Cuando la decoración navideña de Vigo salió volando

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

El viento se llevó los angelotes y los comerciantes se quejaban, a finales del año 2000, de que no había luces ni planes para ponerlas

06 dic 2023 . Actualizado a las 00:26 h.

Muchas veces, la historia se repite. Pero hay otras en que lo que ocurrió en el pasado difiere tanto de la actualidad que parece imposible. Esa es la sensación que puede invadir a los lectores echando la vista atrás y consultando la hemeroteca para toparse con cómo era la iluminación navideña en Vigo en los albores del nuevo milenio. Hace 23 años, recién inaugurado el año 2000, la ciudad que hoy en día lidera el asunto lumínico en todo el país y arrastra al turismo como polillas tras los focos era una urbe gestionada por un ayuntamiento muy relajado con este tema. Tanto era así que sectores que hoy son los niños mimados de la economía local en Navidad clamaban por un poco de atención.

«Los comerciantes de Vigo están en pie de guerra contra la concejalía de Comercio y Turismo. El presidente de la Asociación de Comerciantes de Vigo denunció que el Concello les impide engalanar el centro de la ciudad y no les informa dónde y cuándo se va a iluminar y decorar», señalaba La Voz en la información publicada el 30 de noviembre. El diario añadía que la concejala responsable, la socialista Dolores Villarino, también se negaba a dar detalles a los medios y que se limitó a señalar que la ciudad «se iluminará en diciembre».

En ese 2000 seguía coleando la controversia sobre una figuras gigantes que supuestamente representaban a unos angelitos, que llegaron a la Navidad de Vigo en 1999 con una factura de 50 millones de pesetas y se quedaron un año más. El primer año con cabeza y el segundo, sin ella. En ambos casos, acabaron por los suelos. En la repetición de la jugada, el Concello destinó ya solo 15 millones de pesetas en las figuras plateadas: «Los polémicos ángeles del pasado año se han colocado en las plazas de España y Compostela. La eliminación de las cabezas evitó que volasen, pero no que acabasen por los suelos, como sucedió ayer», relataba La Voz sobre el suceso acaecido el 9 de diciembre del 2000, día de la inauguración de la decoración navideña, en pleno sábado de puente.

Diez días antes de aquello, Antonio Reguera, representante del colectivo de los comerciantes en aquellos tiempos, manifestaba que «mientras otras ciudades gallegas como A Coruña, Lugo o Ourense ya tienen iluminación navideña, en Vigo no solo no la tenemos, sino que, a punto de entrar en diciembre, desconocemos cuándo y dónde se va a colocar». El presidente de la federación provincial y la asociación local explicaba que los únicos arcos ya instalados los habían colocado por su cuenta los comerciantes de As Travesas y de Teis y que en el centro no había aún ninguno «porque la concejala Dolores Villarino no nos deja ponerlos y volverá a hacerlo por su cuenta».

Villarino, aunque no tenía ninguna prisa por encender luces, lo que sí prendió fue la polémica el año anterior. Quiso innovar con la decoración al adquirir los alados artefactos de gran tamaño, plateados y bastante rústicos. Vistos ahora, marcaron el inicio de una escalada ornamental que no tiene fin.

La concejala del PSOE formaba parte de un gobierno bipartito que compartía el poder municipal con el BNG, con el nacionalista Lois Castrillo como alcalde. Los socios del Bloque en el Concello vigués se enfadaron mucho por el coste de las figuras, cuya factura ascendió a 50 millones de pesetas por 66 angelotes repartidos por diversos puntos de la ciudad. Las esculturas aladas iniciaron una polémica en la que se dirimían dos factores: estética y gasto. Para lo primero, había opiniones para todos los gustos; para lo segundo, la corriente mayoritaria los señalaba como excesivamente costosos. En aquel momento, ni Vigo ni el turismo era lo que ahora ni jugaban en la actual liga. En verano, quizás un poco; en invierno, ni en sueños.

Los polémicos angelotes realizados por la empresa Zen y Cía tuvieron tan tibia acogida entre la población que la responsable de la concejalía de Comercio y Turismo, que entonces estaban unidas y se ocupaba de ese tema del lucerío antes de que alcanzase tal vital importancia, llegó a decir que a pesar del dineral que habían supuesto para las arcas municipales (800.000 pesetas cada uno) no iban a ser reutilizados al año siguiente. Lo cierto es que casi no pasan de su estreno, porque los temporales azotaron bien la ciudad aquel invierno y buena parte de ellos acabaron decapitados. Sin embargo, a pesar de la afirmación previa de la edila, regresaron en las Navidades del 2000 con la promesa de que el coste para el Concello de la factura navideña se reduciría a menos de la tercera parte de los 50 millones del año anterior. Las críticas que en diversos sectores provocó esta actuación fueron respondidas por Dolores Villarino con el argumento de que «al tratarse de una iniciativa vanguardista, sería difícil que pasaran desapercibidas; en cualquier caso, han sido objeto de comentario y eso ya es importante», recogía La Voz haciéndose eco también de que cara a las fiestas de Navidad de aquel año, que ya habían empezado a prepararse, la concejalía decidió finalmente colocar las figuras decorativas agrupadas en unos pocos puntos para facilitar su mantenimiento. El coste se financió prácticamente en su totalidad con aportaciones de varias empresas privadas.

Ese modelo de financiación lo planteó este año el actual gobierno municipal, pero no pasó del enunciado. La factura de la Navidad de Vigo del 2023 supera los 3,5 millones de euros.