
Antón Conde, impulsor del proyecto de un nuevo sistema de ferrocarril de proximidad de Viana do Castelo a Pontecesures, destaca que todas las demás autonomías costeras cuentan con un servicio de ese tipo
25 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Hijo, nieto, bisnieto y marido de ferroviarios, Antón Conde (Marín, 1963) tenía en la cabeza ser piloto de aviación y ver el mundo desde el aire, en lugar de seguir el sendero de hierro por el que había transitado su árbol genealógico. Pero la mayoría de edad le hizo poner los pies en la tierra, o más bien en el tren y para siempre. Entró en Renfe por la vía militar, habilitada aún en los años ochenta para formarse como ferroviario, y lo hizo, y hasta tal punto conoce las posibilidades del tren que se ha convertido en una de las personas clave en el impulso y exigencia de una red de cercanías para Galicia, un tendido que dé respuesta a las necesidades de interconexión entre zonas por las que ahora el ferrocarril solo es un elemento del paisaje, que pasa pero no para, que existe pero no sirve a miles de gallegos que solo lo ven transitar.
«Galicia es la única de las ocho comunidades costeras de peninsulares españolas que no tiene tren de cercanías», advierte Conde, que recorrió parte de las estructuras de Renfe y el ADIF desde abajo como factor de circulación por diversas estaciones de la provincia y Barcelona y ahora es supervisor de seguridad en la circulación en Vigo, además de portavoz provincial de Infraestructuras y Movilidad de Comisiones Obreras. El sindicato empezó a abrazar en el 2013 la idea de defender un tren de proximidad para Galicia, y desde el 2020 no pierde oportunidad de tratar de convencer a cuanta administración existe de que esa sería la herramienta clave para comunicar la comunidad, convertirlo en cimiento de toda una estructura de transportes comarcal y frenar con ella la despoblación.
«Se está volviendo al tren de manera general, pero en España se hace a distintas marchas, e incluso dentro de Galicia también, porque no es lo mismo el eje atlántico que la línea del Miño o la de Portugal», lamenta. Para quien no había reparado en el tren como medio clave en el transporte de pasajeros, dicho estatus se ha demostrado, a su juicio, con los bonos gratuitos que están a punto de desaparecer. «No se encuentran plazas, incluso, en determinados trenes entre Vigo y A Coruña, lo que podría parecer que es una buena noticia pero en realidad no lo es, porque significa que no somos capaces de atender la demanda que existe para viajar en tren», razona.
«Tenemos muy poquita oferta de trenes aquí, seguramente derivada de una deuda ferroviaria histórica con Galicia. Nunca tuvo los trenes suficientes, ni se hizo una gestión horaria adaptada a las necesidades de las personas ni en los precios de los billetes», dice Antón Conde.
Advierte que los servicios de cercanías tienen una diversidad horaria y precios reducidos, mucho más que los de media distancia y regionales que circulan por la comunidad. «La gente está volviendo al tren, pero no se le está satisfaciendo la necesidad de movilidad de todo el territorio», atestigua. Y ahí es donde debería entrar una red de cercanías.
Conde dibuja una malla de líneas de tren de proximidad desde Viana do Castelo al límite de las provincias de Pontevedra y A Coruña, advirtiendo que lo mismo se puede trazar en el resto de la comunidad. «No hay nada que impida técnicamente ponerlo en marcha ya», asevera, aunque advierte que para que tenga éxito hace falta repensar el mapa de líneas de autobús para convertir diversas paradas en nudos de conexión intermodal. «Los trenes tienen que llenar los autobuses y los autobuses, los trenes», dice recitando una frase que se ha convertido en lema en Comisiones.
«Cuando los trenes llegan a la estación de Vigo Guixar la gente sale como loca corriendo para buscar su siguiente modo de transporte y no hay ni un autobús en la puerta dispuesto a dar respuesta a las necesidades de movilidad», pone como ejemplo. Cuenta que una parada de cercanías en Catoira podría convertirse en lanzadera de buses para cubrir toda la comarca del Barbanza, o que una estación en la zona industrial porriñesa de As Gándaras permitiría retirar más de 10.000 vehículos de los trabajadores que acuden a la zona cada día, o que Pontecesures podría dar servicio con ese tren de distancias cortas a las empresas potentes de la zona, e incluso mover por el mismo tendido sus mercancías.
Otra Renfe distinta
Conde piensa en «la dimensión social del tren», en la responsabilidad ciudadana que le transmitieron sus ancestros, como cuando su abuelo le contaba que cada día partía de la estación andando por la vía hasta encontrarse con un compañero a mitad de camino para asegurarse de que todo estaba en orden para circular. Añora el sentido de servicio que aprendió reinaba en Renfe. «Había de todo: cristaleros, fontaneros, carpinteros, albañiles... era autosuficiente», cuenta mientras dice que ahora todo está subcontratado, hasta las maniobras de los ferrocarriles. «Ya no hay tanto arraigo profesional», lamenta.

Pero ese lamento aún se hace más profundo al confesar que la idea del tren de cercanías no acaba de prender de verdad. «Hay poca voluntad por parte del Gobierno central y de la Xunta para que Galicia tenga tren de cercanías, hay poca voluntad política», reprocha, incluso cargando más la responsabilidad en la Administración gallega, estamento que entiende debe de ser el que exija a Madrid contar con un tren como tiene Asturias, Cantabria, País Vasco, Cataluña... Para él sería, sin duda, un elemento dinamizador de la economía de la comunidad, un pilar de sustento para un verdadero plan de movilidad. Y aunque la implantación de sendos trenes de cercanías entre Vigo y Pontevedra y de A Coruña a Ferrol están en estudio por parte del Ministerio de Transportes, avisa: «Yo no sé qué más hay que estudiar, salvo que como siempre, cada vez que se hace un estudio sea para no hacer».