
Casa Moncho y La Exscama son los únicos restaurantes que sirven calçots de Tarragona
03 mar 2025 . Actualizado a las 14:42 h.El planeta de la gastronomía es cada vez más un pequeño pueblo. Por fortuna para quienes no tienen tan a mano la posibilidad de moverse por el mundo probando comidas de aquí para allá, los platos sí que tienen facilidad para replicarse in situ aunque procedan de los rincones más alejados. Pero no todos. Es más fácil encontrar comida asiática que uno de los emblemas culinarios de Tarragona, que tampoco está tan cerca. Nos separan de la provincia catalana algo más de mil kilómetros desde Vigo. De allí son los calçots, un especie de cebolla tierna que allí se comen con aproximadamente la misma devoción que por aquí se devora el pulpo á feira. Solo que el pulpo está en casi todos los mares y los calçots, solo crecen bajo tierra con esa forma alargada y suave sabor, en la comarca tarraconense del Alto Campo, y su forma de prepararlos y de comerlos es típica de allí y de ningún otro lugar. Los nativos acostumbran a montar una buena fiesta alrededor de este evento gastronómico. Los calçots se asan sobre mantos de leña y los celebrantes se pertrechan con baberos y mandilones para salir impolutos de una forma de comerlos que no aparece en ningún tratado de buenas maneras, lo que lo hace mucho más divertido. Al calçot hay que agarrarlo por el extremo más chamuscado y tirar de su envoltorio natural hacia abajo para pelarlo. Luego, se impregna en una salsa de color anaranjado, la salsa romesco, que también tiene su historia y su origen en la misma provincia y se elabora con almendras, aceite de oliva, tomate y ajo. En Casa Moncho preparan este manjar tan especial desde hace siete años y cada uno que pasa, crece el interés por esta hortaliza. El 23 de enero comenzaron la temporada y Moncho Hermida, el responsable del local, calcula que puede que lleguen hasta principios de abril, no más.
Hermida, aunque es de Ferrol, es un veterano de la hostelería viguesa. Llegó hace 30 años a la ciudad donde nació su mujer y su proyecto de hostelería es uno de los referentes asentados en dos etapas, la más larga en la calle México y desde hace once años, en Doctor Cadaval, 24.
Hasta allí, desde A Rúa, en Ourense, se acercaron esta semana Joaquín Sánchez, gerente de la bodega Alan de Val, y su esposa, Carmen, a disfrutar de este plato que habían probado antes en Madrid «y una vez en la bodega, que estaba trabajando una persona de Tarragona y nos los hizo», recuerda. El anfitrión se los lleva a la mesa humeantes, envueltos en varias hojas de periódico, y dan buena cuenta de ellos encantados.
Moncho, que estudió hostelería en Santiago aunque la profesión le viene de familia (su padre ya tenía restaurantes en Ferrol), confiesa que en su local les gusta mucho trabajar las verduras, y que lo de los calçots «surgió de unos amigos y clientes con los que hacíamos calçotadas en casa hasta que un día, aprovechando que tenemos parrilla, decidimos traerlos tallados para hacerlos aquí, nos los mandan de Tarragona todas las semanas y son un éxito total», confiesa. «Este fin de semana tenemos una reserva de un grupo de 20 personas para probarlos», cuenta.

También tienen calçots en La Exscama. En el local ubicado en Rosalía de Castro, 32, que gestiona Jordi Casadó Ribas (también responsable del Van Gogh) no solo los preparan a la manera clásica, sino que también los introducen en platos en carta o en menú (por ejemplo en ensalada con anchoas, boquerones, tartar de tomate y crutóns con romesco) hasta que se acabe una temporada que, como recuerdan, «depende de las lluvias, si no hay, acaba antes». Los traen de Valls, con denominación IGP y recomiendan encargarlos si son muchos los comensales.