«Adelgacé 65 kilos en menos de un año»

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ANA GARCIA

Una auténtica transformación. Eso es exactamente lo que ha experimentado Paula tras someterse a una intervención con la que redujo el 80 % de su estómago. «Jamás lo hubiese hecho por estética», asegura tras pasar de los 128 kilos de peso a los 63 que hoy marca su báscula

10 mar 2020 . Actualizado a las 00:05 h.

Paula Mouzo no se imaginaba atándose los cordones. Tampoco duchándose sin problemas, y mucho menos subiendo de nuevo a su bicicleta. Todo eso y mucho más es lo que esta mujer ha recuperado gracias a una decisión que no fue fácil: someterse a una reducción de estómago. Después de mucho pelear con dietas, médicos y nutricionistas, a los 39 años -ahora tiene 41- Paula tomó las riendas contra la obesidad mórbida que estaba robándole la salud y la movilidad. «Yo tengo una genética muy mala, que se une a las secuelas de un accidente de coche que tuve. La obesidad estaba anulando mi movilidad y estuve a punto de ser diabética. Ya te hablo en plata: el aseo y la ducha eran muy complicados para mí, y ni siquiera era capaz de pensar en ponerme un zapato», relata.

Su madre (y principal apoyo durante todo el proceso) padece la misma enfermedad en grado dos. Eso, unido a todas las barreras que su propio cuerpo le ponía, hizo que le asaltase un pensamiento: «Me di cuenta de que yo quiero cuidar a mis padres, no que ellos tengan que cuidar de mí. Yo no di el paso por estética, y nunca había pasado por el quirófano». Ella no era una obesa de chocolate y grasas. «Era de comer comida. Yo acababa el plato de cocido y, si había más, podía repetir», recuerda.

Este era el aspecto que mostraba Paula Mouzo antes de la intervención quirúrgica
Este era el aspecto que mostraba Paula Mouzo antes de la intervención quirúrgica

Fue el doctor Enrique Mena del Río quien le recomendó que se sometiese a una gastrectomía vertical a través de laparoscopia, una intervención que le practicó en el Hospital Modelo de A Coruña y con la que Paula redujo su estómago en un 80 %. «Llegué allí gracias a una chica que se la había hecho también con él por el mismo problema de salud. Analicé los pros y los contras, lo medité durante medio año y me metí en grupos para informarme y saber cómo iba la gente que se había sometido a esto», apunta.

Cuatro grandes alegrías

La suya, insiste, nunca fue una gordura producto del sofá. «Yo era obesa, pero hacía deporte. Caminaba e iba al gimnasio cuatro días a la semana. De hecho, una de esas cosas que por fin pude recuperar fue el poder subirme de nuevo a la bicicleta después de tantos años», confiesa. Esa fue una de las cuatro grandes alegrías que se llevó tras la operación. La primera llegó al día siguiente de pasar por quirófano, cuando le quitaron una de las pastillas para la hipertensión. La segunda, cuando se enfrentó a la báscula y descubrió que ya pesaba 12 kilos menos. La tercera, con la primera analítica perfecta -«no hay anemia que me coja», presume-. Después, vinieron muchas más. «Yo a los tres meses ya tuve que ir de compras. ¡Me quedé sin ropa! Fue terrible», dice riéndose. También recuerda nítidamente su primera adquisición en Inditex: «Salí de allí diciendo: ‘¡Me he comprado un vestido de Zara!' Antes me gastaba un pastón en la ropa de tallaje especial, y tenía que desplazarme sí o sí a las grandes superficies comerciales, pero ahora puedo bajar a la calle y la encuentro en cualquiera de las tiendas de Vimianzo». Es lo que tiene pasar de la plus size a la talla 38 y de los 128 kilos a los 63 que pesa actualmente. «Lo conseguí en menos de un año, pero esto después requiere de un mantenimiento también. Yo no como dulces y no pruebo las bebidas con gas ni el alcohol. También pasé de comer tres veces al día a hacerlo cinco en menor cantidad. Date cuenta de que tengo un 20 % de mi estómago, ahora es más pequeño y te sacias antes, por eso también evitas las comidas con grasas», asegura. Sin embargo, lleva una alimentación si cabe más variada que antes de la intervención. «Tomo verduras, fruta, carne, pescado.... de todo. Pero se ahorra mucho también en este sentido, porque en mi casa ahora ya no entran la mayonesa, la bollería ni los alimentos procesados». Cuando llegan las Navidades o los cocidos propios del carnaval que acaba de pasar, Paula se mantiene inflexible. Eso sí, quitando el tema de las bebidas y el exceso de grasas y salsas, prueba de todo en pequeñas cantidades: «Cojo un poquito de cada cosa mientras converso con la gente», comenta.

Más joven y sin dolores

Precisamente el carácter es otra de las mejoras que ha experimentado esta mujer desde que inició su nueva vida: «Me lo dicen en casa y en el trabajo, que estoy de mucho mejor humor. Además, ya no me despierto con dolores. Llevo la vida con otra alegría». Una alegría que la lleva a recomendar una y otra vez la intervención a todas aquellas personas que estén atravesando en su propio cuerpo el calvario que ella tan bien conoce. «Esto no es ponerse un balón, hay que meditarlo mucho. Y se hace para recuperar una vida saludable. Se lo indico a personas con obesidad, diabetes o problemas coronarios, pero no por una cuestión simplemente estética», matiza.

Hoy Paula va a trabajar con el táper y la botella de agua. En casa, sus padres y su pareja alucinan cada vez que se le olvida algo en la planta de arriba y ven que sube a buscarlo sin pensárselo. «Antes decía: ‘¡Bufff!', y me arrastraba por las escaleras. Ahora me viene eso a la cabeza en un primer impulso, pero enseguida digo: ‘¿Y qué? Si no me cuesta nada'». Uno de tantos momentos cotidianos que le recuerdan que es ella la que controla a su cuerpo, y no al revés. Paula es ahora es más libre que nunca.