La Fiscalía pide investigar una agresión sexual al hermano que denunció en pleno juicio que su padrastro también abusó de él

E. V. Pita VIGO

VIGO

Imagen de archivo del interior de la Cidade da Xustiza de Vigo
Imagen de archivo del interior de la Cidade da Xustiza de Vigo Oscar Vázquez

El acusado en Vigo lo negó todo: «Si esto fuese cierto, su madre me habría matado y, si no, sus abuelos». Las psicólogas dicen que la víctima sufre estrés postraumático compatible con abusos infantiles y la defensa lo atribuye a que el denunciante le debe 13.000 euros al procesado

08 abr 2025 . Actualizado a las 12:36 h.

La Fiscalía de Vigo ha solicitado este martes a la Audiencia Provincial que deduzca testimonio de la declaración que hizo ayer el hermano de un joven que denunció a su padrastro por abusos infantiles en Vigo. El hermano desveló sorpresivamente cuando testificaba en el juicio que él también los había sufrido. Por esta razón, la Fiscalía ha pedido la deducción de testimonio para la Justicia ordene investigar un nuevo delito de agresión sexual de menor de edad. «La víctima vivió un infierno», dijo la Fiscalía. Ahora, la Audiencia informará oficialmente a las autoridades de esta nueva posible víctima del padrastro aunque, al ser este mayor edad, él tendrá que presentar denuncia.

El acusado, que afronta 14 años de cárcel por abusos durante una década a su hijastro desde los ocho años, lo ha negado todo y calificó de «surrealista» la denuncia. Afirmó que se dejó el alma por su familia adoptiva y sospecha que su hijastro tenía animadversión hacia él desde niño y actúa así para no pagarle una deuda de 15.000 euros. En su alegato final, entre sollozos, proclamó su inocencia: «Si todo esto fuese cierto, su madre me habría matado, y si no, sus abuelos».

Las forenses del Imelga y una psicóloga experta en abusos infantiles sostienen que el denunciante padece un estrés postraumático que le genera insomnio, problemas con sus relaciones sexuales y afectivas, disociaciones y evitación. Ven «compatibles» estos síntomas con haber sufrido abusos. La acusación particular reclama 35.000 euros de indemnización por el tratamiento psicológico.

La segunda sesión del juicio se ha celebrado este martes en la Quinta Sección de la Audiencia de Pontevedra, en Vigo. Declararon las forenses y los psicólogos de parte, y en último lugar, el acusado. La Fiscalía pide 14 años de cárcel por agresiones sexuales continuadas y la acusación particular, quince. Ambas aplican la agravante de prevalencia (se aprovechó de su ascendencia y autoridad sobre el niño). La defensa reclama su absolución.

Los supuestos abusos denunciados se remontan a la primera década del siglo XXI en un piso de Vigo y en una aldea de las comarcas del sur de la provincia donde residían los abuelos de la víctima. Los escenarios de los abusos, según la madre, podrían haber sido un trastero del piso, la aldea y unos viajes a otras provincias. 

El acusado de abusar sexualmente de su hijastro en Vigo desde los ochos años hasta su adolescencia negó todo visiblemente emocionado en la segunda sesión del juicio. «Jamás, nunca jamás hice nada, él se lo ha inventado todo, no tengo palabras ni sé por qué me está haciendo esto, él era un niño que me tenía animadversión, su padre era alcohólico, no pagaba la pensión y yo me he hecho cargo de la manutención de la familia. Es todo falso, nunca le amenacé, jamás he sido una persona violenta o autoritaria», afirmó.

El acusado negó haber hecho fotos en la bañera al menor ni haberlas enviado a un amigo de Sudamérica que fingía ser urólogo. El joven denunció haber sido sextorsionado. El implicado también negó ser autoritario ni estricto porque era «la madre la que mandaba en casa al 100 %». Dice que «todo esto es surrealista, no tiene sentido ninguno». «Jamás he puesto una mano encima a los niños, mi relación era buena con los abuelos», indicó el acusado. 

Atribuye la denuncia a una venganza porque le reclamó a su hijastro «por activa y pasiva» una deuda de 15.000 euros por el préstamo para comprar un coche (y pagar mil de seguro). Cree que el menor sentía animadversión hacia él desde pequeño por haber sustituido a su padre biológico. «En la Navidad del 2017, le pedí por enésima vez el dinero que le había prestado para comprar un coche», según él, el hijastro le respondió en el hall de su casa: «Te voy a joder la vida». «Me lo dijo dos veces, otra vez en la calle», afirmó el acusado en el juicio. Negó que en esas riñas familiares, el hijastro le acusase de ser un «pederasta».

Explicó que el joven se marchó de casa y se independizó sin revelar la dirección de su paradero «porque no quería que sus abuelos lo controlasen», y no por un rechazo hacia él.

El acusado negó que la madre de su hijastro lo expulsase a él de la casa familiar tras enterarse de los abusos sino que, en realidad, sufrieron una crisis de pareja porque «la relación sentimental se estaba deteriorando cada día». Él añade que ayudaba a la madre, los hijastros y los abuelos en la aldea a desbrozar fincas o cortar leña, «les he ayudado en todo, me he dejado el alma con esa familia». Tras la separación, siguió teniendo relación con su expareja porque tienen un hijo en común pero ahora es nula. «Nunca le he hecho mal a nadie», insistió. Recalcó que nadie verbalizó los abusos en la familia hasta que se encontró con la denuncia.

