Enrique Poza pudo completar el ciclo larvario de una especie que muestra signos de colapso, pero la alimentación complicó la continuación del proceso. La Universidad de Córcega ha dado un paso más y ha conseguido juveniles
01 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El colapso de la langosta en las pesquerías europeas desde la década de los cincuenta del siglo pasado ha despertado el interés de la comunidad científica por criar en cautividad uno de los crustáceos más sofisticados y exigentes que existen, además de icono de las Rías Baixas. En la lista de investigadores comprometidos con este proceso figura Enrique Poza, investigador de la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Vigo), Ecimat, que junto a su equipo logró completar, por primera vez en Europa, la fase más compleja del ciclo larvario. Aunque no alcanzó la meta esperada, Poza abrió todo un camino que hoy en día recorren entidades científicas nacionales y foráneas.
Las pruebas del Ecimat se quedaron a las puertas del estadio juvenil. En los tres años que dedicaron a la cría de langosta en acuicultura, en Toralla pudieron completar las seis fases de filosoma. Enrique Poza y su equipo desarrollaron las larvas y velaban por su mantenimiento durante una etapa vital en la que apenas alcanzaban el centímetro y medio de tamaño. «Las larvas nos tardaban sobre diez días en cambiar de una fase a otra», recuerda Poza. «O sea, dedicábamos unos sesenta días a realizar el cultivo, que siempre coincidía en las épocas de puesta de las hembras». añade. Las larvas surgían de huevos de langosta roja gallega, la Paliinurus elephas, que destaca entre el resto de especies de langosta por su capacidad de supervivencia.
Durante cada uno de aquellos sesenta días de cultivo, Enrique Poza vigilaba las larvas filosomas, tan prematuras que eran transparentes. Alimentar a estos seres, que ni siquiera habían alcanzado la etapa juvenil, se convirtió en una de las barreras más difíciles de derribar para dar con la clave de la cría de langostas. En el centro de investigaciones de la isla de Toralla, «preparamos los tanques de la planta de cultivos con fitoplancton y con zooplancton, que es alimento vivo», recuerda. Pero imitar las condiciones óptimas del mar puede volverse dificilísimo y, tras una etapa de alegrías en la que lograron que de manera natural las larvas mudaran cada diez días de fase, se toparon con el problema de la comida. En la filosoma cinco y seis, «el alimento que les suministrábamos les iba quedando pequeño», recuerda, y tuvieron que reflexionar sobre las nuevas necesidades alimenticias de las larvas y afinar la fórmula.
«Detectamos que había que cultivarlas con peces vivos en las últimas fases», explica el investigador, «y así ensayamos con larvas de rodaballo desde la cuarta fase». Pero tampoco aquello resultó una solución definitiva «porque tienen mucha mucosa, que acababa impregnando la sede de las patas de las langostas en desarrollo».
Final
«Ensayo fallido», concluye Enrique Poza. Las complicaciones con la dieta de las larvas de langostas sumado a la escasez de personal disponible para especializarse en la cría en acuicultura de esta icónica especie echó por tierra las esperanzas del equipo que llevaba tres años pegado al microscopio para seguir el crecimiento de aquellos seres con aspecto de «aliens». Tiraron la toalla.
Por el camino, Enrique Poza fue convocado al Congreso Nacional de Acuicultura de Castelldefels. «Al cabo de un tiempo, se pusieron en contacto conmigo para que la Universidad de Vigo participase en un proyecto con entidades de Gales y de Francia, pero coincidió con el brexit y finalmente nos denegaron las ayudas que ofrecía la Comunidad Europea», añade el técnico del Ecimat sobre la última piedra en el camino. Considera que pudo haber influido que concluía con un centro británico en pleno divorcio histórico del Reino Unido.
La Universidad de Córcega logra juveniles 83 días después de la eclosión
La Universidad de Córcega ha avanzado en la senda recorrida por Enrique Poza desde Vigo al lograr crías de juveniles de langostas 83 días después de la eclosión de los huevos. A través de la plataforma Stella Mare, el centro francés se ha convertido en uno de los tres laboratorios del mundo en superar la fase larvaria.
«El cultivo de la langosta roja es muy singular en comparación con otras especies: lleva mucho tiempo y las larvas son muy frágiles desde el punto de vista sanitario. Requiere estar constantemente junto a su cama», explica el director de acuicultura de Stella Mare, Jean Philippi, para advertir la complejidad del proceso. Desde noviembre del 2023, el centro cuenta con siete juveniles de once meses de edad y pronto podrían alcanzar la etapa para ser liberados al mar, según han señalado desde el centro de investigación a medios especializados.
La experiencia en la cría de langosta común realizada por la Universidad de Córcega tuvo éxito en tres meses. Obtuvieron seis juveniles y observaron una «alentadora» tasa de supervivencia en la última fase larvaria, 43 días después de la eclosión. También Enrique Poza recuerda tal subsistencia de los alevines durante sus ensayos en las dos últimas fases filosomas, aunque finalmente las esperanzas en el Ecimat se vieran truncadas a causa de la dieta que precisaban estos prematuros seres vivos para salir adelante. Desde la isla francesa, destacan las dificultades que entraña «la fragilidad de las fases larvarias, la duración de la cría, las limitaciones sanitarias» y, de nuevo, la alimentación.
Enrique Poza valora positivamente el progreso de Stella Mare y explica que también hay una empresa de Gales que en estos momentos trata de aumentar el porcentaje de supervivencia de las larvas. Pero defiende la cautela y sostiene que la cría de langosta en cautividad todavía se encuentra en fase inicial. En todo caso, «todavía nos queda mejorar mucho la técnica para conseguir cantidades suficientes que permitan la repoblación».
En Córcega, para realizar el estudio han seleccionado la especie Paliinurus elephas, que históricamente habitaba el Atlántico nororiental, desde Noruega hasta Mauritania y también era la reina del mar Mediterráneo. La sobrepesca aceleró el agotamiento del recurso, una situación que según la Xunta de Galicia se extiende por «toda a fachada atlántica europea» mientras Stella Mare también la advierte en las cálidas aguas del Mediterráneo. De hecho, la langosta ha alcanzado la categoría de «vulnerable» en la lista que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Sector pesquero
El sector pesquero de Córcega genera unos 4 millones de euros anuales a base de langosta. Atender a la paulatina desaparición de la especie ha animado a los pescadores a colaborar en proyectos como el de Stella Mare, que finalmente ha logrado los primeros alevines de su entorno más inmediato. En las cofradías de las Rías Baixas, sin embargo, dieron por perdido el recurso hace ya décadas. Para los ex patrones mayores de A Guarda o Bueu, por ejemplo, las capturas en la costa gallega se han convertido en hechos testimoniales.
La Universidad de Córcega considera que su último avance en la cría de langosta «podría garantizar el mantenimiento de la pesca artesanal en la isla a e incluso contribuir a su desarrollo, perpetuando al mismo tiempo una actividad patrimonial centenaria». También contempla una transferencia de conocimiento a escala europea para restaurar esta población degradada.