Ferran Cases, creador del método «Bye bye ansiedad»: «Para tener un cerebro feliz hay que esforzarse»

YES

CRISTINA MARTIN

«Un día la ansiedad casi me mata», revela el divulgador, que logró salir del pozo tras quince años. «Puedes sufrir una gran ansiedad sin tener ningún síntoma físico», advierte. Este es su combo para el bienestar, que requiere de media 66 días de trabajo

17 nov 2022 . Actualizado a las 16:44 h.

Sufrió ansiedad durante quince años, le costó saber a qué se debían sus náuseas, los pinchazos que sentía como puñaladas en el pecho, que le impedían dormir. Pero Ferran Cases (Barcelona, 1984) dio con la receta para vencer la ansiedad y se dedica a compartirla desde hace una década. El creador del método Bye bye ansiedad publica junto a la física y doctora en Neurociencia Sara Teller El cerebro de la gente feliz. Un día la ansiedad casi le mata. «Cuando sufres 15 años de depresión, llega un momento en que no puedes más. Pero a los que tenemos ataques de ansiedad nos suele salvar el miedo. Yo he sido tan miedica...», comparte. El miedo te salva y te condena, admite el divulgador catalán. «Pero todo lo bonito que te puede pasar en la vida está detrás de ese miedo», asegura. Según su guía una de las claves para ganarle a la ansiedad está en el nervio vago, que deberíamos aprender a estimular de manera natural para que funcione a modo de ansiolítico, pero sin efectos secundarios. ¿Cómo? «Paseando al aire libre, escuchando música, durmiendo lo suficiente y comiendo de modo adecuado», por ejemplo. Según Ferran, «el café es un espía enemigo infiltrado», y el azúcar y la sal disparan la ansiedad.

—¿Se puede llegar a superar la ansiedad sin myolastanes, loracepam y otras pastillas para estos males?

—Sí se puede, sin duda. Las pastillas pueden darte una ayuda puntual. Qué bien que las tenemos si estamos metidos hasta el fondo en la ansiedad y por nosotros no somos capaces de salir. Pero son parches, no te van a dar la solución definitiva a tu problema.

—El problema es que a menudo recurrimos a la pastilla y vamos tirando, camuflando la raíz de la ansiedad.

—Sí, porque creemos que esa es la solución. Somos la generación del ibuprofeno, la generación acostumbrada a la pastilla que quita el dolor de cabeza a la media hora de tomarla. Pensamos que con la ansiedad es lo mismo, y no...

—Vuestra receta para un cerebro feliz nace de la experiencia personal, tras años de convivencia con esa indeseable compañera que es la ansiedad.

—Sí, nace de ahí, hace muchos años. Empecé con el problema muy jovencito, con 15, a los 21 desarrollé una parestesia por ansiedad. Es un tipo de parálisis corporal. Se te paralizan los brazos, las piernas, no puedes andar... Estuve años viviendo con ello y un día decidí tratar de salir de ahí y empezar a contárselo al mundo. Vi a mucha gente que estaba lidiando con el mismo problema que yo, que no encontraban una solución. Mi cometido fue contarle a la gente: «Oye, el psicólogo está cojonudo, terapia hay que hacer si tienes ansiedad y estrés, pero hay muchas cosas que se deben hacer además». Es ya el cuarto libro, y en él quería contar qué podemos hacer para vencer la ansiedad con la ayuda de la doctora Teller, que pone la parte de neurociencia para demostrar que, realmente, a veces nos cuesta creer, pero que está demostrado científicamente que funciona.

—Pero nos cuesta creerlo. Adviertes que el primer problema es no darte cuenta del trastorno al que te enfrentas y de la magnitud que tiene.

—Sí, es que a veces el problema empieza por algo tan sencillo como es respirar, no saber respirar. A menudo estamos en piloto automático, lo que hace que hagas muchísimas cosas diarias de manera mecánica, sin pararte... el trabajo, la comida, los niños, las duchas, las cenas... Además de entrar en esta inercia de vivir en piloto automático, tenemos muchas herramientas para engañar a nuestra ansiedad. Es un, «como no puedo parar, pico algo, tomo una cervecita, me fumo un pitillo», y así vamos distrayendo y engañando a la ansiedad. Pero, claro, la ansiedad empieza avisando poco a poco. Un día te mareas un poco o sientes presión en el pecho y dices: «Bueno, es solo un momento, esto enseguida se me pasa». Pero llega un momento en que el cuerpo empieza a gritar de verdad.

—La pandemia del covid ha disparado los males que afectan a la salud mental. ¿Es la otra pandemia?

—Sí, la ansiedad, según los estudios, ha aumentado un 45 %. Por eso hay que conocer bien la ansiedad, conocer al enemigo para saber enfrentarnos a él. La solución es sencilla, que no digo que fácil...

—¿Por qué se ha desatado la ansiedad con la pandemia?

