Quiero este tatuaje fuera de mi piel

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MARCOS MIGUEZ

Adiós a la tinta.  Eso es lo que han decidido estos tres tatuados que están pasando por el láser para dejar el lienzo de su piel en blanco. Arrepentidos de sus dibujos originales, unos quieren renovarlos y otros apuestan por no pintarse más

30 sep 2018 . Actualizado a las 09:14 h.

José Luis López tiene 42 años y se hizo su primer tatuaje a los 18. Aunque desde entonces ya llovió no se arrepiente para nada de haber adornado su cuerpo con tinta, pero dos décadas después ha decidido eliminar algunos de sus dibujos. Eso sí, con la firme intención de sustituirlos por otros nuevos y más modernos. «Las modas cambian y hay cosas que ya no te gustan y que quieres hacer mejor», indica. No es la primera vez que este amante de los tatuajes pasa por el láser, y ahora se está borrando varios: «Estoy eliminando uno grande en un hombro y luego tengo otros también por mis padres, que fallecieron. Del que hice por mi padre quiero hacer otro más moderno, ese sí que es un cover. Las letras chinas que tenía por él son las que estoy borrando, y después quiero dibujar su mismo coche, el que tenía cuando yo era pequeño, un Seat 1.500. En estilo dibujo animado, más acorde al resto. Tengo la fotografía para que me lo hagan».

TODO TIENE UN SENTIDO

Jose no se tatúa nada por azar: «Todos mis tatuajes tienen un significado. Mi perra, mi grupo de música preferido, un Popeye con unas pesas porque practico deporte, una corona por mi mejor amiga, una rosa del viento por mi madre con unas coordenadas...». A estas alturas tiene todo un brazo pintado; la pierna derecha, de la rodilla hasta el tobillo; y en la pierna izquierda luce una canción de Camarón. Además lleva el tribal grande que ya nos comentó que se está eliminando y que le recorre todo un hombro y parte del pecho, de la espalda y de un brazo. El tercer dibujo objeto del láser es una frase, «porque las letras quedaron muy amontonadas. Pone: ‘Solo yo puedo cambiar mi vida, nadie lo puede hacer por mí’».

¿Duele? «Sí, no te voy a mentir. Esto lleva un proceso. Entre sesión y sesión hay que esperar al menos mes y medio y no te puede dar el sol. Y luego una vez que acabas, hay que esperar una media de unos cuatro meses para poder volverte a pintar. Para una frase, échale mínimo entre año y año y medio. Si lo quieres hacer bien, claro. Yo empecé el invierno pasado y lo dejé durante el verano, porque soy un forofo de la playa», confiesa.

Jose tiene cierta tendencia a repintarse. El primero que borró fue un tribal de una pierna, donde después se tatuó un maorí. «Es muy adictivo. Antes lo hacía la gente mayor, pero hoy en día chavales de 17 años ya se tatúan más que ellos. Todo está mucho más avanzado, los estudios, la higiene... No es como antes, que te tatuaba un amigo en casa», recuerda. ¿Te pondrías el nombre de alguien? «Ya sé por dónde vas, y ni se me pasa por la cabeza. Solo asuntos míos y de mi familia», responde.

Próximo plan, pintarse toda la espalda: «Me veo con tatuajes toda la vida». Y, efectivamente, salta a la vista.

MARCOS MÍGUEZ

«No quiero nada encima del que me estoy borrando»

A los 15 años, Carla decidió hacerse la primera flor de otras tantas que seguiría tatuándose desde un hombro hasta el final de la espalda. «Fue un poco por moda, pero ahora no me gusta y no es personal. Y a lo largo de la vida te van pasando cosas personales para tatuar», indica. La pillamos en plena sesión en el centro Nada es Para Siempre de A Coruña, donde Susana, pistola láser en mano, se dispone a borrar. «¡Como se te pase algo por la cabeza y no puedas hacerlo, no te deja! Me dice las cosas tal y como son, y eso que yo soy muy cabezota», dice Carla, señalada por el arma. «Nunca pensé que esto iba a ser tan efectivo, y está eliminándose muy bien. Llevo tres sesiones en las dos flores de la parte de arriba, y dos en las de la parte de abajo. Te puedo decir que las sombras del tatuaje ya no existen. Vamos a ver hasta qué punto sale, pero en principio, si se borra todo, no quiero nada encima. Si queda algo, miraré», señala. Pero las flores no son los únicos tatuajes que adornan la piel de Carla.

Tiene otros tantos que no piensa eliminar: «Tengo un elefante de protección en un brazo; detrás del brazo tengo la mano de mi hijo; en un pie el pie de mi hijo, y en el otro pie, una silueta que tiene mi marido igual, él la mujer y yo el hombre, y cuando los acercamos se unen con un hilo. Y después tengo una frase en una mano que pone ‘hasta el infinito’. La hice por mi madre, que siempre me preguntaba de niña: ‘¿Cuánto me quieres?’. Y yo: ‘Hasta el infinito’. Y después en un costado tengo el mismo que mi marido, la ciudad de Londres». Ya tiene en mente el próximo: «Fuimos a un crucero por el Mediterráneo, que mi marido se acaba de hacer el tatuaje y yo me lo voy a hacer un poquito más adelante. Representa todas las ciudades que vimos y lo haré en un brazo». ¿Y si seguís viajando? «Pues supongo que acabaremos todos un poco más pintados, ja, ja». Por eso ya los están haciendo más pequeños, por lo que pueda pasar. «Claro, porque digo: y si ahora tengo otro hijo, ¿cómo hago? ¡Tengo que dejar sitio para la otra mano!».

MARCOS MIGUEZ

«Aprobé la oposición y me hice un 'cover'»

Ya llueve sobre mojado en el tatuaje que Amaro Fernández se hizo hace 30 años. «Me estoy borrando un tribal, pero ya me lo hice sobre otro tatuaje que me había hecho de chaval, con 17 años», cuenta. Como vemos en la imagen, prácticamente no queda nada de ese segundo dibujo que se hizo para tapar el primero. «Aprobé la oposición a bombero y decidí hacerme un cover, taparlo», explica. Inmerso ahora en el proceso de borrado definitivo, está encantado con los resultados: «Me quedan unas manchas, sobre todo del primero, y algo del segundo. Antes los negros tiraban a azul y, en mi caso, se pasaron con la profundidad. Pero ahora las tintas son mucho mejores».

Amaro ha decidido que dejará limpio su brazo. «¿Y hacer otro? No. Al principio pensé en hacer otro cover, pero esa esencia que había antes con el tatuaje, ahora no la hay. Se los hacen porque se llevan, no porque quieran hacérselos desde siempre. Ahora la moda es no tenerlos», opina.

ASÍ LO VEN SUS HIJOS

Aquí donde lo veis, Amaro tiene cuatro hijos. Dos gemelas de 9 años y otros dos de 13 y de 15. Y claro, se fijan en los tatuajes de su padre. «Más que a ellos, les llaman la atención a ellas. Las niñas, como con el láser al principio se te forman algunas ampollas que hay que curar, me decían: ‘Papá tiene pupa’». Al de 13 años no le va demasiado el tema, y el de 15 no parece tener interés en hacerse ningún tatuaje, pero sí que le llaman los pírsines. «Lo llevé yo para que se lo pusieran bien. Pero es uno normal, en el lóbulo de la oreja», indica. A su mujer sí que le pareció una buena idea que recurriese al láser. «Es que el dibujo se veía antiguo», apunta. El que no tiene nada de antiguo es este padre de familia numerosa tan moderno que, muy pronto y por llevar la contraria, estará libre de tinta.