Ella es una chica excelente de manera oficial

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ANGEL MANSO

Rozó el 10 en el bachillerato, que sacó con una nota media de 9,85. Ahora, esta gallega es Premio a la Excelencia Académica, por lograr el mejor expediente de su curso. Marina tiene una memoria top, estudia Derecho y ADE y su objetivo es el Parlamento Europeo. Ella cambiaría el Código Penal y la gestión de la pandemia

02 nov 2020 . Actualizado a las 08:38 h.

Marina Lage (A Coruña, 17 de noviembre del 2000) es una chica excelente, no porque se lo canten los amigos, sino de manera oficial. Es una de las gallegas galardonadas con el Premio a la Excelencia Académica tras haber dado ya una de las mejores notas antes de entrar en la facultad. Hace tres años, esta coruñesa de altura (supera el 1,70) admiradora de la jueza recientemente fallecida Ruth Bader Ginsburg, símbolo de la resistencia a Trump, fue uno de los mejores expedientes de su promoción: acabó segundo de bachillerato con una nota media de 9,85. La chica que acaricia el 10 mantuvo el tipo en selectividad, donde sacó un 13,01 (sobre 14) y fue sin necesidad, dice, de encerrarse en casa de espaldas a las alegrías sencillas que llenan el tiempo libre. Claro que, entonces, el covid no era nadie en nuestras vidas, y ella podía exprimir a tope, sin toques de queda, su enorme facilidad para estudiar, para entender y memorizar datos.

«No puedes pasar de todo, pero si te organizas no hay que renunciar a nada. Yo reconozco que, en general, me suele valer con estudiar la semana de exámenes, un par de días antes. Igual no suena bien...», admite la estudiante, que señala a su madre, Gloria, como su primer referente. Gloria, historiadora del arte que prepara oposiciones para bibliotecaria, es un modelo en el que Marina no ha dejado de mirarse. «¡Mi madre me inspira mucho! Siempre me ha animado con los idiomas y veo por ella que se puede estudiar a cualquier edad... Tiene una fuerza de voluntad que admiro», valora.

LEE DESDE LOS 3 AÑOS

¿Se le da bien todo? «Diría que las inteligencias que mejor se me dan son la lógico-matemática y la lingüística», responde. Entonces, no hay derbi, brilla en números y en letras, y disfruta esa suerte de conciliación intelectual. «Pero hay un montón de inteligencias más, la intrapersonal y la interpersonal, la cinética, la de la naturaleza...», añade. Marina aprendió a escribir y a leer con su abuelo materno a los 3 años, antes del colegio, donde se dieron cuenta enseguida de que tenía unas capacidades superiores a la media. Aunque ella no entra mucho en detalles, prefiere llevar con sobriedad su inteligencia.

Me inspiran mi madre y la jueza Ruth Bader Ginsburg

Tras estudiar en Dominicos de A Coruña, en Los Sauces de Pontevedra, volver a los Dominicos y hacer el bachillerato en el Eusebio da Guarda, en A Coruña, eligió ADE y Derecho porque siempre le había interesado la economía, el mercado financiero. ¿Por las películas? No por El lobo de Wall Street, descarta. «Pero empecé la carrera y descubrí que me gustaba mucho el Derecho. Pensé que iba a ser un rollo de chapar leyes, y no. Tiene asignaturas muy interesantes, como Derecho Internacional Público. He descubierto que en el derecho se usa muchísimo la lógica. Sí es una carrera muy de memorística, pero necesita aplicar la lógica a los casos prácticos. Este es un ejercicio mental interesante», asegura.

En agosto la propusieron desde la Universidad para los Premios de Excelencia Académica ao Alumnado de Grao Universitario, que reconoce al mejor expediente de cada curso. Acaba de hacer el trámite para recibirlo.

«El derecho se va adaptando a la realidad social y siempre va dos o tres pasos por detrás. Creo que hay ámbitos de la ley que están desfasados y necesitan reformas», se moja Marina. ¿Por ejemplo? «Por sacar un caso polémico, el Título VIII del Código Penal sobre delitos contra la libertad sexual, que distingue entre abuso y agresión y supeditado a la violencia e intimidación cuando, realmente, se han firmado una serie de tratados como el convenio de Estambul, que señala que el delito de violación tendría que estar sujeto a la falta de consentimiento, no a la existencia de violencia e intimidación. Con la sentencia de la Manada surgió una polémica brutal», pone sobre la mesa.

El presente es crítico, y no lo rehúye. Nunca habíamos tenido una crisis económica ligada a una pandemia mundial de esta categoría, plantea, y apunta «un problema de gestión». «Hay países que han conseguido salvar más la vida de la gente y evitar que la economía se fuese al traste. Hubo una falta de reacción a tiempo, descoordinación entre el Gobierno central y las comunidades, y no han querido superarse las diferencias políticas», resume.

Su motivación para el estudio es defenderse en un mercado laboral difícil, «precario». «Creo que un expediente bueno puede darte oportunidades», enfoca. Su objetivo en unos años es sacar las oposiciones a la UE: «Me gustaría trabajar en la comisión jurídica del Parlamento. Me parece bueno plasmar políticas en ley, canalizar necesidades sociales a través de la ley».

Le gusta viajar, leer («en el confinamiento leí mucho a Isabel Allende. Paula y El plan infinito me encantaron», dice) y hacer deporte a diario. Ahora está centrada en la calistenia y sueña con despegar la sombra del suelo. «Todo lo que se ahorra en casa se ahorra para viajes», un plan que ahora se resiste a causa del covid.

Odia madrugar pero le gusta levantarse con tiempo de aprovechar el día, con su madre suele hacer dos o tres viajes al año (salvo este por las restricciones), ser madre no entra en sus planes, no tiene pareja, pero sí muy claro que no quiere en su vida «a gente machista, homófoba, racista». Admira a la activista y política estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez y es, podría decirse, una guapa reversible, que salta a la vista pero lleva lo mejor sobre los hombros, dentro de la cabeza.