
Ramón González Vidal abrió hace 36 años el local de Ronda de Don Bosco, en Vigo, que se despide el 20 de abril
13 abr 2025 . Actualizado a las 14:22 h.Ramón González Vidal se encaprichó con tener un bar y le puso de nombre Encapríchate Country por eso mismo, y Country porque durante una época fue la música que sonaba allí. Eso fue en 1989, año en que abrió en la esquina de Ronda de Don Bosco, 27, frente a la iglesia de María Auxiliadora. Hoy Ramón tiene 66 años y ha decidido dar carpetazo al lugar donde ha sido feliz aunque haya trabaja sin parar. Pero reconoce que ya toca. Cede el testigo y ya ha negociado el traspaso, aunque advierte que su bar nunca volverá a ser el mismo por voluntad propia, se ha encargado de que así sea porque quiere que el espíritu de un local tan personal se vaya con él. El 20 de abril será el último día 36 años después.
Sus padres formaban parte del gremio y le advirtieron: «Me pidieron que no me metiese en esto porque sabían lo que era, pero al final les di el disgusto, antes era viajante, pero como no me gustaba conducir, se me ocurrió lo del bar. Y tenían razón ellos. Llevo 66 años sin moverme del bar ni un día, solo cuando estoy ingresado, porque tengo leucemia desde hace cuatro años», cuenta sin darle importancia. «También tuve cáncer de pulmón sin haber fumado nunca, y aquí sigo. Le aconsejo a la gente que no se deje llevar, que tenga esperanza», subraya.
El hostelero es de una pasta especial. Su obsesión ha sido ser diferente. «Siempre quise tener lo que no tenga nadie. Una vez que hay más que tienen lo mismo que yo, deja de interesarme», asegura. «Yo soy independiente y no tengo nada que ver con los negocios de alrededor», presume. Entre sus ejemplos como pionero pone el menú del día a 500 pesetas, «en aquella época, era lo más barato que había», afirma; su sangría, el combinados de botellas súper dos, «que lo inventamos nosotros aquí en el bar, yo los puse de moda, dos de whisky, dos de vodka o dos de ron, con lata de Coca-Cola», recuerda añadiendo a la lista los chocolates a la taza de sabores. «Y este año, con alcohol. Sacamos el de cerveza negra y fue un bum», asegura.
La segunda teima de Ramón es su equipo de trabajadores. Insiste en que hay que dar oportunidades a los jóvenes, y sobre todo, a los que llegan de fuera y con los papeles en regla. «El equipo que tengo yo es el mejor que he tenido nunca. Siempre he apostado por darle una oportunidad a la gente que empieza», afirma con orgullo. De sus años de trabajo, de los que guarda peor recuerdo son los del covid y la interminable reforma de la plaza donde se asiente el local: «Tardaron dos años en hacer la plazoleta, pero gracias a esta reforma hemos cogido el subidón de nuevo. Dejo el sector en el momento más dulce de mi bar», dice, aunque asegura que se marcha sin pena. «Me voy con alegría. Poder dejar un local arriba del todo, con mucha clientela, ya es una bendición», explica recordando que en su Encapríchate tiene como clientes a los hijos de los primeros que tuvo. Ahora sigue teniendo público de todas las edades a precios imbatibles. «Es lo bonito», dice.