Cinco roscones gallegos para chuparse los dedos

YES

CAPOTILLO

Con frutas o sin ellas, con nata o sin nata, este clásico de las fiestas merece toda la atención porque es una receta delicadísima. Estos pasteleros, sin embargo, han conseguido la matrícula de honor

30 mar 2022 . Actualizado a las 16:05 h.

CONFITERÍA MILHOJAS (OURENSE)

La confitería Milhojas es una de las de mayor tradición en Ourense. Situada en la calle Progreso, sus pasteles de frutas, sus piezas de chocolate y, por supuesto, sus crujientes y cremosas milhojas han conquistado el paladar de clientes repartidos por todas partes. La fama de sus roscones no es para menos. Dice Martín Sousa, repostero jefe de la mítica confitería, que el secreto es «la calidad del producto». Hay algo más: «Influye que la producción es en casa íntegramente.

Agostiño Iglesias

Hacemos las roscas siempre al día, se crecen al momento, por eso no pueden ser más frescas». El arte de la repostería es delicado y meticuloso y en él juega un factor fundamental la experiencia. En Milhojas llevan casi setenta años elaborando estos dulces de forma totalmente artesanal. Martín y su hermana Cristina son la tercera generación al frente de este negocio familiar que fundó su abuelo en 1953. Desde el primer día apostaron por los postres tradicionales como el roscón. En su versión más actual la fruta confitada va troceadita y repartida por toda la superficie. «Así nos aseguramos de que en cada bocado hay ese toque extra de dulzor y escarcha», dice

HABAZIRO (A CORUÑA)

ANGEL MANSO

Esponjosos, golosos y con un sabor que atrapa desde el primer bocado. En Habaziro preparan sus roscones con dos tipos de masas: una clásica, que se remata con un glaseado típico, y otra de gianduja, una fusión de chocolate y avellana, que lleva como cobertura esa misma crema salpicada con trozos del fruto seco caramelizado y perlas dulces. Para esta última recomiendan el relleno de crema lactée de trufa y praliné, mientras que para la tradicional optan por preparaciones más habituales como la nata con vainilla de Madagascar o la crema pastelera. Eso sí, todos ellos sin fruta escarchada. Elija el que se elija, resulta difícil probar un solo trozo.

MADARRO (LUGO)

ALBERTO LÓPEZ

Las colas delante de la puerta de la confitería Madarro son una estampa habitual por Reyes en la capital lucense. Nadie quiere perderse los roscones de una pastelería con cerca de 130 años de historia, en cuyo obrador hacen gala de utilizar materia prima de la más alta calidad y de elaborar cada producto con mimo y fidelidad a la tradición. Los roscones adornados con fruta confitada son los clásicos, pero también hay alternativas para los que prefieren algún relleno. Los lucenses que en estas fechas acuden a Madarro no solo compran roscones para su casa, sino también para regalo, con la seguridad de que será un acierto. 

ACUÑA (PONTEVEDRA)

CAPOTILLO

Acuña, que extiende sus tentáculos por más de una veintena de panaderías en Pontevedra, tiene un roscón de Reyes con varias particularidades. Entre ellas, que está hidratado 100 % con huevo y también elaborado totalmente con manteca de vaca, lo cual le da un toque tierno y a la vez hace que se mantenga fresco varios días. La panadería elabora cada año entre cinco mil y seis mil kilos de roscón. Triunfa más sin relleno, tal y como cuenta Andrés Acuña, pero en los últimos años también pisa fuerte el que lleva nata por dentro. La receta, muy antigua, la mejoró Rogelio Acuña en los años noventa,

VÍCTOR CORDO (VILAGARCÍA)

MONICA IRAGO

Cuatro décadas lleva la panificadora vilagarciana aplicando su maestría artesanal al noble arte del roscón. De ahí que su fama trascienda fronteras geográficas. Su secreto, explican sus artífices, no es otro que utilizar materias primas de primera calidad (buena harina, buena manteca, huevos de granja camperos y buenas frutas confitadas) y realizar una fermentación lenta con masa madre. Víctor Cordo comercializa roscones de entre uno y 2,5 kilos. Además del tradicional (que dura fresco tres días) también los ofrece rellenos de crema pastelera, de nata o de trufa.