«A veces, la venganza es una forma de amor. Amor propio, a uno mismo»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Es gallega y kurda, se crio entre Vigo y Bagdad y habla 5 idiomas. Acaba de publicar su obra más feminista: «Se siguen organizando matrimonios con niñas de 6 años»

25 sep 2023 . Actualizado a las 18:48 h.

Mujeres en jaulas, apresadas como animales por «cuatro matados que se creen unos iluminados por un Dios que interpretan de forma demencial». Esa imagen de Siria que llegó a Europa a través de los medios de comunicación en el 2016 fue la chispa que encendió en Yashmina Shawki (Vigo, 1967) la necesidad de escribir sobre el horror de Daesh contra las mujeres. El libro que acaba de publicar, El abrazo de la venganza, es una ficción con grandes dosis de realidad, una historia de amor y horror, zanjada con ese impulso primario que da título a la obra. «A veces, la venganza puede ser un acto de amor. Amor propio, a uno mismo». Ella, que se educó entre Bagdad y el colegio Las Jesuitinas de Vigo, no entra en debates religiosos, solo humanitarios.

El libro ve la luz cuando se cumple un año de la muerte de Mashsa Amini tras ser detenida en Irán por llevar mal puesto el velo. La publicación coincide también con las inundaciones de Libia, donde se amontonan los cadáveres, y mientras las mujeres afganas mueren en los partos porque tienen prohibida la atención médica. «Estoy indignada y furiosa contra los políticos de occidente. Deberíamos salir todas a la calle a montar escándalo por lo que está pasando en Afganistán». Esa rabia está patente en la historia que ha escrito y que le ha costado muchas lágrimas, «para escribir ciertas cosas tienes que documentarte y meterte en el papel, y es muy duro».

Violaciones múltiples, golpes que rozan el límite con la supervivencia y sometimiento total a la voluntad de los hombres, es el único destino que pueden esperar muchas mujeres en Oriente Próximo. «Me parece demencial que se sigan organizando matrimonios con niñas de seis años. A mi abuela la casaron con 13 años, pero es que estamos en el siglo XXI», reclama. Y culpa a los gobernantes de Oriente Próximo de ser los culpables por sumir a sus pueblos en la pobreza. «Los extremos son el resultado de la injusticia y las desigualdades. Si no me lo das por las buenas, lo consigo por las malas. Y ahí es cuando algunos deciden coger las armas y empezar a tiros». 

«Me siento viguesa y bagdadí»

Shawki vive en Vigo, la ciudad donde su madre nació y donde quiso dar a luz. «Mis padres se conocieron en Londres, donde estaban estudiando. Cada uno se fue a su país, pero él no podía vivir sin ella y se vino en el Orient Express a buscarla y pedirle matrimonio». De aquel amor nació la única hija de la pareja, que llegó al mundo pocos meses antes de que comenzara la guerra árabe-israelí de 1967. La infancia de Yashmina fue inusual, los primeros años los pasó en Bagdad, pasando largos veranos en Galicia «escapando del calor espantoso que hacía entre junio y octubre». Cuando cumplió cinco años volvió a Vigo y estudió en el colegio Las Jesuitinas, donde hizo buenas amigas, pero a los 13, la adolescente quiso volver a su otra patria. «Fue un choque brutal, fue duro porque sabía árabe, pero no al nivel de poder escribirlo e ir a clases».

Su vocación artística fue precoz, pidió matricularse en la Escuela de Música y Ballet de Bagdad, donde fue la única alumna que logró acceder siendo ya adolescente. «Allí descubrí que tenía habilidades para la escritura; un profesor me dijo que mi árabe no era muy bueno, pero que era la que mejor escribía del colegio». Por mandato materno, Shawki estudiaba a distancia el bachillerato español, lo que facilitó que, al volver a Vigo, pudiese matricularse sin esfuerzo en el instituto De Santo Tomé de O Freixeiro. «Volvimos en los años 80 por la guerra. No he vuelto a Bagdad desde 1984. Mi familia se ha ido del país y ya no me quedan vínculos allí. Sé que no me voy a encontrar el Bagdad que recuerdo, pero Irak es la cuna de la civilización, allí están las cuevas de Shanidar, contemporáneas a Atapuerca. Me siento muy viguesa, pero también kurda y bagdadí, es la ciudad de Las mil y una noches».

Ese imaginario vital se plasma en el sexto libro de esta abogada e historiadora, que centra la trama en la lucha antiterrorista por parte de los servicios de inteligencia. «En Irak, en los años 80, había 14 millones de habitantes y dos pertenecían a los servicios secretos. En mi casa, cuando teníamos que hablar de algo importante, salíamos al jardín, por si había micrófonos. Recuerdo como, con 14 años, con el cónsul español en la embajada, tuvimos que ir al cuarto de baño con los grifos abiertos».

El libro bebe de esas experiencias y se ubica temporalmente en los atentados terroristas en Europa, pero no es un libro de historia, es una novela que habla de personas que buscan justicia y, a veces venganza, pero también amor. «Los de aquí y los de allí, sentimos lo mismo: felicidad ,tristeza... Nuestros padres nos crían con el mismo cariño, encontramos el amor, que existe en todas las civilizaciones. Todos estamos interconectados, lo único que nos diferencia es la cultura de cada país».

Su canción favorita

«September», de Earth, Wind & Fire. «No paso un día sin escuchar música, mi madre tocaba el piano y tengo mucho bagaje. Es una canción de 1978, cuando empecé a escribir relatos largos. Además es una canción positiva, quiero que seamos positivos, que nos respetemos y que trabajemos codo con codo».