Una mosca en el váter de caballeros

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14 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

a primera mosca que apareció en un urinario escogió el aeropuerto de Ámsterdam. Al parecer muchos señores acostumbran a esbozar dibujos con su pis y ese espíritu escanciador complica mucho el trabajo de los servicios de limpieza. Trastornado por el esfuerzo suplementario que implicaba tal costumbre, un operario del departamento de este aeródromo inventó una solución: si se adhería la pegatina de una mosca en el punto adecuado del meadero -un poco por encima del nivel del desagüe y un poco a la derecha del eje central de la superficie meable útil-, sus usuarios dispararían directos al objetivo y se evitarían guarradas mayores. De hecho, y según un cálculo publicado por The New York Times, con el adhesivo-objetivo el excusado de los hombres está un 85% más limpio, lo que además de hacer menos penoso el trabajo de los limpiadores reduce el uso de detergentes y desinfectantes. La ocurrencia del limpiador no solo mejoró la vida laboral de sus compañeros de cuadrilla sino que la propuesta se extendió por urinarios de todo occidente en los que hoy hombres diversos de todo pelaje y condición pero unidos en el afán de apuntar a algún sitio concreto pueden hacerlo directamente hacia una mosca, una diana, un brécol o a una portería de fútbol.

La ocurrencia del limpiador del aeropuerto de Ámsterdam ha sustentado toda una teoría económica que esta semana le ha valido el Nobel al economista Richard Thaler. La Gran Recesión nos familiarizó a todos con conceptos teóricos y nombres hasta entonces reservados a la academia, desde Piketty a Stiglitz y Krugman, pasando por el elástico Varufakis. El mundo conocido se desmoronaba y la previsión del tiempo dejó paso a la de la prima de riesgo en las conversaciones con las que aligeramos la tensa espera de los ascensores. Thaler tiene esas mismas hechuras de economista celebrity que ofrece puntos de vista asequibles para entender un tiempo confuso, aunque desde fuera sorprende que sea tan novedoso lo que aporta este estadounidense de 72 años con una sonora incursión en el cine a través de La gran apuesta. Por resumir, Thaler señala que las decisiones económicas que tomamos a diario están condicionadas por la psicología, con lo que analizar y prever comportamientos de consumo ateniéndose exclusivamente a la lógica puede conducir a errores de pronóstico graves.

En la película dedicada a destripar la crisis del 2008, el nuevo Nobel comparte secuencia con Selena Gómez que encarna con su fama una de las teorías premiadas, la falacia de la buena racha que tan grandes momentos ha dado al cine. En virtud de esta hipótesis, si una persona gana una apuesta tenderá a seguir apostando aunque no haya ningún motivo racional que justifique un comportamiento que ha arruinado a millones de personas en el mundo y enriquecido a casas de juego y casinos. Tampoco lo hay para que la gente confíe en la homeopatía y mira el negocio.

En cuanto a la mosca del meadero, para Richard Thaler es el ejemplo perfecto de cómo se pueden corregir comportamientos indeseados sin recurrir a la prohibición. La estrategia se conoce como «paternalismo libertario»: tú crees que estás eligiendo aunque en realidad alguien lo haya hecho ya por ti. Sus mentores la defienden frente a los paternalismos duros que barnizan las dictaduras y la proponen para compensar la falta de información y de conocimientos técnicos con los que el consumidor se enfrenta muchas veces a decisiones económicas importantes para su vida. Algo de este paternalismo debió de faltar en la estafa de las preferentes y otras miserias de los últimos tiempos aunque quizás hubiese sido más interesante apostar directamente por una cosita muy revolucionaria que se llama educación.

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