
El Carballal logra contra pronóstico la permanencia a falta de dos jornadas
13 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El entrenador del Carballal, Chiki Castro, solicitó en el mes de enero vacaciones en el trabajo para esta semana. Contaba con dedicarla de lleno a preparar el compromiso del próximo sábado frente al Almería, en el que esperaba jugarse buena parte de la salvación. Sin embargo, ahora la puede afrontar con total tranquilidad, al contrario de lo que hubiera imaginado. Porque el equipo vigués consiguió el objetivo la pasada jornada, con dos citas aún por delante, y militará en División de Honor Oro de balonmano por segunda temporada consecutiva en el curso 2025/2026.
«No contaba con llegar a estas alturas salvados», admite el preparador, que aunque era muy optimista de cara a esta segunda vuelta, en la que recibían a varios rivales directos, ha visto cómo su equipo superaba sus expectativas. «Solo perdimos un partido en casa (desde entonces). No me esperaba ese abanico tan amplio de victorias y sacar esta renta. Nadie sabe bien el peso que me quité de encima», se sincera. Porque de no haberse salvado ahora, irían a Almería y podría haber sido con ambos jugándose todo. «Hubiera sido un infierno», sentencia.
Al final, la permanencia llegó ante un rival como el Boadilla que «ha hecho un temporadón» y que aunque llegaba sin objetivos clasificatorios, tampoco les regalaron nada. «Son muy buen equipo. En el primer tiempo, nuestras jugadoras estaban demasiado agarrotadas y les transmití que si minimizábamos nuestros errores y estábamos tranquilas, ganábamos el partido. Fue de las mayores verdades que pude haber dicho», comenta una vez que su vaticinio se cumplió.
Para Castro, este logro es especial porque se ha conseguido con la gente de casa, deportistas a las que entrena, en la mayoría de los casos, «de toda la vida». «Es algo maravilloso que no cambio por nada. Al acabar el partido, no estaba llorando, pero sí tenía los ojos vidriosos de liberar la presión y ver a jugadoras y compañeros del staff a los que sí les caían las lágrimas», apunta antes de recordar que en diciembre no habían ganado ningún partido y que rememoró los momentos malos. «Fue una temporada muy dura, de muchísima presión y dudas de si esta categoría era para nosotros», confiesa.
Cambio de mentalidad en familia
Para el entrenador del Carballal, la clave de esta salvación es «la unión, sobre todo de las jugadoras en el vestuario», incidiendo en que han crecido juntas y se consideran, si no hermanas, familia, lo mismo que con él. Valora, además, el «cambio de mentalidad» que han sido capaces de dar. «El salto a Oro les exigió muchas más horas de trabajo, subir el esfuerzo en cada entrenamiento, y eso les permitió, poco a poco, adaptarse a la categoría». Pero el punto de partida de todo fue «creer en sus posibilidades».
Recuerda Castro con cariño que siente mucha cercanía con ellas después de haberlas visto desarrollarse como personas y deportistas. «Algunas no sabían agarrar un balón cuando entraron por la puerta del pabellón. Las vas viendo crecer y el afecto que sientes por ellas es muy grande», enfatiza. Y es consciente de que eso también puede ser un arma de doble filo, pero han sabido «gestionarlo muy bien y que se convierta en algo que hace que cumplir la meta cobre un significado aún mayor».
Cuando echa la vista atrás, le viene a la cabeza que, con una plantilla de gente de casa, recibieron muchos ofrecimientos de jugadoras por parte de representantes y escucharon muchas veces que no estaban preparados para conseguir la permanencia. «Había encuestas en Internet que nos ponían los últimos, muy poca gente confiaba», indica. Ya les pasó cuando optaban al ascenso el curso pasado. Admite Castro que se han convertido en expertos en callar bocas.
Castro se toma un año sabático: «Necesito descansar»
Chiki Castro comunicó hace semanas que no seguirá al frente del Carballal, lo que supone finalizar una etapa de once años. Asegura que no hay marcha atrás a corto plazo. «Lo único que pasa por mi cabeza es descansar. Fue un año duro y no es que esté mal psicológicamente, pero si siguiera, puede que empezara», desliza.
Admite que, por momentos, se vio cerca del límite y de ahí que frene antes de llegar ahí. «Notaba que me empezaba a cambiar el carácter, estaba más irascible, estresado», expresa. Notaba que le costaba desarrollar sus tareas, como si estuviera «perdiendo un poco la ilusión», desgrana. Pero dejarlo mediada la temporada nunca fue una opción. «Creía que podíamos lograrlo y dije: ‘Voy a echar el resto de energía que me queda, pero a este equipo lo salvamos como sea’. Y siendo lo último que hiciera en un tiempo», ahonda.
Y así fue. Han sido meses de «vivir prácticamente por y para salvar al equipo, sin parar de ver vídeos de rivales, viendo al Mislata —por aquel entonces, siguiente rival— durante todas las vacaciones de Semana Santa», revela. Visto ahora, le resulta «gratificante» que todo ese esfuerzo haya tenido premio.
Quiso comunicarlo con tiempo para dar margen al club para buscar un sustituto, ya que «no hay muchos entrenadores para dirigir equipos femeninos a este nivel» y también para que las jugadoras se enteraran por él y tuvieran claro que la decisión no tenía nada que ver con ellas. «Quería que supieran que era un problema mío, que necesito descansar. Les fastidia, pero lo han entendido», destaca. E incluso fue un incentivo para «dejar al club en lo más alto» y que hubiera un buen final.
Ahora, siente una paz que le «viene muy bien». Y tampoco va a entrenar otro equipo, sino que se dispone a disfrutar de un año sabático en lo que al balonmano se refiere por primera vez. «Desde que mi padre jugaba en el Octavio y ya cogía el balón con cuatro o cinco años, nunca he parado», asegura. Volverá.