Vicente tiene casi 95 años y camina 15 kilómetros diarios

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ANGEL MANSO

«No quiero competición, que tengo miedo a caer. Yo voy a mi aire y, mientras pueda, sigo», comenta

16 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca se apuntó a una carrera. «No quiero competición, que tengo miedo a caer. Yo voy a mi aire y, mientras pueda, sigo», comenta Vicente González en un descanso de su caminata diaria por el dique de abrigo de A Coruña. Es su centro de alto rendimiento particular. Lo recorre cada mañana varias veces con paso lento. A su ritmo. «Desde mi casa hasta aquí son dos kilómetros y medio, así que ida y vuelta ya son cinco. Hago cada día 15 kilómetros», comenta este hombre de aspecto saludable y vestuario deportivo. Antes de salir del domicilio también hace ejercicio con unas pesas. El asunto no sería especialmente relevante si no fuese porque en abril cumple 95 años. «El médico se ríe», sentencia.

UN HOMBRE QUERIDO

Hace unas semanas una pareja me saludó en ese mismo dique que no deja de recorrer Vicente. Me hablaron del caso de este veterano y fueron los que se encargaron de conseguir su teléfono de contacto. Es un hombre querido, como el abuelo de todos. «Me conoce mucha gente. Llevo viniendo aquí desde que dejé mi aldea y empecé a vivir en A Coruña», comenta. Es natural de Mones, en Petín (Ourense). Cuenta que se crio sin padre, que fue muy duro trabajar en el campo sin maquinaria, que su mujer tuvo que emigrar y él se quedó para cuidar a su madre. Caminar 15 kilómetros diarios con casi 95 años es un balneario si lo comparamos con los sacrificios que tuvo que afrontar en la vida. Hace 23 años uno de sus tres hijos encontró trabajo en A Coruña y decidió llevarse a sus padres. Vicente, que enviudó hace una década, dice que se adaptó a su nueva casa con facilidad. Sus cinco nietos y su bisnieto de dos añitos pueden presumir de abuelo y bisabuelo, respectivamente. Se levanta a las siete y media de la mañana y ya no para. Lleva en la muñeca un reloj normal, nada de cuentapasos digitales ni smartwatchs de última generación. Eso sí, la equipación deportiva es impecable. Una compañera de Radio Voz, Ana Villagrasa, le dice en antena que es un hombre muy guapo y le pregunta si liga mucho. «No tanto como se quisiera», responde con buen humor. Nunca ganará una medalla y es posible que sea de los deportistas aficionados que caminan más despacio por el dique. Pero con buena letra y sin perder la sonrisa y las ganas de vivir. Ese aspecto que luce puede considerarse un trofeo. «Pues hace unas semanas pisé mal en las escaleras de casa y me caí. Me tuvieron que poner unas grapas en la cabeza, pero ya estoy bien», afirma. Y sigue su marcha camino de los 95 años. Jamás se inscribió en una carrera, pero es un campeón.

TORTILLA Y ALGO MÁS

Tiene razón Suso, de la legendaria pulpería Pirri. «En Betanzos no todo es tortilla, hay mucho más», me dijo mientras yo pinchaba un trozo de ese pulpo que sirven con cebolla en rodajas encima. Me dio a probar los riñones que, como decía un gastrónomo veterano, «solo se pueden tomar en lugares de mucha confianza». Y por último, un pincho moruno con carne de solomillo que se deshace en la boca. Claro que en Betanzos no todo es tortilla. Pero hay que reconocer que el ambiente que se genera en torno a este plato es increíble. La última semana fui cuatro veces a catar tortillas para el concurso que convoca el Ayuntamiento. La ciudad se llena de gente. Grupos de amigos y familias recorren los bares de las callejas. Seguro que muchos de ellos descubren, entre tanta patata y huevo, que Betanzos es mucho más que tortilla. Claro, pero qué buena está.