—Por una falta de control, de sensación de control. Hace muchos años que nos creemos una mentira: que podemos controlarlo todo, todas las situaciones. El control nos da calma, saber qué voy a hacer mañana, pasado mañana, qué me va a tocar hacer. Pero estamos en una sociedad en cambio, no solo por el covid. Ya no hay trabajos fijos. Mis padres toda la vida han trabajado en el mismo sitio, desde que salieron de la Universidad hasta que se jubilaron, pero mi generación ya no vive ni vivirá esto. Uno piensa: «Seguramente, mañana no esté trabajando aquí». Ahí ya falta sensación de control. Suma a eso que de un día para otro te dicen: «Todo el mundo encerrado en casa porque hay una pandemia que pone en riesgo de muerte a todo el mundo». Nos dimos cuenta de golpe de que no controlábamos absolutamente nada. La sensación de control era solo un espejismo y la pandemia fue una hostia a nivel real para toda la sociedad. Pues habrá que aprender a vivir día a día, porque mañana no sabemos qué pasará.

—El mundo de nuestros padres ya no existe, pero la presión por alcanzarlo sigue existiendo, y es muy fuerte.

—Sí, ahí está, es verdad, y se añaden a esas expectativas imposibles otras nuevas. Pero hacer el cambio es difícil, tarda. Creo que a nuestros hijos no les tocará lidiar con esto. Veo a mi abuelo, que le cuesta entender una pareja homosexual. En cambio, mis padres lo entienden, y para mí es de lo más normal. Ahora hay que insistir en que uno se forme en lo que le guste, no en aquello que cree que le va a dar dinero. Vivimos una época de grandes cambios que nos puede afectar mentalmente. Hay que estar preparados para ello.

—¿Cuáles son los síntomas claros de la ansiedad, qué nos la provoca?

—Lo habitual son pinchazos en el pecho, ahogos, vértigos, insomnio... Luego también extremidades dormidas, hormigueo en las extremidades... Pero yo he visto de todo en diez años trabajando en ello: tics nerviosos de todo tipo, gente que ataca la nevera sin parar, gente que sufre una gran ansiedad generalizada y no tiene ningún síntoma físico, sino síntomas más sociales, como el hecho de sentir miedo al reunirse con gente.

—Algo que debería ser placentero, como ir con amigos a tomar algo, puede generar ansiedad. ¿Por qué?

—La ansiedad aparece cuando tu cerebro interpreta una situación con miedo, como una amenaza. Cualquier cosa puede ser motivo de ansiedad. Si estás agotada, no comes bien, llevas una temporada con estrés laboral o familiar, lo que te apetece, a nivel cerebral, es estar tranquila en casa, darte una ducha y descansar, pero te fuerzas a cultivar las relaciones sociales. Y una vez que estás allí, cenando con los amigos, tu cerebro lo interpreta como un peligro, empieza a segregar neurotransmisores ¡y estamos vendidos! Empezamos a hiperventilar, se acelera el ritmo cardíaco... No es que te den ataques de ansiedad con amigos, es solo que tu cerebro aprendió a interpretar ese contexto como un peligro. Pues tienes que ayudar al cerebro a reinterpretar esa situación.

—¿Cómo lo haces?

—Hay dos caminos que recorrer. El psicológico: entender que una situación no es de peligro, vas a la cena con amigos repitiéndote que no pasa nada. Y luego está la parte que defendemos en El cerebro de la gente feliz, la más olvidada, esa parte neuronal. Cambiando tus actos diarios, que son los que hacen que tu cerebro piense así, harás que piense de otra manera. Y empieza lo complicado. Sara apunta en este libro que son de media 66 días de trabajo, ¡pero oye, es una buena noticia, 66 días para toda una vida sin ansiedad!

—El yoga es esencial, advertís.

—No solo el yoga, que tiene una ventaja, trabaja la parte física y a la vez la de respiración y la de concentración mental. Es un combo mágico para la ansiedad. Pero hay que convertirlo en hábito. También puede servir irse a correr o hacer chi kung o taichí. Los hábitos saludables no tienen recompensas inmediatas, cuestan. Y es mucho más poderoso cinco minutos de pilates al día que hora y media dos veces a la semana. Para el cerebro, digo.

—¿El intestino es el segundo cerebro?

—Sí. Están descubriendo que gran parte de la serotonina que segrega el cuerpo la segrega el intestino grueso. Sorpresa. Para tener un cerebro feliz hay que comer bien. Si descuidas lo que comes, descuidas lo que piensas. Mente y cuerpo trabajan juntos, ahora lo sabemos. Grandes ataques de ansiedad van juntos muchas veces con problemas como la celiaquía.

—¿La ansiedad se vence en solitario?

—Nadie va a sacarte de ahí, tienes que salir tú. Pueden ayudarte, pero la clave está en ti. Tienes que cambiar el guion interno. Casi todo depende de cómo te cuentas las cosas. Para tener un cerebro feliz hay que esforzarse. El cerebro no está pensado para que seas feliz, solo quiere que sobrevivas. Con la salud mental, sin sudor no hay recompensa. Es un trabajo duro. Empieza por esas cosas pequeñas en el día a día: levántate antes, te dedicas la primera media hora a ti, haz un poco de respiración y un poco de ejercicio, algo de lectura. Esa primera hora o media hora para ti tiene mucho que ver con la salud mental, pero igual los resultados tardas un par de meses en verlos. Merece la pena.

—¿El ingrediente estrella para ser feliz?

—La felicidad es una receta con varios ingredientes, pero yo destaco sobre todo el humor.