Te quedan 15 días para disfrutar de estos furanchos

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Oscar Vázquez

Es el esprint final. Todavía hay barra libre, aunque por tiempo limitado. La mayoría de loureiros cerrarán sus puertas antes del próximo 1 de julio. ¡Y luego son nueve meses de sequía!

18 jun 2022 . Actualizado a las 01:11 h.

Si todavía no has ido a ninguno, este es el momento. Porque la gran mayoría de los furanchos con licencia de apertura tendrán que cerrar sus puertas antes del 1 de julio. Muchos ya lo han hecho porque han agotado el excedente de vino que tenían. Pero todavía quedan algunos abiertos. Hacemos un recorrido por una pequeña selección de estos establecimientos que tienen a todos entusiasmados. La sencillez de sus propuestas y la calidad de su vino no deja indiferente a nadie. Se han hecho tan populares en las Rías Baixas que ya no se concibe una primavera sin ellos. Porque los furanchos son mucho más que un cosechero vendiendo el excedente de vino en el garaje o el jardín de su casa. Es una forma de disfrutar del campo gallego, de su naturaleza y de la buena compañía. La familiaridad y la cordialidad están aseguradas. Así que pasen y vean.

No necesitan ni publicidad. En cuanto uno abre, el boca a boca funciona a las mil maravillas. Si no eres de la zona es mejor preguntar, porque cualquier vecino sabrá de ellos. También puedes recurrir al infalible loureiro. Si hay uno en la puerta, te recibirán con los brazos abiertos. Pero para no dejar lugar a equívoco, algunos colocan letreros en los cruces de caminos para que no te pierdas por los endiablados carreiros por los que tendrás que ir. Sigue la flecha y te estarán esperando.

Sin duda, uno de los furanchos que más aceptación tiene es el Reboraina, en la parroquia de Reboreda, en Redondela. Una imponente casa señorial de piedra, con un enorme jardín cuidado al más mínimo detalle, con el más que instagrameable viejo magnolio bajo el que se colocan las mesas. Las colas que se forman los fines de semana antes de que abran las puertas son ya un clásico y forman parte de la estampa habitual de los sábados por la tarde. Pero la organización es impoluta. El Reboraina es una de las excepciones que cumplen la norma porque pueden solicitar prórroga para el mes de julio, ya que solo abren los días que no llueve, porque no disponen de zona cubierta. Todas las mesas están en el exterior. Si finalmente el ayuntamiento les concede este permiso especial abrirán todos los días que no llueva a partir de las 19.30 horas hasta el 31 de julio.

En este furancho solo sirven albariño en barril, no ofrecen tinto: «Nosotros somos viticultores y también tenemos bodega. En su momento teníamos excedente de vino, porque no éramos capaces de sacar por nuestros propios medios la producción. Estudiamos la posibilidad de abrir este furancho, y así lo hicimos», dice el dueño, Enrique Fenández-Perán, que también reconoce que este año ya llevan once temporadas.

Desde que pones un pie en este lugar, la cámara de fotos del móvil se convierte en tu aliado, porque la finca está en perfecto estado: «No deja de ser nuestra casa, que disfrutamos y tenemos cuidada». Pero además del sorprenderte enclave, también te entusiasmarán el vino y las tapas. Aunque ya se sabe lo que dicen, «con el albariño, amodiño».

Desde los 90 en Mos

Oscar Vázquez

Otro de los furanchos al que no le faltan visitas es el de A Zapateira, en Mos. Abrió de nuevo sus puertas hace tan solo cuatro años, pero ya era muy conocido en la zona en los noventa. Fue entonces cuando los abuelos de Raquel Bouzón decidieron poner a la venta el excedente de vino que cosechaban, mientras los clientes llevaban su propia comida de casa para acompañar el trago. Porque así es como nacieron los primeros establecimientos de este tipo. No se servía comida, solo vino. Y la gente llevaba sus propias existencias para que el caldo no cayera sobre el estómago vacío.

Bajo esa misma filosofía de antes abrió de nuevo sus puertas A Zapateira, aunque la casa de ahora está restaurada y eso hace que todo el entorno sea muy agradable. Si hay buen tiempo, todo el mundo opta por instalarse en las mesas del jardín: «Todo fuera es muy bonito», comenta Raquel Bouzón, que explica que estarán abiertos hasta el último fin de semana de junio, de jueves a sábado a partir de las 19.30 horas y los domingos al mediodía. «Tenemos vino blanco y tinto casero. Es todo cosecha nuestra, de las viñas que tenemos», explica esta vecina de Mos, que también indica que de tapa ofrecen tortilla, zorza, raxo, pimientos de Padrón, oreja y morro. «Todo el mundo nos dice que el vino es muy, muy rico. Y tenemos mucha demanda de tortilla, oreja y morro», aclara, al tiempo que reconoce que ha sido una buena temporada: «Este año hay gente en todos lados. Todo el mundo quiere salir. Nadie se queda en casa». Así que el próximo año esperan abrir de nuevo a todo aquel que llame a su puerta.