Declaración de las forenses del Imelga

Las psicólogas forenses del Imelga indicaron que el joven denunciante padece un trastorno reactivo a un estrés postraumático, así como problemas a nivel afectivo-sexual. El cuadro afectivo es «compatible» con unos abusos, pues no hay otros efectos traumáticos que expliquen el trastorno, y el estrés postraumático es frecuente en estos casos. Según refirieron, el joven tenía pesadillas e hiperactividad y el trauma le afectó al aspecto sexual. El hecho de que su supuesto agresor sea pariente afecta a la gravedad del daño por ser una figura de autoridad y de confianza. El consumo de drogas, como el cannabis, es otro factor que el denunciante cumplía como requisito del estrés pero este descarta que los estupefacientes le hubiesen generado la crisis de ansiedad que explique su estrés y nerviosismo.

Las forenses dicen que el joven refirió que no tuvo el apoyo de su madre, por lo que no acudió al médico, razón por la que durante su infancia o adolescencia no aparecen síntomas.  Afirman que algunos daños como fisuras o moratones por agarre, propios de una agresión sexual, pudieron haber pasado desapercibidos en su infancia.

La defensa se pregunta si el denunciante pudo haber moldeado la realidad por una animadversión hacia su padrastro pero las psicólogas forenses del Imelga no ven rasgos compatibles con una personalidad tendente a verbalizar relatos fantasiosos o sobredimensionamiento de los hechos. Afirman que el relato de la víctima era «reflexivo y consistente».

Psicóloga experta en traumas infantiles

Una psicóloga especializada en trauma infantil, que trabaja con menores con TDH, declaró en el juicio que estudió a la víctima durante 5 años buscó patrones y «disparadores» en la mentalidad del denunciante y cree que sus síntomas son una causa-efecto de los posibles abusos. Esta experta trata a personas que vivieron en ambientes no saludables y con personas autoritarias y cree que muchas víctimas que callaron, luego en su edad adulta no pueden expresar sus disgustos por temor al rechazo.

Dicha experta descubrió que la víctima cumple los requisitos de estrés postraumático porque padece dificultades con sus relaciones sexuales, insomnio o temor a salir de casa, o evita pasar por calles y casas que le recuerdan su infancia. Descarta que el paciente hubiese simulado el trastorno y prevé que necesitará seguir medicación. Explicó que un niño sometido a malos tratos y abuso infantil tiene miedo, lo que le genera estrés, y eso provoca que la corteza cerebral no se desarrolle bien en la infancia y, además, tiene un déficit de dopamina. Afirma que padece un trastorno TDH (hiperactividad) que, según dicen, no se le habría generado de no haber sufrido abusos.

Peritos de la defensa

La defensa pidió la absolución. Sospecha que el joven denunciante consumió cannabis cuando se fue de casa en el 2017 y eso explica sus síntomas. No entiende cómo el denunciante, tras sufrir abusos prácticamente a diario, le pidió un préstamo al acusado e iba a comer a la casa familiar todos los domingos en vez de evitarlo. La psicóloga respondió que el joven no era independiente y que rompió lazos poco a poco.

Otros dos expertos, peritos de la defensa, analizaron los informes psicológicos y aseguran que la literatura no pueden discriminar factores propios de los abusos infantiles. Creen que el informe se encarriló hacia una meta y descartó otras posibilidades. Añadió que el consumo de cannabis produce una desestabilización emocional y no se puede descartar alucinaciones. Respecto al TDH dice que tiene este trastorno que ver con la personalidad mientras que el abuso produce ansiedad o depresión. El perito de la defensa añadió que se necesiten al menos tres fuentes para valorar la credibilidad del denunciante. No vio que se constatase ninguna sintomatología ni visitas al médico desde los ocho años. Recalcó que, de haber sucedido el abuso, el joven habría evitado las visitas a su casa porque la evitación es una de los síntomas de un trauma. E insistió en que para valorar si hubo una simulación es necesario hacer un estudio multidisciplinar y no basta con una mera entrevista.

La Fiscalía: «Vivió un infierno»

La Fiscalía señala que el acusado aprovechó su relación de confianza para «practicar reiteradamente abusos» desde los ocho a los 18 años «empleando violencia física y luego sin que esta fuese necesaria», por el miedo del menor a desobedecer. Sostiene que la víctima mantuvo un relato «coherente». El denunciante, indica la Fiscalía, se marchó de casa en el 2017 porque no tuvo apoyo de su madre y, ante el temor de que su hermano menor pasase por lo mismo, denunció. La Fiscalía recuerda que la víctima dijo que el acusado buscaba estar a solas con él y la madre no le creyó: «Nos podemos imaginar el infierno que ha pasado». Descarta el móvil de la venganza porque la deuda no fue judicializada y la madre le devolvió 5.800 euros al acusado para que lo dejase en paz. «Tal era el pánico que tiene al acusado que la víctima pidió que no se revele su dirección», afirma la Fiscalía, que asegura que tiene unos wasaps «demoledores» que probarían los hechos. Recuerda que la madre del denunciante ató cabos ahora y corrobora los hechos.