Cuando trabajas en el paraíso

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

CANGAS

cedida

César Fernández mantiene el legado de Serafín Sotelo, el marinero isleño fundador del restaurante que sigue levando su nombre y ofreciendo al público su especialidad: pescado fresco y marisco de la ría

05 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No es lo mismo levantarse a las 6 de la mañana para ir a la lonja de Cangas a por pescado fresco y acostarse a las 2 de la madrugada derrengado de la intensa jornada laboral dejando satisfechos y ahítos a los comensales, que hacer ocho horas justas en una oficina, sin ganas pero sin sobresaltos. Hay quien cree que no solo no es lo mismo, sino que es mejor. Lo piensa a veces César Fernández. Aunque de mayo a octubre su vida solo es laboral, no se queja amargamente porque es el gerente del bar restaurante Serafín, ubicado en la illa do Faro, o la del medio de las islas Cíes, desde que hace doce años falleció su mentor. Serafín Sotelo Herbello nació allí y fue el exmarinero que a mediados de los años 70 fundó el establecimiento junto a su esposa, Esperanza, que había nacido en la isla sur, la de San Martiño. Serafín tenía nueve hermanos y Benedicto, el último de ellos, falleció hace dos años.

«Yo trabajo en el paraíso», resume el hostelero, que tiene a su cargo un equipo que fluctúa entre 8 y 10 personas. Entre ellos está Miguel, «que tenía 9 años cuando empezó aquí y mi sobrino Víctor, que lleva diez años también con nosotros», relata sobre un grupo que es casi una familia porque durante ese tiempo la convivencia es intensa. A veces, demasiado.

Durante los seis meses que dura la temporada, residen en el cámping y cuando acaba, se dispersan aunque no mucho, porque todos, menos una gaditana, son de la misma zona que el jefe. César, natural de Cangas de O Morrazo, tiene 52 años y lleva teniendo su puesto de trabajo en semejante oficina en medio del Atlántico desde que tenía 17. «Vine a pasar un fin de semana con mi madre, Dolores, que estaba empleada aquí con Serafín como cocinera ayudante de Esperanza, y ya me quedé de camarero», recuerda el profesional, que en poco más de un año dio el último adiós a Serafín, luego a la esposa de este y unos meses después, a su propia madre.

César, que recuerda que al principio estuvieron él y Sotelo solos durante ocho años, agarró el timón de un restaurante que ya no tenía secretos porque había aprendido a manejarlo al lado del capitán del local especializado en pescados y marisco de la ría. «Para mí fue casi como un padre y pienso que me quería como si fuera su hijo», afirma. El bar restaurante con terraza frente al lago de los niños en las islas que abrigan la Ría de Vigo ofrece comida tradicional y ese es su secreto a voces.

Siguen haciendo lo mismo que instauró Serafín mientras estuvo al frente. Se levantan a las 7 de la mañana y en su propia lancha ponen rumbo al mercado de Cangas para hacer la selección del pescado, con el que regresar para limpiarlo y prepararlo para la jornada, que acaba a altas horas de la noche.

«Reconozco que es un privilegio estar aquí, la isla es una belleza, tiene un encanto inigualable, pero lo cierto es que no tenemos tiempo para disfrutarla», asegura el hostelero, que a la hora de hacer balance respecto al flujo de visitantes que atiende diariamente, concuerda con el tope que fijó el Gobierno gallego para no saturar el espacio que se declaró Parque Natural en 1980 y Parque Nacional marítimo-terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia desde el 2002.

«Los 1.800 diarios, más 200 en excursiones guiadas, a los que se suman los 600 del cámping, es una cifra asumible y que llega bien, más sería demasiado», opina el gerente del restaurante en el que raro es el día en el que tengan poco que hacer, ni aunque esté medio nublado. Respecto a esos otros seis meses en los que bajan la verja, que desde fuera se ven como un sueño, César le quita todo el encanto a esa fantasía del eterno vaguear. «Cuando terminas, entre que te pones a arreglar todo lo que hacer falta para ponerlo a punto, llega enero y ya te pones a la faena y en un par de meses estás de vuelta», asegura.

El restaurante que ya ha cumplido medio siglo fue reformado por completo, ya que ni maquinaría ni materiales tienen que ver con lo que hay ahora. Ya no hay mesas de piedra y tampoco estaba la pérgola que actualmente, con la ayuda de los árboles que extienden sus ramas por encima de ella, ofrece una fresca sombra y unas espectaculares vistas. La carta ofrece platos de la cocina tradicional gallega, sabrosos y de calidad, pero sin florituras ni concesiones a las modas excepto en el caso de los niños, para los que preparan los platos con los que satisfacen gustos gastronómicamente poco formados. Para conseguir mesa hay que acudir al local, no admiten reservas para evitar ausencias indeseadas que no ocurren por vía presencial. Dan comidas y cenas y entre los platos se pueden encontrar pulpo con patatas, calamares fritos o guisados, xoubas, navajas, zamburiñas, lubina y otros pescados a la plancha, además de carnes, ensaladas y otras variedades.

Desde 1975

Dónde está

Illa do Faro. Tel. 679 349 065 Islas Cíes.