar ya una nueva profesión, contemplada en la nueva ley de Comunicación Audiovisual, aprobada en julio.

El contenido patrocinado «siempre tiene que estar pactado, con negociaciones previas y realmente ni tiene sentido cómo lo ha ejecutado él ni la tarifa que le proponía a la muchacha», explica Tamara Alonso (@dedondesacolasproteinas), que a través de su cuenta de Instagram comparte recetas y publicaciones divulgativas destinadas a los veganos. Señala que, por el número de seguidores que tenía el polémico youtuber (alrededor de 35.000), como mucho podría exigir entre 200 euros y 300 euros por la campaña.

Rebeca Stones (@rebecastones), que desde los 11 años comparte contenido en YouTube con este nombre, siente lástima de cómo lo ocurrido puede distorsionar la mirada hacia el resto de creadores digitales: «Me da muchísima vergüenza que se nos juzgue a todos por esto, porque una persona tenga tan poca profesionalidad. Nada más lejos de la realidad». Ella misma se solidarizó con A Tapa de Barril y fue otra de las miles que escribió un comentario en su cuenta de Instagram mostrando su apoyo.

La también viguesa Carlota Moon (@carlottamoon) comparte un recorrido similar con la anterior. Para ella, con cuenta en YouTube desde que era adolescente y ahora presente en Instagram y TikTok, «es una cuestión de respeto como persona». «Ya no estamos bien vistas de por sí, y es una traba más para que se considere como otro trabajo», señala. Los prejuicios que, en general, percibe respecto a la profesión tienen que ver con el esfuerzo que conlleva: «Yo conozco la posición privilegiada en la que estoy. Nunca me he quejado ni me voy a quejar, pero cada trabajo es distinto y requiere de un esfuerzo distinto».

Todas concuerdan en que este es un ejemplo excepcional, por el trato que da Escalona a la trabajadora en el vídeo, pero Alonso indica que, más de allá de él, siempre han existido prácticas cuestionables. «Muchas veces ves malas praxis de otros compañeros, que promocionan cosas que ni son de calidad ni cumplen las expectativas, simplemente por facturar», apunta Tamara Alonso.

Ana Terzado, dueña de A Tapa do Barril, aseguró a este periódico que compañeros de su sector de hostelería le escribieron o le llamaron explicándole situaciones similares a la que había vivido la trabajadora de su bar; aunque ella misma reconoció haber recibido peticiones similares con más respeto.

La fuente principal de ingresos en el caso de los creadores digitales suele ser la publicidad. Se puede combinar con la venta de productos digitales —recetarios, en el caso de Alonso— o con otras actividades fuera de las redes sociales —la publicación editorial, en el caso de Rebeca Stones y Carlota Moon—. «La publicidad es lo que nos da dinero para crear contenido y seguir entreteniendo a la gente», dice Tamara García. Lo entiende como una evolución de los medios de comunicación tradicionales: «Es como quien tiene una revista, las marcas pueden escribirle a ella porque quieren publicitarse o la propia revista captar clientes para cubrir el espacio de publicidad»

Generalmente, hay dos tipos de trabajo con marcas: el remunerado, con acciones determinadas a cambio de un pago monetario, y el de intercambio de producto, donde el trato consiste en dar visibilidad al negocio compensado con el consumo del producto. Esta segunda es la que se suele aplicar con bares y restaurantes. «Ambas partes salen beneficiadas porque ellos obtienen una publicidad con gran alcance y tú puedes comer allí, siempre que haya un acuerdo previo», explica Rebeca Stones sobre los beneficios que percibe de las colaboraciones con locales del sector de la hostelería. Tanto ella como Carlota Moon han tenido experiencias de este tipo en Vigo, una práctica que no está tan extendida como en Madrid o en Barcelona.

Según Alonso, las colaboraciones con bares o restaurantes suelen darse cuando este es nuevo y necesita publicitarse. «A la vista estaba que A Tapa do Barril no necesitaba promoción porque no le quedaban empanadillas cuando Borja Escalona entró en el sitio», opina.

Aunque los ingresos provengan de la publicidad, la clave de profesionalizar la actividad en redes sociales implica una actividad constante para nutrir tus perfiles y evitar que los algoritmos te castiguen. «Si estás una semana sin subir contenido, Instagram te va a castigar con tus próximas publicaciones o stories», explica Carlota Moon. Además, para que esta publicidad sea efectiva tiene que haber una confianza previa entre la audiencia y el influencer, defiende convencida Alonso: «Se trata de, si compras un producto, darle visibilidad porque crees que merece la pena sin un intercambio monetario a cambio». Su trabajo también consiste en conectar con su público para que se genere esa influencia. Por eso, cada una se mueve en su nicho propio, con contenido diferenciado: entretenimiento, estilo de vida, cocina, etc. Todo ello convive en las redes sin necesaria coacción de por medio.

YouTube

El historial delictivo del «youtuber» más odiado del momento 

iria juiz

Se define como «el dios del márketing y la publicidad». Sevillano, pero residente en Madrid, Borja Escalona desató la indignación por su incidente en A Tapa do Barril, en Vigo, donde intentó comer gratis una empanadilla. Fue la última de una larga lista de groserías, polémicas y delitos. En el 2016, aterrizó en el mundo youtuber, donde alcanzó 35.500 seguidores, pero no fue hasta la apertura de su canal en Twitch cuando comenzó monetizar su «trabajo». Cinco días antes de pasearse por Vigo y querer comer de balde, en Valencia intentó salir de una tienda con un collar al cuello de 27 euros sin pagarlo. Advirtió, de forma similar a la camarera del bar vigués, que la próxima vez cobraría al local 3.500 euros de promoción. Todo mientras grababa en directo.

Ha atentado contra la seguridad de las personas en vía pública en varias ocasiones. En marzo del 2021, por ejemplo, fue detenido por la Policía Nacional en Madrid por herir a una mujer tras lanzar una maquinilla. Formaba parte de sus «bromas» en vivo. No era la primera vez que detenían al youtuber. Cuenta con antecedentes por delitos contra la seguridad vial. Él mismo contó en redes que le retiraron el carné de conducir por ir bajo los efectos de la cocaína. También se saltó el confinamiento domiciliario por covid para comprar drogas y fue detenido por doble delito, ya que conducía sin puntos. La suma de estas retenciones desencadenó en una condena para prestar servicios comunitarios, pero siguiendo su línea no lo hizo e ingresó en prisión.