En la Ribeira Sacra

El furor por los furanchos es tal, que ya no solo los puedes encontrar en las Rías Baixas. Prueba de ello es O Currio, el único de la Ribeira Sacra: «Si, é o primeiro da provincia de Lugo e máis de Ourense», comenta Pedro González, que abrió las puertas el pasado 2 de abril tras recibir la licencia que le concedió el concello de A Pobra do Brollón. Y prevé también acogerse a la prórroga de julio, porque aún tiene bastante excedentes de vino. Si en las Rías Baixas triunfa el albariño, en O Currio, el mencía es el rey. Y no es un vino cualquiera, porque, según cuenta Pedro, logró hacerse con el primer puesto en la Feira do Viño de Vilachá, así que eso ya dice mucho de su calidad: «A maioría é mencía, pero tamén temos godello».

Pero si esto fuera poco, este cosechero también tiene buena mano con las empanadas caseras. «É o que máis gusta. Teño un forno deses antigos e fágoas eu. Despois temos tortilla, táboa de queixos, con queixo de ovella, de cabra e mestura. E temos a opción dos callos, porque déronnos a escoller cinco tapas», comenta este vecino de Trasmonte, que explica que la idea de montar un furancho surgió en las Rías Baixas: «Vou moito a Vilanova de Arousa e vin que alí había moitos furanchos. Así que pensei en montar un aquí, porque eu teño moito excedente de viño. Pedín permiso. E déronmo», aclara.

Sobre la valoración que hace de este primer año, dice que es buenísima: «Se che digo a verdade, nunca me imaxinei que funcionara como está funcionando». Tanto es así, que tuvo que pedir ayuda a sus hijas para que le echaran una mano, porque los fines de semana está «cheo de verdade». Pedro solo abre los viernes a las 19 horas, y los sábados y los domingos a partir de las doce del mediodía. También los festivos. El resto de los días dice que tiene que seguir atendiendo sus viñas: «O que atende o furancho, ten que atender igual as cepas. Teño chollo». Así que tras el éxito de este primer año, reconoce que por lo menos estará hasta que se jubile.

Los guardias, en Vilaboa

Ramón Leiro

Otro de los que triunfan por sus caldos, sus empanadas y su terraza es el Casa Martínez, en Coruxeiro, Vilaboa (Pontevedra). También es conocido como el furancho de los guardias civiles, porque los hijos del dueño son agentes del cuerpo armado. Este local ya es veterano, porque ha cumplido la mayoría de edad en esto de ofrecer vino en barril y tapas variadas a todo aquel que pase por su casa. «Surgió porque no se vendía la cosecha del año y mi madre tuvo la idea de montar un furancho. Fue la manera de que las cubas no quedaran llenas de un año para otro y dar salida a ese excedente», comenta Jorge Garrido, el hijo de Manuel, que es el que está al frente del establecimiento, y uno de los guardias civiles por los que es conocido el furancho.

Aquí sirven tinto del país, blanco y albariño. En taza o en copa de cristal, según se quiera. Y además del vino, y de la amplia y acogedora terraza, con cruceiro y hórreo de piedra, triunfan las tapas de este lugar. Sobre todo, la empanada casera y las empanadillas. Aunque el diminutivo está de adorno, porque el tamaño es casi como si se tratara de un bocata. Y no la fríen, sino que va al horno. La de bacalao con pasas es la reina. «Sí, las empanadas gustan mucho. Ahí es mi madre, Isabel Crespo, la que hace la masa y el relleno. Es todo casero. Las empanadillas las hacemos de atún, bacalao o zorza. Y la empanada puede ser de bacalao, choco o xoubas», explica Garrido. Este furancho es uno de los establecimientos que el próximo 30 de junio cerrarán sus puertas. Así que quedan quince días de barra libre en Casa Martínez.

Un veterano en O Morrazo

Ramón Leiro

Otro de los furanchos veteranos es el de La Palmera en Miñán, Marín. Para muchos no necesita presentación porque lleva 35 años sirviendo el excedente del vino a todo aquel que se presente en la casa de Perfecto Pesqueira y su mujer, Rosa Pazos. Ellos antes vendían el vino que cosechaban a los bares y casas de la zona, y también de Moaña o de Cangas, pero la obligación de servirlo embotellado en los establecimientos hizo que no tuviera salida todo el vino que hacían. Fue así cómo surgió la idea de montar el furancho. Y así sigue. Año tras año. Es uno de los incondicionales de la zona de Marín.

La terraza y las mesas bajo la parra de esta casa con hórreo son un gran atractivo para todo aquel que va, sobre todo porque tiene unas bonitas vistas al valle y a la ría de Marín. Pero también triunfa el vino. Sirven blanco del país, albariño y tinto. Y, por supuesto, las tapas. Aquí el pincho moruno es uno de los más demandados. Pero también la tortilla, la empanada, el chorizo y los pimientos de Padrón. La Palmera estará también abierto todos los días, menos el domingo, hasta finales de mes.

No nos podemos olvidar de los furanchos de Meaño, más concretamente de Cobas, la milla de oro de estos locales. Desde Vigo hasta O Salnés, se salpican por todas las Rías Baixas. Buen vino, buena mesa, buena compañía y buen tiempo. ¿Se puede pedir más?