Trece años de amor por Skype

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CONEXIÓN GALICIA-MÉXICO Jessica y Rafa están en línea desde que se enamoraron. «Cada vez que nos vemos es la primera vez», aseguran. Y va el COVID y les deja sin abrazarse este abril

28 mar 2020 . Actualizado a las 23:40 h.

De alguna manera, a Jessica y Rafa el coronavirus les ha robado el mes de abril, el reencuentro en Xalapa tras cuatro meses sin verse de forma presencial. La última vez fue en noviembre, cuando él voló hacia Galicia para visitar a su amor, que vive en Mazaricos. Lo suyo son 13 años de relación a prueba de Skype, una forma de resumir esa conexión online desde que se conocieron en la Universidade de Santiago, en una residencia de estudiantes, en el 2007. Concluido el curso, el amor siguió su curso, como una buena extraescolar, pero Rafa tuvo que despegar la sombra del suelo y cruzar el charco para volver a México, al hogar.

AQUÍ NOCHE, ALLÁ DÍA

La crisis que asusta al mundo apenas ha «modificado» su relación, en la que la tecnología es soporte emocional para los dos. Con ADSL fue tirando su amor. «Primero empezamos utilizando el Skype, pero ahora es sobre todo por WhatsApp, con mensajes y videollamadas. Aunque lo de las videollamadas es más difícil porque los dos trabajamos y no coincidimos en horarios. Cuando me levanto, él se va a dormir. Cuando entro a trabajar por la tarde, él se acaba de levantar. Vamos acomodando nuestros horarios como podemos», cuenta Jessica de su relación a contratiempo, en el más literal de los sentidos.

Siete horas los distancian, además de un mar de kilómetros que surcan sin echar mano a la rutina. No tienen unas pautas fijas para comunicarse. Muchas veces, eso sí, Rafa despierta a Jessica: «Cuando él está a punto de acostarse, se queda esperando a que yo me despierte, y hablamos».

Se «ven» dos o tres veces al día, en esto no hay cambio. «Tengo amigas que tienen a sus parejas más cerca que yo y las ven menos», asegura esta monitora de tiempo libre que no descarta la posibilidad de un cambio de residencia, obligada por la más poderosa de las razones.

La crisis del coronavirus no ha acelerado ni provocado un corte momentáneo de la relación. Pero les ha obligado a aplazar un reencuentro que tenían previsto, cerrado con tiempo, para el 5 de abril. «Eso sí nos trastoca. Yo iba a volar a Xalapa después de que, en noviembre, estuviese él aquí un par de semanas. Cuando empezó esto del coronavirus, estuve pendiente de lo que iba pasando, pero nunca llegué a recibir ningún aviso por parte de la compañía aérea. De hecho, he intentado ponerme en contacto varias veces con Iberia, pero imposible. No cogían el teléfono, con las líneas saturadas. En la web ves los avisos en relación con las medidas que ha llevado a tomar el coronavirus. Si tu vuelo no es en las próximas 48 horas, indican, rellena el formulario y nos pondremos en contacto. No me han contestado, pero dan la opción de un bono para volar en otro momento. Caduca este año; si no lo consumes antes de final de año lo pierdes», explica Jessica, que dice que no tendría problema en su empresa para reorganizar sus días de ausencia y hacer el viaje.

LA PRIMERA VEZ

Ellos no duermen con el móvil bajo la almohada, pero no lo pierden de vista. «Yo duermo siempre con él en la mesilla, ¡pero cuando duermo no estamos en videollamada, dormimos!», comparte la parte gallega de esta unión.

La distancia no es el olvido en esta relación. Ellos aseguran que en su caso ha fortalecido el sentimiento y aumentado las ganas de verse, de estar. «Cada vez que nos vemos es una aventura nueva, es como la primera vez. Y cuando no nos vemos, nos motivamos pensando en eso. Aprovechamos al máximo para viajar juntos. Cada vez es la primera vez que nos volvemos a encontrar», se declara.

En 13 años de historia hay cambios, aunque la mayoría no se muestren en pantalla. «Es curioso lo de la voz. La voz cambia mucho en directo de cómo suena en llamada. Cuando la oyes en directo te produce una sensación rara, pero es una sensación que dura cinco minutos y se pasa», detalla Jessica.

El inicio de su historia se parece a muchas de las que surgen, a miradas y wasaps, en el mundo natural. Rafa y Jessica se conocieron en una residencia de estudiantes gracias a amigos comunes. La llama se encendió en la cocina, «porque en la residencia donde vivíamos cuando íbamos a la Universidad compartíamos cocina y otras estancias. Así nos conocimos...», cuenta. Y siguieron conociéndose en vivo durante todo un curso, de enero a junio del 2007. Ella tenía entonces 18, él 21. «Cuando terminó ese curso, él se fue. Y ahí dijimos: ‘¿Qué hacemos?’. Le dije: ‘No quiero perder el contacto, ¿lo intentamos?», dice Jessica. Y un éxito.

Al principio, podían verse una vez al año, ahora ya son dos o tres veces. Las ganas de estar juntos les afina el olfato para volar a buen precio y atrapar oportunidades. Marzo, dice (exceptuando este), suele ser buena época para viajar a México.

A Rafa lo que más le gusta de Galicia, además de Jessica, es «la nobleza de su gente... ¡y la comida!». A Jessica, de México, «su exceso en todo: color, sabor, amabilidad, el sentido de la familia, la fiesta». A mestizaxe resulta natural en este amor. «Me encanta el albariño y la leche de Mazaricos -saborea él-. E a lingua galega. En México falamos un pouquiño».